jueves, 18 de abril de 2024

Lo ilustrado de los maños

Un hombre cualquiera descubre el elixir de la eterna juventud que atesora el maño ilustrado.

Aún estaban floreciendo los claveles en la Vila Morena y una fragancia de rosas invadía Suresnes para agonizar a los oxidados dictadores. Desde el Ebro un intenso arco iris enmarcaba Aragón entre las lluvias de abril. A buen resguardo, lo puro de los lienzos esperaban imaginarse con brillante nobleza. A través de la construcción de geométricas inspiraciones petrificadas en la arquitectura de la Aljafería. A través de la intercesión de una literaria musa acunada en el morrión de Alonso de Quijano. A través de la pedagógica herencia transmitida al futuro con la maestría gremial del artesano.

La alumbrada realidad se materializa en una tremolina de pinceladas de brochas, tinteros y pantones. El nórdico azul de Waterloo le imagina cielos y mares por surcar. El feriado verdor del Retiro le brinda la perspectiva desde las copas de cipreses, madroños y sauces. Lo oriundo de las piñas le aporta lo pardusco, tostado y cafetero de los goyescos paisajes. El amarillo de las instantáneas le ilumina con la veraniega fuerza del playero sol de Salou. El espirituoso rosado de las garnachas le tiñe las mejillas ante los agradecidos reconocimientos. El morado de las banderas se blande por el cierzo para enseñar la importancia de la memoria, la fraternidad y la igualdad. Lo guerniqués de Belchite le enseña la importancia de las sombras que se ocultan en lo afilado del grafito. Y el alma de Labordeta le encarna los valores y las ideas para ilustrar lo concienciado de la cultura.

Y así un hombre cualquiera imagina al maño ilustrado como un personaje atemporal e irremplazable de Cuéntame.

domingo, 14 de abril de 2024

Lo insomne de los canarios

Un hombre cualquiera pasea de madrugada junto al Palacio Real; solo los cantos de los canarios rompen el silencio.

Aún faltaba para que se alumbrara el día, pero el palacio había madrugado con lo morado de las ojeras por un insomnio plebiscitario. El trajín de los pasillos, las urgentes prisas y las encendidas bombillas no permitían pegar ojo a ninguno de los habitantes palaciegos. El vaivén mareaba, como un barco naufragando en mitad del Campo del Moro. Los espejos duplicaban los bostezos, las camas vaciaban los sueños y las maletas arrastraban los cansancios. Y el incesante sonido de los canarios acompañaba las idas y venidas, iluminados por lo despierto de las lámparas.


Aún no acechaba el sol del Oriente. Y sin magia los reyes chamuscaban el incienso, apaciguaban la mirra y rapiñaban el oro. El eco del motor del Duesemberg era un sonido inapreciable entre el festivo tumulto de las calles. La descoronada corte preparaba atillos, despedía las estancias y comulgaban hacia el purgatorio. La vaporosa niebla del rápido de Irún ocultaba la tierra perdida. Los espejos duplicaban las lágrimas, las camas desahuciaban las tristezas y las maletas arrastraban los suspiros.Y el incesante sonido de los canarios acompañaba las despedidas, iluminados por lo diurno de los ventanales.


Y así un hombre cualquiera grita un ‘Viva la República’, como un canto esperanzador de un canario hacia el futuro.