Un hombre cualquiera redacta sus
propósitos para el nuevo año escuchando los susurros que dejan los buenos
momentos cumplidos.
2012 ha alumbrado a un hombre
cualquiera a través de un imaginativo y barroco teclado, alimentado por sueños,
coincidencias y, sobre todo, por la inspiración de los alter ego de carne y
hueso que rodean y abrigan sin pedir nada a cambio. Así, el invisible hombre con
gafas y corbata se sienta a observar la realidad para difuminar las
imperfecciones con la imaginada postproducción que no resuelve pero intenta
ilusionar
La incierta niebla que envuelve al
nuevo calendario necesitará de pies de plomo para buscar sombra junto a lo
inconfundible de los extraordinarios y alcanzar lo divino de lo humano; todo
ello, aprovechando la innumerable escala de colores de Pantone que den
pinceladas y retoques aquí y allá sobre un transparente lienzo. Y así seguir
viajando como de lo decimonónico de la realidad a lo arrugado de la geografía
por los sinuosos caminos que discurren entre la hoja en blanco y el punto
final.
Y así un hombre cualquiera rubrica
sus intenciones para los próximos 365 días queriendo extender los buenos deseos
para conseguir un ¡Feliz 2013!