lunes, 14 de abril de 2014

Lo atípico de los naufragios


Un hombre cualquiera encuentra en el revistero del salón un atrasado periódico de septiembre de 2012, la portada informa de una atípica e inesperada dimisión política (en los palacios ibéricos)

Las dimisiones políticas son rara avis en una península corrupta de sol y sombras, encerrando incertidumbre y desembocando en oscuros ríos de tinta sobre las causas reales y las consecuencias ficticias. El tenue aleteo de la mariposa insufló con su brisa a los catastrofistas: ¡Ya no nos queda esperanza!, gruñía un oso pardo en mitad del lago del Retiro bajo el frondoso espejismo de un madroño; mientras, un cierzo desbocado provoca turbulencias a más de 100 gaviotas, ¿dónde irán? se preguntaban los viajeros del puente aéreo entre Génova y Suiza. A pesar de todo, el timón seguía su rumbo aunque el capitán naufragara y la brújula perdiera el norte; todo estaba atado y bien atado, aunque las velas temblaban ante las previsiones de nuevas borrascas desde las Azores.

Sin embargo, lo extraordinario de las noticias acaba eclipsando los siniestros detalles de la realidad. El efecto columpio de las dimisiones provocan el ascenso de los grumetes ante el hundimiento de los capitanes. Y así un aplicado esbirro se hizo con el timón a imagen y semejanza, metafórica y físicamente, de su lideresa creadora del marquesado liberal. Como una copia en serie, el agente Smith se tiño de moreno la melena rubia y cambió la falda por el oscuro traje de ejecutivo (en el Tarantino sentido de la palabra). Y, es más, los gobierna a todos por encima de viento y marea.

Y así un hombre cualquiera pierde el periódico de las manos ante una ráfaga de viento, tan rápida como una sexagenaria por el carril bus de la Gran Vía.


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