lunes, 31 de diciembre de 2012

Lo feliz de los propósitos



Un hombre cualquiera redacta sus propósitos para el nuevo año escuchando los susurros que dejan los buenos momentos cumplidos.

2012 ha alumbrado a un hombre cualquiera a través de un imaginativo y barroco teclado, alimentado por sueños, coincidencias y, sobre todo, por la inspiración de los alter ego de carne y hueso que rodean y abrigan sin pedir nada a cambio. Así, el invisible hombre con gafas y corbata se sienta a observar la realidad para difuminar las imperfecciones con la imaginada postproducción que no resuelve pero intenta ilusionar

La incierta niebla que envuelve al nuevo calendario necesitará de pies de plomo para buscar sombra junto a lo inconfundible de los extraordinarios y alcanzar lo divino de lo humano; todo ello, aprovechando la innumerable escala de colores de Pantone que den pinceladas y retoques aquí y allá sobre un transparente lienzo. Y así seguir viajando como de lo decimonónico de la realidad a lo arrugado de la geografía por los sinuosos caminos que discurren entre la hoja en blanco y el punto final. 

Y así un hombre cualquiera rubrica sus intenciones para los próximos 365 días queriendo extender los buenos deseos para conseguir un ¡Feliz 2013!

jueves, 27 de diciembre de 2012

Lo arrugado de la geografía



Un hombre cualquiera recibe la llamada de una entidad bancaria para contratar un plan de jubilación privada, mientras revisa la fugacidad del tiempo ante la realidad del espejo.

La fotografía desvela la superficial imperfección de la epidermis y la sinceridad del paso del tiempo sobre nuestros poros. Este discurrir de los años va mostrando ante las lentes del ojo humano la evolución de los cuerpos y los rostros sin la necesidad del detalle fotográfico. Sin duda, el envejecimiento es una enfermedad del tiempo cuyo diagnóstico ya viene firmado y sellado de fábrica.

Se envejece en silencio aunque en el más absoluto de los vacíos auditivos se siente el avance imparable de las agujas del reloj. Y, en un imperceptible e invisible compás, el plisado avance de las arrugas se perpetúa plegando la vida con el ritmo del segundero. Sólo apreciamos la fugacidad de la vida cuando las fotografías nos enseñan el agotamiento de nuestras reservas del elixir de la juventud. Así, la geografía de la piel se va construyendo con los surcos y cárcavas de la experiencia que las lágrimas, el sudor y las alegrías van labrando a su paso.

Y así un hombre cualquiera rechaza la oferta bancaria para invertir en carcajadas sin intereses que arrugan el rostro pero rejuvenecen el alma.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Lo contundente de los triunfos



Un hombre cualquiera avanza con un rítmico taconeo,  que resuena contundentemente contra las bóvedas de cañón, sobre un pasillo de madera hacia lo desconocido. 

La perfección de los pasos de baile reside en no perder el compás a pesar de que la orquesta desafine o aunque el deslizante suelo te deje al filo de lo imposible; el espectáculo debe continuar y el público no debe ni intuir el más leve fallo en la coreografía. Todo se puede desmoronar ante el más leve tiento contra el iceberg y, ayudados por la magia del funambulista, hay que bordear el helado bloque a la deriva para no ser arrastrado a las profundidades, sin chaleco salvavidas y con un inservible fardo de billetes en el bolsillo del esmoquin. 

El baile del triunfo suma sus pasos en las contiendas diarias contra los malhumorados ceños fruncidos, los censores de las sonrisas imperfectas y, sobre todo, frente a las nubes negras que ensombrecen el camino al futuro. Por tanto, bailaremos con plisado chaqué o con el más vulgar ropaje, con monóculo o a ojo descubierto... pero buscando el triunfo con una firme firma sobre cada relato, contrato o guión memorable de nuestras vidas. Y, sin duda, el último paso dará broche a un triunfo moral, sin necesidad de portadas o grandes titulares, marcando con un hierro incandescente el norte de nuestras entrañas.

Y así, mientras el rumor de su paseo se aleja lentamente entre las bóvedas, un hombre cualquiera espera el abatir de la puerta cuando las verticales manecillas olvidan la fuerza gravitatoria.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Lo poético de la lluvia




Un hombre cualquiera se equipa con vestimentas impermeables y complementos contra la lluvia ante las acuáticas previsiones del calendario zaragozano.

'Sale el sol, estoy vivo' La grandilocuencia de estos versos residen en su sencillez y cotidianidad. La metáfora del sol, como sinónimo de vida y paso adelante, se consuma como una perfección constante. Y la verdad, el sol siempre sale por muchas y negras nubes que asolen nuestra calle. Así, la grandeza de las pequeñas cosas son los reflejos de ese sol, que debemos buscar aunque la previsión meteorológica advierta temporal con rachas fuertes de viento en toda la península ibérica, incluso en las paradisiacas Canarias. Sin duda, los detalles marcan el contrapunto de los malos momentos y van encajando a pesar de que las vueltas nos produzcan un mareo, sin biodramina con receta, al remover a golpe de chasquido la complejidad del cubo de rubik.

Los detalles conforman el todo; podemos decir que las alegrías de la vida son esos ínfimos momentos que pueden mejorar la apatía frente al mal tiempo. Estos hechos extraordinarios se miden en microscópicas unidades de medida y suponen un revulsivo resorte que cambia la percepción global, como cuando un ratón se cuela en una manada de elefantes.

Y así un hombre cualquiera descubre lo poético de la lluvia ante un agrietado cielo encapotado que permite soleados reflejos que salpican sobre los charcos.

Texto inspirado en el artículo 'Una solución' de Manuel Vicent (2/12/12)
http://elpais.com/elpais/2012/12/01/opinion/1354378729_646796.html

jueves, 13 de diciembre de 2012

Lo revalorizado de la vida



Un hombre cualquiera camina perezosamente por una atestada calle del centro, cuando un brillo inesperado llama su atención a un par de pasos de distancia.

La vida se entreteje en un lienzo monótono y repetitivo entre el sonido del despertador y la nocturna reconciliación con las sábanas, pero sufre de alterados suspiros de sorpresa que aportan chocantes pinceladas barrocas. El marcar del tiempo, que avanza a un paso firme y marcial entre la Puerta del Sol y el grillete con segundero, siempre sufre un desencajado traspiés surrealista que nos despierta de la hipnótica monotonía. Lo insólito consigue concentrar nuestra atención a través de una rocambolesca noticia extraordinaria, un añorado encuentro fortuito, un aroma cargado de recuerdo o, quizá, un leve detalle que reanime un comatoso día inducido

Y son esos pequeños suspiros los que abren mundos desconocidos  que más por suerte que por ninguna desgracia se aparecen frente a nosotros sin audiencia previa. Y, la verdad, la suerte se esconde a una micra de distancia de nuestra vista pero no hay que descubrirla en su camaleónica adaptación a la realidad, como cuándo buscábamos a Wally en rojiblancos destinos de colchón. La suerte se convierte en un objeto perdido que aparece cuando dejas de buscarlo porque paradójicamente al perder valor ciertos activos se revalorizan con la velocidad de una automatizada fórmula invertida. 

Y así un hombre cualquiera recoge la moneda del suelo y la asegura en su bolsillo al 0% TAE para invertirlo en mercados alternativos de estraperlo .