domingo, 26 de abril de 2015

Lo treki de los canadienses



Un hombre cualquiera siempre se sorprendió ante los emborronados billetes con tatuajes improvisados sobre Benito Pérez Galdós,  que algún rebelde diseñaba contra la devaluación de la peseta.


El operario de la oficina del cambio de divisas del aeropuerto recibe una retocada moneda interplanetaria de un cliente de incógnito, vestido con gabardina, gafas de sol y un maletín de ejecutivo, que antecede en el mostrador a la nerviosa aventurera de las siestas.  El cliente, sin pasaporte marciano ni ticket del parking para el Enterprise, no entiende la curiosa cara del responsable del mostrador al ver sus billetes. Mientras, en twitter, la aventurera de las siestas, ajena al primer acto que se desarrolla a dos metros de ella, cuelga una fotografía de unos billetes de euros bajo el hanstag #montadaeneldolarcanadiense.  


El segundo acto comienza con un plano detalle del billete de cinco dólares canadienses, recreando, con una cuidada técnica patrocinada por bic cristal, el retrato del capitán Spock sobre la efigie de Sir Wilfrid Laurier, séptimo primer ministro de Canadá. Ante tanto nerviosismo, la cartera del misterioso cliente decide lanzarse en caída libre, saliéndose un billete de viaje, a nombre de Leonard Nimoy, para una paradisiaca isla donde vivirá la eternidad junto a Elvis, Kurk Cobain y El Fary. Una sonriente  aventurera de las siestas se despide del misterioso cliente con el universal saludo treki, como metáfora del tercer acto.



Y así un hombre cualquiera propone el puente de Gothan para los billetes de 500 euros por aquello de la ficción.

sábado, 18 de abril de 2015

Capítulo V: Lo inconfundible de las extraordinarias


Un hombre cualquiera tiene la innata capacidad de toparse con humanas extraordinarias y mujeres inconfundibles entre las aulas de Unamuno y las rojizas tierras templarias de la Comarca.


Desconozco los ingredientes de su receta y las medidas de su molde, pero su aroma y sabor son eternos, como el tiempo sobre Roma. Una musa que inspira con el solo sentir del rumor de sus latidos, el caso más empático con esta afirmación se siente, día a día, con la soñadora en pijama. Ella tiene la innata capacidad de ahuyentar a las pesadillas, porque la vida es sueño y los sueños los transmite en riguroso directo a través de sus kilométricas etiquetas de instagram. Esto es, además, un curioso modo de definición de las cualidades que forjan su personalidad y habilidades. Como su secreto trabajo para la TIA, donde asesora al departamento creativo y de eventos del agente Mortadelo. 



En sus ojos se reflejan las estrellas fugaces de Bagdad con cada proyecto que sobrevuela su prolífica imaginación. Se apunta a un bombardeo, convirtiendo a un hombre cualquiera en un Gila, sin teléfono ni enemigo. Pero, él se deja llevar por su contagioso ritmo, aunque nunca le podrá escribir la canción más hermosa del mundo, ya que se le atragantan los sonetos y le tiemblan las piernas, sentado en un taburete de bar, con solo imaginarla susurrar una sola sílaba de la canción. 



Y así un hombre cualquiera aprovecha para dormir a pierna suelta buscando el cálido frescor de los sueños que caracterizan a lo inconfundible de las extraordinarias.




lunes, 13 de abril de 2015

Lo encapsulado de abril



Un hombre cualquiera envía un telegrama contra el olvido con acuse de recibo a la antigua Avenida de la República, ahora Paseo de Felipe VI.


El 14 de abril de 1939 un ermitaño republicano descubrió que la guerra había terminado, los aviones ya no bombardeaban enemigos y los tiros y cañonazos se habían silenciado de la banda sonora de la península. Un huérfano mástil buscaba el abrigo de la tricolor ante las nubes negras que asolaban y oscurecían cada centímetro del valle; sí, la guerra había terminado, pero comenzaba a fraguarse el olvido. Era el día más triste de la república, pero, embargado por el espíritu republicano, el ermitaño descorchó un reserva del 31. Mirando a su alrededor, encontró objetos, escritos y recuerdos que se negaba a exiliar de su lugar de origen.


Entendió que la luz del pasado podía iluminar el futuro y comenzó a recabar aquello que la República le había aportado en su lustro de vida. Su artesanal cápsula del tiempo comenzó a llenarse con lo que había sobrevivido en aquel acorazado búnker: un ajado libro de la Institución Libre de Enseñanza, cómo el que su sobrino se había llevado a Rusia desde el puerto de Bilbao; una factura escrita a mano y en pesetas de las viandas compradas en uno de los puestos del mercado de Guernica; un dorado reloj de cuerda de la joyería Moscú, que había perdido la cordura a la hora del ángelus; un amarillento ticket de entrada para el Prado, del día que descubrió la goyesca metáfora de 'Duelo a Garrotazos';  una poética postal en verso en grito con un simbólico sello de la estatua de la Libertad;  y, cómo no, el corcho del reserva del 31, una cosecha que embriagó con el progreso y la innovación a un pueblo que no supo degustar ese desconocido maridaje.


Y así un hombre cualquiera se propone crear con sus historias reales y experiencias ficticias su particular cápsula del tiempo antes de que le intenten robar el mes de abril.