Un
hombre cualquiera alcanza el siete de julio del calendario al ritmo de 'peor
fue aquel verano que no dejó de nevar'.
Una guerra
civil se masca entre las trincheras de Ferraz, cuando de entre las ruinas podemos
ver una nueva y lejana versión de Pablo Iglesias. La confrontación se ha ido
fraguando en las últimas semanas para renovar el oxidado ideario que ha dejado
en herencia los juegos químicos de Alfredo con los elementos de la tabla
periódica. Sin duda, los gases nobles se han evaporado por un servilismo feudal,
que sólo se difumina con tricolores tonalidades por intereses electorales.
El proceso
de reconstrucción necesita tiempo para ganar credibilidad y confianza, pero el chupinazo
ha abierto los corrales y sólo la intercesión de San Fermín podrá salvar a los
corredores que intentan ganar una carrera de obstáculos con seis morlacos con
unos afilados cuernos y ávidos de sangre; mientras desde los balcones y las
azoteas las gaviotas esperan el momento exacto para hacerse con la carroña. Y,
como un buen duelo de western, al mediodía cuando el sol alcance su máximo
cenit, se enfrentarán para medir la pólvora de sus revólveres.
Y así un
hombre cualquiera toma conciencia de que el verano continúa su rumbo a pesar de
las inclemencias meteorológicas.
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