lunes, 18 de agosto de 2014

Lo nublado de las vírgulas




Un hombre cualquiera consulta el aburrido parte meteorológico que sólo distingue cirros y nimbos  ante la voluptuosidad de las nubes.

Amaneció sobre la sábana de césped, dónde remoloneó hasta el mediodía. La suave brisa, que refrescaba la escena, accionaba un caleidoscopio de sombras chinescas sobre el paisaje con el volar de las nubes. Su pródiga imaginación descubría en cada cúmulo una humeante cabeza de dragón, un almenado castillo en el aire o una raíz de mandrágora con forma de robot. Tras avistar las perdices del final del cuento, instintivamente se levantó  en busca de algo de desayuno. Su mejilla aún dibujaba la arruga de la almohada.

Fotografía sin título, cedida por Sheila Berrio

Al borde del camino, ajenas a la gravedad, unas precoces moras de finales de agosto acabaron con la huelga de hambre. Y la sed se le olvidó ante el reflejo del arroyo, que le mostró a sí misma con una ceja levantada, cual sorprendida vírgula sobre la letra incorrecta. Un rumor constante y repetitivo le sacó de su ensimismamiento. Un sonriente niño gritaba y corría hacia ella con los brazos abiertos. La yincana había terminado.

Y así un hombre cualquiera le gustaría ser hombre del tiempo para informar sobre imaginativos avistamientos nubosos.

martes, 12 de agosto de 2014

Lo redondo de los reinos



Un hombre cualquiera se deja llevar por las fábulas estivales para viajar a legendarios, ficticios y, sobre todo, reales reinos.

Unas caribeñas coordenadas sirven de brújula a un mapa del tesoro más literario que pecuniario allende los mares. Escorado por el oleaje, un barquito de cáscara de nuez navega hacia un isleño peñasco, tras añadir en el GPS la dirección exacta del destino: 16º 56’ latitud norte y 62º 21’ longitud este. El skyline de la isla no muestra almenas ni torreones a pesar de constituirse en una monarquía absoluta, bajo el tintado cetro de Javier I, filósofo y letrado rey del Reino de Redonda por sus cualidades para la ironía y las letras. Aquí hasta los más feroces republicanos arengarían al rey, sin poner el grito en el cielo.

Una amplia mesa redonda, no podía ser de otra manera, se asienta en primera línea de playa para acoger a la corte de duques, vizcondes y reales oficios del lugar, integrado por un reservado club de ilustres sabios y mentes elevadas de la cultura y del arte de todo el orbe. Por su parte, los insulares súbditos, que en otros tiempos fueron piratas y contrabandistas de los que heredó sus historias y leyendas el Duque de Corso y Real Maestro de Esgrima, hoy se conforman por el alma errante de los utópicos ciudadanos con imaginación. No se necesitan  cartas pueblas, ni el azar del cambio de guardia en las fronteras para arribar al reino, porque el monarca del tiempo descifra los designios de los súbditos de los cuentos al ordenar la anarquía de las sopas de letras. 

Y así un hombre cualquiera naufraga, conscientemente, para que los mensajes erróneos de las botellas no le salven del cuerdo y erudito reinado de Javier Marías.

lunes, 4 de agosto de 2014

Lo inspirado del smog



Un hombre cualquiera imagina que, tras las brumas del smog londinense, el alma de las historias inspiradas a las orillas del Támesis reaparecen en las calles de la ciudad.  

El tintineo de tazas y cucharillas disipan la niebla con el cálido silbido de miles de teteras que imitan a las locomotoras de vapor de Kings Cross, frenando para que los viajeros se apeen en la plataforma 9 ¾. A la misma hora, la Galeria Christie's subasta la hoja policial de un depravado homicida que está especializado en endocrinología victoriana. Sus operaciones provocaron regueros de sangre que salpicaron las fachadas de toda la ciudad. Combinando a la perfección con la sanguinolenta mancha de frambuesa que un curioso niño investiga con la amplificada visión de su lupa, mientras, elementalmente, merienda sentado sobre el primer peldaño del 221B de Baker Street.

"LONDON", cedida por https://www.flickr.com/photos/athelass85/

A la puntual hora del té, una sonriente máscara conspira contra el sistema impuesto por los parlamentarios del Big Ben, desde un turístico kiosco aledaño. Justo frente a las puertas de la cámara británica, dónde cada decisión lucha contra la crónica bipolaridad del doctor Jekyll y Mr. Hyde, se ubica la inmobiliaria de los chupasangres sin escrúpulos que heredaron, a golpe de talonario, las decimonónicas propiedades de un extravagante noble centroeuropeo; quién en busca de la inmortalidad encontró la belleza del amor eterno, aunque sin retratar su hedonismo en caducables lienzos al óleo. La efervescencia de los mitos se extiende con la velocidad de la pólvora, dando la vuelta al mundo en tan solo ochenta días, quemando los apostados ahorros de los miembros del Reform Club

Y así un hombre cualquiera observa la esencia de las historias sobre el reflejo de los charcos que empapan de tinta los adoquines londinenses con las huellas de sus personajes.