Un
hombre cualquiera sueña, recurrentemente, que viaja, sin uvas de la ira en el petate, en carruaje
buscando un fuerte abandonado por el séptimo de caballería a la sombra de un
álamo.
El traqueteo del
carruaje sirve de banda sonora original. El viaje se extiende por un vasto
territorio sin fronteras, que se derrite por las inaguantables décimas que
alcanzan el punto de fiebre del oro. El asfixiante calor propone un alto en el
camino ante el valle. Una mirada al paisaje muestra una cinematográfica escena
con un grupo de indios sobre la colina vecina y delante de ellos una inusitada
calma. De repente, una música extradiegética comienza a sonar, los acordes de
'For a few dollars more' dieron inicio a la acción, sin claqueta ni John Wayne.
Cuando el sol
alcanzó su máximo cenit, el grupo se lanza sobre la llanura para tomar el
convoy. Todo estaba preparado; los caballos listos para la carrera ante la
pendiente y los arcos tensados con el carcaj cargado de flechas. Un lejano
rumor da la voz de alarma. El polvo provocado por el galope de los asaltantes
y el infernal ruido del tren dieron lugar a la anarquía. El fragor de la
batalla, de repente, se plastificó sin vida ni virulencia. La madre de David
paralizó la contienda hasta después de la merienda. Un acuerdo de paz
unilateral, pero con mayor poder que cualquier Tratado de Versalles
Y así un hombre
cualquiera encuentra varado, en una escondida cueva, un Delorean para regresar al futuro sin
juegos de niños a media tarde.
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