lunes, 29 de abril de 2013

Lo fotografiado de la suerte

Un hombre cualquiera observa un otoñal ataque de gravedad sobre la ajada y amarillenta hoja del mes de abril, que se desvanece antes de chocar contra el suelo.

"La vida pasa como un huracán" escurriéndose a borbotones entre las manecillas de los grilletes del tiempo. Por ello, no hay que denunciar ¿quién me ha robado el mes de abril?, sino convertirse en ladrón de calendarios para deshojarlos con nocturnidad y alevosía, huyendo de las podadas del fracaso con el espíritu del elixir de la juventud.
A pesar de errar en las quinielas, debemos tentar la felicidad con la suerte del fotógrafo, que retrata momentos únicos contra el alzheimer, al accionar por enésima vez el disparador frente al mismo escenario. Pero, sólo en ese enigmático instante la felicidad se muestra en todo su esplendor, parando el tiempo y el tráfico con un suspiro profundo y quedo. Al final, contra toda lógica fotográfica las mejores instantáneas son aquellas que se pierden al velarse los carretes, porque se convierten en recuerdos enaltecidos por el filtro del tiempo.

Y así un hombre cualquiera se siente como un niño con zapatos cuando su ingrávida mirada asciende hasta un mayo recién pintado y por estrenar

jueves, 25 de abril de 2013

Lo surrealista del reflejo




Un hombre cualquiera se cuela en el comedor para admirar el después del pantagruélico altar de la eucaristía dominical.  
La terraza se encarama sobre un mar de tejas y pizarras, cuando la sobremesa dormita sobre el mantel y las migas. Los claroscuros de una estrenada tarde de sol y sombra atraen a una intrusa brisa que se escurre instintivamente bajo el mantel, moviendo las copas en una danza de olas sin mar que surcar. El vino zigzaguea dentro de la copa a izquierda y derecha sin ideología, ni doctrina; mareando sin tener que ingerir ni una sola gota de alcohol.
 
Una lejana campana marca la puntualidad de las manecillas con una solemnidad que calma el viento y deja sin aliento a la vida. Incluso el vino olvida el movimiento y la borrosa realidad vuelve a reflejar su reverso en el etílico espejo de la copa.


Fotografia cedida por http://www.flickr.com/photos/athelass85/
 
Y así un hombre cualquiera acaba bebiendo la invertida realidad para insuflar surrealismo al rutinario día de la marmota. 

lunes, 22 de abril de 2013

Lo terrenal de las promesas

 
Un hombre cualquiera atisba en la lejanía la tierra prometida, cuando la caprichosa superposición de las nubes inyecta un potente foco solar sobre ella.
La pólvora se escapa de la demagógica moral legislativa de los políticos, que alimentan con sus eufemísticas jergas las críticas de calumnistas y articulistas. A su vez, la tinta de sus reflexiones se impregna en la inflamable celulosa que chisporrotea entre las manos de los leídos ciudadanos, abocados al encendido de las piras públicas que convierten las pacíficas reivindicaciones en gritos encendidos a ras del asfalto. Pero, al final, el círculo de confusión se acaba cerrando con el apaciguado brazo articulado con porra y escudo contra libertades y derechos, que acallan voces pero no borran ideas.

A día de hoy, los ciudadanos sufren un crónico ataque del efecto Moisés. La tierra prometida se convierte en un oasis inalcanzable frente a las predicciones de los futurólogos del pasado, que describían un éxito que se ha convertido en un precoz fracaso.
Y así un hombre cualquiera abre el paraguas cuando rugen las negras tormentas que ocultan la luz sobre la tierra prometida.

jueves, 11 de abril de 2013

Lo eterno del smog

Un hombre cualquiera se despierta tarareando el himno de la Gran Bretaña sin ser vasallo de Buckingham Palace, ni beefeater a pesar de lo inmovilizado de la tortícolis.
 

Acaba de inaugurarse la primavera y la margarita se ha marchitado, aunque su polen sigue dañando a los alérgicos sin acceso a antihistamínicos. ¡Ay... el hierro acaba oxidándose! Supongo que en una irónica última voluntad habrá pedido incinerarse con el calorífico carbón patrio, seguro que con un reserva de Yorkshire del 84. Así, las oscuras entrañas de la naturaleza avivarían, nuevamente, el fuego de las barricadas, privatizándole un infierno para la eternidad.
Y diría más, en un alarde de originalidad, sus cenizas deberían esparcirse sobre las paradisiacas Malvinas para conservar el aroma de las colonias, con la fortaleza de un pétreo peinado contra los vientos del progreso social. Sin duda, sabía defender sus posiciones en tiempos de guerra con esa calmada tranquilidad que otorga el humeante hervir de la tetera al ritmo de las campanadas de las cinco de la tarde. Ciertamente, la dama forjó su armadura en la férrea dureza de las libras esterlinas que atesoró por el ansiado 'cheque británico' y, contrariamente en paralelo, con su sonado divorcio de papá Estado; echándole de Downing Street a una invisible sociedad sepultada por el smog londinense.  

 
Y así un hombre cualquiera  reconduce su musical despertar con un vivo y plastificado éxito de Cher, que la frecuencia modulada radia de buena mañana...

jueves, 4 de abril de 2013

Lo artistico del insomnio


Un hombre cualquiera sufre una centenaria regresión, al más puro estilo de Benjamin Button, de 100 a 0, sin los intereses a plazo variable de las arrugas.
Un hombre cualquiera recuerda la licencia artística de escribir a 24 fotogramas por minuto al alcanzar la centenaria mayoría de edad. La invisible película que protagoniza, sin guión ni trama prevista, se va forjando entrada a entrada sobre las historias reales y sus experiencias ficticias. A pesar de aparentar una siesta atemporal sobre los viñeteros bocadillos de la realidad, realmente se camufla en la transparencia de su alias para inspirarse en la superada ficción de las vidas que le rodean.
El insomnio diurno añora la perniciosa vida nocturna por su carácter prolífico y gamberro, pero el foco solar ahorra energía e ilumina sin peligro de fundir los plomos, desde el alba y hasta el luscofusco. Y  el rodaje continúa. Y las secuencias acaban encajando en un puzle, cuyas piezas van apareciendo de forma inesperada entre las flexibles ranuras del grillete con manecillas.
Y así un hombre cualquiera aprovecha su similitud con Brad Pitt para adoptar ideas de todas las razas y continentes allende los mares, pero sin el coyright de Benetton.

lunes, 1 de abril de 2013

Lo hiperrealista de lo ficticio


Un hombre cualquiera toma su butaca en el segundo anfiteatro en el mismo instante que las luces apagan la realidad y se encienden los focos de la imaginación.
El telón abre una ventana a un hiperrealismo ficticio donde los sentimientos y los argumentos superan la artificialidad organizada por la dirección artística. El patio de butacas se convierte en musa de los gestos y las palabras de unos personajes borrachos de realidad. Y las miradas expectantes observaban su espejo cotidiano desde la comodidad de la butaca y la lejanía que provoca la profundidad del foso.
Al iniciarse el tercer acto, los círculos de confusión de la realidad se definieron como las luces  del kamikaze al doblar la curva de doble rasante en plena medianoche. El inevitable desenlace mancha de sangre a los espectadores ante el estallido de la recortada, mientras el cianuro serpenteaba irreversiblemente por un esófago sin billete de vuelta dentro del mismo verdugo. El telón cubrió, con su aterciopelado discurrir, la dantesca escena del crimen con el batir irrefrenable de los aplausos de un apocalíptico público rendido ante su propio devenir.
Y así un hombre cualquiera se queda anclado a la butaca ante un inesperado fin del mundo que degolla  la imaginación por un ataque de hiperrealismo.