viernes, 18 de septiembre de 2015

Lo alborotador de las sillas



Un hombre cualquiera descubre una silla con altavoz y sin dueño en la plaza de las Naciones de Ginebra.

Los silenciados gritos de Assage, Snowden y Manning resuenan sobre el cuello de la botella. ¿Algo que decir? Esta cuestión titula la escultura de Dormino que preside las reivindicaciones sobre la libertad individual frente a las restricciones gubernamentales. El mensaje sale de la botella y se sube a la silla para clamar e imprecar contra las maquilladas democracias. Mientras, las imprentas escupen las promesas electorales en forman de cartel. Dichas promesas impregnan la celulosa hasta convertirlas en papel mojado. Los ríos de tinta no alcanzan el asiento y los alborotadores se convierten en futuros faros del presente.

Y el pensamiento asciende de la silla a la mesa. Las mesas alzan aún más las voces porque el pensamiento se nutre con lo aprendido sobre los pupitres. Necesitamos más aulas como las de la Welton Academy y la ilusionante pedagogía de John Keating. ¡Oh capitán, mi capitán! El susurro baña las escuelas sobre cuyas mesas se asentarán las urnas.

Y así un hombre cualquiera busca la pata perdida de la 'Broken Chair' para subirse a protestar con los pies en la tierra.

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