martes, 12 de agosto de 2014

Lo redondo de los reinos



Un hombre cualquiera se deja llevar por las fábulas estivales para viajar a legendarios, ficticios y, sobre todo, reales reinos.

Unas caribeñas coordenadas sirven de brújula a un mapa del tesoro más literario que pecuniario allende los mares. Escorado por el oleaje, un barquito de cáscara de nuez navega hacia un isleño peñasco, tras añadir en el GPS la dirección exacta del destino: 16º 56’ latitud norte y 62º 21’ longitud este. El skyline de la isla no muestra almenas ni torreones a pesar de constituirse en una monarquía absoluta, bajo el tintado cetro de Javier I, filósofo y letrado rey del Reino de Redonda por sus cualidades para la ironía y las letras. Aquí hasta los más feroces republicanos arengarían al rey, sin poner el grito en el cielo.

Una amplia mesa redonda, no podía ser de otra manera, se asienta en primera línea de playa para acoger a la corte de duques, vizcondes y reales oficios del lugar, integrado por un reservado club de ilustres sabios y mentes elevadas de la cultura y del arte de todo el orbe. Por su parte, los insulares súbditos, que en otros tiempos fueron piratas y contrabandistas de los que heredó sus historias y leyendas el Duque de Corso y Real Maestro de Esgrima, hoy se conforman por el alma errante de los utópicos ciudadanos con imaginación. No se necesitan  cartas pueblas, ni el azar del cambio de guardia en las fronteras para arribar al reino, porque el monarca del tiempo descifra los designios de los súbditos de los cuentos al ordenar la anarquía de las sopas de letras. 

Y así un hombre cualquiera naufraga, conscientemente, para que los mensajes erróneos de las botellas no le salven del cuerdo y erudito reinado de Javier Marías.

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