lunes, 9 de febrero de 2015

Lo deslumbrante del laberinto


Un hombre cualquiera recuerda el tiempo donde la felicidad se proyectaba a un módico precio cada noche.

El show debe continuar, pero, muchacho, el punto de enfoque lo han perdido. Mejor dicho, se han liberado para proyectar nuevas aventuras en ocho y medio y formato panorámico. No se equivoquen, no es una derrota, porque los que se creen ganadores no sabrán encontrar la salida del laberinto. El proyector será una luz al final del túnel, que les deslumbrara, como cuando le das las largas a un conejo en una carretera secundaria.

Ellos seguirán un camino, que no será fácil, pero lo compartiremos. Cada etapa, cada centímetro necesitara de esfuerzo y tinta, en un guión improvisado, para construir los recuerdos más allá del lugar común que nos unió en una película sin nominaciones a los Goya. Y  llegaremos, exhaustos pero contentos, a un Obradoiro sin compostelana, pero con el gozo del que alcanza el fin del mundo; donde plantearse nuevas metas.

Y así un hombre  cualquiera ensambla los lugares comunes salpicados de felicidad, que la caprichosa memoria recopila sobre una aterciopelada butaca de cine.

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