domingo, 14 de octubre de 2012

Lo guarecido de lo visible



Un hombre cualquiera le gustaría ser lenguaraz, ingenioso, de rápida verborrea o un charlatán que no se calla ni debajo del agua...

Así, mis comentarios sólo abarcan la parte más mínima de la realidad, que se encuentra en un submundo de globalidad absoluta. Tocamos cada día la realidad, nos salpica con sus noticias, nos alimenta con un maná de prepago en el supermercado y nos atrapa ante una pantalla digitalmente conectada. La realidad se vuelve tangible en sus detalles y nos llega por una inmensidad de ventanas y puertos usb por los que conectarnos a ella. Sin embargo, sólo la tocamos en su más mínimo plano táctil y el resto se guarece visiblemente a un palmo de nuestras narices. 

El submundo de globalidad se nos presenta a partir de esos pequeños y nimios detalles que varados viajan hasta nosotros por casualidad o búsqueda aleatoria, emergiendo momentáneamente para que los apreciemos boquiabiertos y luego se hundan nuevamente. Así, los comentarios se pierden en la realidad configurándose en satélites artificiales que los perdemos de vista con la brusquedad de un porrazo antidisturbios.

Y así un hombre cualquiera se apunta a un cursillo de discursos acuáticos para conseguir una argumentada dialéctica tan clara como el agua de un arroyo.

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