lunes, 12 de enero de 2015

Lo huérfano de los consortes

Un hombre cualquiera aterriza sobre la barra del bar del barrio, tras acabar su jornada laboral al oír el silbato de la cantera del Señor Rajuela.

La barra sirve de asiento para su portafolios, que contiene la solicitud del Ministerio de Interior para cursar la petición del pasaporte. También, incluye una ristra de fotos de frente y sin perfil del fotomatón de la estación. La cita para los trámites está echada para convertirse en el primer turista en pisar el estado de Escocia. En casa le espera la maleta con sitio para el whisky de importación y varias memorias fotográficas para retratar a Nessy.  

De pronto, un avance informativo de última hora retiene su atención en el televisor. El presentador anuncia que en el referéndum escocés ha ganado el no a la independencia y, por tanto, Escocia seguirá siendo territorio de Reino Unido. Al final del bar, una desconsolada carcajada llama la atención de un hombre cualquiera. Un parroquiano relleno de aguardiente grita ¡Yo pude ser Rey de Escocia!. El hombre, a pesar de su embriaguez,  atisbó la mirada de incredulidad. A voz en grito explicó que fue pretendiente de Cayetana de Alba y que de haber conseguido la independencia, ella era la heredera del trono escocés. En consecuencia, él habría sido un consorte con acento de Moratalaz y kilt.


Y así un hombre cualquiera observa cómo se desmoronan los castillos de naipes en el aire de reinos muy muy lejanos.

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