domingo, 24 de marzo de 2013

Lo primaveral de la soñadora




Un hombre cualquiera no se conforma con una mujer cualquiera porque quiere vivir un sueño al calor de un remolón pijama hasta el mediodía.

Las acacias comienzan a mostrar sus despolitizados brotes verdes en las postrimerías del invierno junto a la ventana empañada por el descanso en rem mayor. De la celulosa del calendario surge una precoz mariposa que revela futuros recuerdos por las crecientes horas de luz y la salvaje alteración de los glóbulos rojos. Y, como si la estacionaria secuencia de Nothing Hill se hiciera patente en este humilde rincón de una península borracha de sol, un hombre cualquiera descubre un archivo de irremplazables momentos en la caja negra de la memoria.

Y con la destreza de los reflejos que luchan contra la amenazadora gravedad que imanta el alma dormida de los objetos, la soñadora en pijama consigue agarrar el tiempo. Al bloquear el mecanismo del brazalete con manecillas, hace suyo el tiempo y, al mismo tiempo, lo hace mío. Cada momento de felicidad, fugaz y breve, como el ámbar de los semáforos, supone una retención del nosotros en el tiempo. 

Y así un hombre cualquiera, en pijama, declara inaugurado el quinto sueño de una estación llamada primavera.

jueves, 21 de marzo de 2013

Lo quijotesco de las patrias



Un hombre cualquiera promueve la iniciativa popular de transformar la estática permanencia de los mástiles por medioambientales aerogeneradores para los vientos del cambio.

La inutilidad de las patrias se mide por la inmensidad de las banderas en las que se enarbolan, cuando los mendigos ansían borrar su paupérrima huella por la efigie que se perfila en las monedas. Al mismo tiempo, los suicidas se lanzan desde las azoteas para alquilar un suelo alicatado de mármol sin peligro de desahucio. Y, en la bodega del avión, las lágrimas no tienen cabida en las maletas del emigrante sin billete de vuelta.

Los secretos de estado se susurran en voz en grito al galope de los leones del Congreso, mientras los hemofílicos palacios son germanizados sin alquiler ni factura. Y en el salón del trono, el oro de las coronas pierden su brillo por las manchas de lodo de las piedras lanzadas contra su propio tejado. Al final, las rentas golpistas acaban caducándose y la limpieza de imagen deriva en una putrefacta reproducción del cuadro de Dorian Gray.

Y así un hombre cualquiera, ante los patrióticos izados institucionales, vislumbra a unos monstruosos gigantes sin alma al más puro estilo de Don Quijote.

lunes, 18 de marzo de 2013

Lo alumbrado de los pirómanos


Un hombre cualquiera siente la atracción por el encendido mundo del infierno que conserva en eterno fuego sin transformar a los pirómanos de la vida.

La explosión de las palomitas en el microondas improvisan una vespertina mascletá en la cocina y una repeinada peluca de ensaimadas descansa en el horno. A la hora de la merienda, los niños guardan en sus mochilas manufacturadas corbatas sobre un ambiente impregnado por el inconfundible olor a pólvora. Mientras, en un decorativo corredor de la muerte, la imaginación e inventiva de los artesanos enseña las vergüenzas y espantos cotidianos de los mortales surgidas de las propias debilidades del diablo.

Y lo que surge del fuego se destruye con él. Las lagrimas de la fallera apagan los rescoldos de la pirómana fiesta que, al mismo tiempo, ahogan las satirizadas pesadillas de una realidad en miniatura de cartón piedra. La fumata negra que se eleva a la celestial atmósfera se disipa para acabar derrumbándose sobre el duro asfalto, a través de las acuáticas partículas de la lluvia ácida; todo deviene en una precipitada gravedad tras la frívola ebullición

Y así un hombre cualquiera aprieta velozmente el fósforo contra la lija hasta que las chispas alumbran la llama.

jueves, 14 de marzo de 2013

Lo desconectado de los concilios



Un hombre cualquiera se cuela en la sacristía de San Pedro, con alevosía y sin firewall, donde un regimiento de alzacuellos son consagrados contra el abstencionista sindiós de la realidad.

El ciudadano de tamaño medio evita las sucursales vaticanas porque sólo creen en sus posibilidades como representante de sí mismo sobre la aspereza del asfalto. Y la verdad, el oscurantismo exterior e intrínseco de las sotanas ensombrecen más que los románicos tragaluces de sus  ermitas e iglesias, sin tributar bienes e inmuebles, donde la luz de las velas y cirios pascuales sólo iluminan sin llegar nunca a arder.

Los templos cuentan con fallos estratégicos de construcción porque se acaban orientando, a través de sus estratosféricas agujas, a la divinidad de los cielos y no a la necesidad que malvive a ras de suelo a menos de una zancada de su pórtico. Y sin pecado concebidas, las celestiales cúpulas se rellenan con el vacío de palabras que promulgan ruinosos hechos sin plan de obra ni licencia de habitabilidad.

Y así un hombre cualquiera abandona la sede vacante porque el cónclave no le permite acceder al divino wifi para enviar su encíclica bloguera.

lunes, 11 de marzo de 2013

Lo superviviente de la idiosincrasia



Un hombre cualquiera presencia, televisivamente, la caída de un meteorito a plena luz del sol y sin cita previa.

¿Y si un meteorito con forma peninsular y en estado corrupto nos empujara a los infiernos? Así esta democracia, regalada con sobres estampados por billetes de dinero negro y acosada por cleptómanos del poder, dejaría de ser el resultado de un órdago a la grande al mejor postor, donde las cartas marcadas y el juego sucio fueran prohibidos por el derecho de admisión.

La caída del meteorito acabaría con la tiñosa envidia que escandaliza a propios y proscritos y, tajantemente, la incisión de la guillotina cósmica convertiría los pirineos en el más alto acantilado al sur del viejo continente. Aprovechando el provisional don de la invisibilidad, provocado por el polvo de la incursión, el mare nostrum y el atlántico se fusionarían y rodearían al nuevo farallón portugués con playas y toallas por sus cuatro costuras. A pesar de todo, la idiosincrasia permanecería bajo el nuevo desierto acuático; los duelos a garrotazos seguirían abriendo, continuamente, históricas heridas que desembocarían en un sangrante mar rojo por los inabarcables borbotones tricolores y rojigualdos.

Y así un hombre cualquiera resiste la crueldad de la naturaleza y de los hombres obviando el avestruz truco del zapping, tanto de la pantalla como de la moral.

jueves, 7 de marzo de 2013

Lo poderoso de las emergencias




Un hombre cualquiera busca una salida de emergencia en pleno movimiento de rotación de la realidad.

Al calor del tiempo las lagrimas destilan gota a gota el ultra congelado corazón que utiliza la hibernación como suicida escapatoria a la primavera árabe. Mientras, al otro lado del estrecho, las canas añoran la época de los eficientes vendedores de arena en el desierto, frente al tiñoso chapapote del dinero negro que emborrona el virginal honor de los sobres de la jornada electoral antes de que penetren las corruptas urnas del sistema establecido. 

Y a ras de asfalto un nonato presidente del gobierno se muere de risa, por aborto involuntario, de su caricaturizada réplica del presente; mientras el porrazo con sinrazón de un fanático antidisturbios le aplica la ley del talión. A escasos kilómetros de allí el camarlengo destruye el anillo del pescador, tras introducir el frío aro de metal en su dedo corazón, sin protección al veneno del poder.

Y así un hombre cualquiera se marea y pierde el conocimiento porque el vertiginoso avance del mundo le impide encontrar una cápsula de biodramina entre las pastillas para no dormir.