lunes, 22 de septiembre de 2014

Lo supersónico del presente



Un hombre cualquiera pierde el autobús después de una yincana a contrarreloj de semáforos, obras y otros obstáculos urbanos hasta alcanzar la marquesina.

Tras la performance de clown al más puro estilo de Tricicle, el banco de la parada del autobús sirvió de espera hasta el siguiente round. Al sentarse, la mirada de un hombre cualquiera descubre la futurista residencia de Los Supersónicos, que se eleva majestuosa frente a él. El edificio de redondeadas curvaturas se alza, como una torre vigía, en busca de las prometidas autonaves y deloreans de la mítica saga de Regreso al futuro, a la espera de nuevas y vecinas construcciones de diseño, firmadas por el arquitecto de utopías. 

Fotografía "Torres Blancas_Madrid_1968"cedida por https://www.flickr.com/photos/saulgobio
 

La imaginativa mirada miope dibuja a Robotina limpiando los cristales del apartamento, mientras, en el tejado, el alma de Hanna y Barbera dibujan bocetos blanco sobre azul para las nuevas generaciones. El pitido del reloj advierte el fin del pasatiempo, cuando el siguiente autobús se acerca a la parada. El futurista edificio del presente motiva, como la bandera de conquista en la cumbre de una montaña, a los desencantados con los programas electorales de la ciencia ficción.

Y así un hombre cualquiera rellena los tiempos muertos que se entierran en la eternidad de las esperas.
 

lunes, 15 de septiembre de 2014

Lo eterno del tiempo



Un hombre cualquiera se deshidrata en su habitual residencia de secano y, por ello, ha colgado, en el salón, un paisaje marítimo de Monet para alcanzar, visualmente, el mar.  

La inmensidad es eterna porque se convierte en un recuerdo imperecedero, como la instantánea de Roma desde la colina de Gianicolo; cuando lo inabarcable nos empequeñece, pero nos eleva ante un incontrolable síndrome de Sthendal .

Y la pared se construye con ladrillos de pavés, distorsionando los recuerdos a tiempos  y lugares pasados y recorridos, a partir del conjunto de postales y fotografías que ejercen de funambulistas sin vértigo ante la gravedad. El verde frescor de la Alameda o el blanco reflejo del Albaicín acaban adentrándose día a día en un salón cualquiera. ¡Qué jóvenes estábamos!, afirma con melancolía la maestra de enfants.  Aquellos maravillosos años, fotografiados en tecnicolor, acaban siendo supernovas que iluminan a pesar de haber desaparecido.

Y así un hombre cualquiera descubre que su casa tiene las mismas vistas al puerto de La Havre, que Jean Claude Monet disfruto en el 13 de noviembre de 1872, esperando el amanecer de la fílmica norteña.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Lo natural del paraíso



Un hombre cualquiera adopta un bable nivel básico al comprobar su boleto premiado del sorteo meteorológico del Huerna.

Unos desordenados aparejos de pesca apresan recuerdos en tierra firme, sin caducidad ni riesgo de oxidación, sobre la salada superficie del muelle. Entre las redes, los segundos más efímeros se escapan para que lo natural del paraíso se acomode mejor en el fondo del subconsciente y, también, para recubrir panzas y arterias a base de chorizo a la sidra y pantagruélicos "cachopos" bendecidos por la Santina en modo disco - festivo. Por este motivo, el gobierno del Principado financia los carburantes para que los turistas y autóctonos equilibren su sobrepeso y el gasto en gasolina en su viaje de vuelta allende de los Picos de Europa.

Mientras tanto, un arenoso polizón de playa se agazapa, entre los "por si acaso" que dan volumen a los michelines de las maletas, para sedimentar el resto del año junto a las bolas de navidad. Curiosamente, los extremos se tocan. En una dimensión paralela llamada técnicamente 'el altillo', los complementos veraniegos se aglutinan junto a los adornos navideños y demás utensilios estacionales, todo ello, en un anárquico sin dios. Así, en esa realidad paralela, los abetos navideños se decoran por rastrillos y palas de arena, mientras que las bolas de navidad acaban siendo bóvedas sobre castillos de arena con fosos de espumillón azul. ¡Cómo se sube la sidra cuando te levantas del taburete del chigre! Al final, todo esto acabará siendo materia de investigación para el National Geographic.

Y así un hombre cualquiera recupera su lengua materna, cuando alcanza la desértica Meseta, aunque con un chivato acento al que le prestan las nuevas anécdotas del álbum de recuerdos.