Un hombre
cualquiera estrena urna y colegio electoral tras empadronarse por las
circunstancias y no por el desarraigo, tomado por el espíritu de Paco Martínez Soria al llegar a la gran ciudad.
En estos
tiempos que Chef, Bestia y Tapón son unos aprendices en el hurto de lo ajeno,
comienza la campaña electoral para gobernar cada reino de taifas. La guerra es
a golpe de encuesta y de discursos sobre papel mojado. Ahora comienza el
verdadero fragor de la batalla con un duelo a garrotazos, pero, en esta ocasión, las
tierras movedizas nos tragaran a todos, sin consentimiento ni permiso, en las postrimerías
de junio. Todo ello, si la huelga de Correos lo permite y si la Oficina del Censo
Electoral suministrara una mágica papeleta con futuro y sin corruptos, al menos
según las promesas programáticas.
Lo bueno
de estas elecciones, y de todas ciertamente, es que nadie pierde, ya que una
derrota aquí se cambia por un pacto allá. Y una victoria allá, equilibra el
batacazo en ultramar. En esta ocasión, un voto cualquiera participará en la
madre de todas las batallas, aunque el resultado este pactado, según los
mentideros de la ciudad que hablan de un reparto "fifty fifty" entre rosas y gaviotas. A la espera del
24 de mayo, la intelectualidad, la indignacion y la justicia se enfrentan,
durante quince días, al abolengo de la nobleza de tecnócratas y salvadores de
la patria. Las lanzas afiladas vibran con el redoble de tambores de guerra. Y aunque el guionista es mas benévolo que George R. R. Martin, la
sangre mutará en tinta hasta acartonar las
promesas de los discursos.
Y
así un hombre cualquiera presencia lo encarnizado de las batallas desde la volátil
barrera de papeletas y sobres.