Un
hombre cualquiera observa desde el balcón el pañuelo rojo anudado al cuello de
Fermín, el dueño del estanco La Estafeta.
Hoy
es 14 de julio, pero Fermín ya ha descolgado el cartel de 'cerrado por
vacaciones'. Desde hace más de 26 años cuenta con un acuerdo cortado a
guillotina conjunto a su mujer, Margot; una pizpireta francesa de aferrado
acento y con una sonrisa que ilumina los Campos Elíseos a pesar de la
distancia. El salomónico contrato conyugal reza que Fermín y Margot honrarán a
la patria chica del primero y a la patria grande de la segunda cada año alterno
sin intromisión bisiesta, es decir, que un año agotarán hasta la resaca las
fiestas pamplonicas y que otro año honrarán a la quinta república de Saint
Charles De Gaulle.
Fermín
se acicala el chaqué, que permanecía colgado en la trastienda, y equilibra la
pajarita de cuadros, que se almidonó sobre la mesa camilla; mientras el
inmaculado atuendo del corredor evapora
la resaca sobre el tendal del patio de luces. ¡Vive Le France! apura su
discurso el embajador, cuando Margot comienza a afinar 'Les enfants de la
patrie...". Margot entona el himno y Fermin, a un lado del escenario, escucha emocionado,
quitándose el pañuelo bajo el chaqué y susurrando "pobre
de mí, pobre de mí que se han acabado las fiestas de San Fermín"
Y
así un hombre cualquiera imagina la carmesí plañidera pamplonica en el interior
del consumido Moët & Chandon sin mar que surcar.
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