jueves, 23 de julio de 2015

Lo certero del cabrito


Un hombre cualquiera escucha absorto la sintonía de 'Se ha escrito un crimen' en el tono de móvil del  cartero, mientras éste llama, insistentemente, por segunda vez al telefonillo.

El incómodo cadáver del mediador familiar ocupaba media alfombra del salón. El estratégico aparador de roble macizo le había deformado la cara, después de recibir el certero golpe a la altura de la quinta vértebra. Sentado sobre la butaca, el padre se preguntaba cómo deshacerse del cuerpo, mientras la pata congelada de cabrito se asaba, lentamente, hasta ablandar la prueba principal del homicidio. Las instrucciones del libro de recetas eran minuciosas, hasta alcanzar el sublime grado de cocción del estilo de Dahl.

"BRUJAS", cedido por https://www.flickr.com/photos/saulgobio/15560687931/

La parsimonia y la ceguera de la justicia le propiciarían vivir sin miramientos, a pesar de que las canas salpicaran la memoria y el olvido. A pesar del tiempo, el roble seguiría señalándole acusadoramente desde la palestra del parque, al otro lado del cómplice silencio del asfalto. El cargo de conciencia inculpa sin necesidad de maza ni toga. El timbre del horno le devolvió de su ensimismada mirada sobre la carta del juzgado, que cancelaba la vista por falta de pruebas.

Y así un hombre cualquiera espera que Jessica Fletcher aparezca para resolver el presunto asesinato acaecido con nocturnidad y alevosía.
 

lunes, 13 de julio de 2015

Lo puntiagudo de los acuerdos



Un hombre cualquiera observa desde el balcón el cerrado por San Fermín del afrancesado estanco La Estafeta.

Hoy es 14 de julio. Margot ilumina los adoquines del casco viejo con un resplandeciente atuendo blanco con fajín y pañuelo carmesí, todo ello, a juego con la tricolor francesa sobre la mejilla izquierda. Desde hace más de 27 años cuenta con un acuerdo, apuntalado por las puntiagudas astas de un miura zaino, con su marido, Fermín; un jocoso pamplonica con nombre de santo y un corazón tan grande que se oye latir desde la cuesta de Santo Domingo, a pesar de que esté a miles de kilómetros de Iruña. El estable contrato conyugal rubrica que Margot y Fermín acudirán  a la patria grande de la primera y a la patria chica del segundo cada año alterno sin intromisión bisiesta, es decir, que un año ensalzarán la libertad, la igualdad y la fraternidad y que otro año pedirán la bendición del santo.

Margot aprovecha un descanso, refrescándose en una abarrotada terraza de la plaza del Castillo, para felicitar a los suyos al otro lado de los Pirineos. Los galos brindan al unísono, como en una pantagruélica comida al estilo de Obelix, provocando el jubiloso chapoteo del burdeos dentro de la claridad de Bohemia. Mientras, en Pamplona, un entristecido pelotón de discípulos alzan su pañuelo al santo, entonando el '¡Pobre de mi...!', porque quedan 358 días para el próximo San Fermín.

Y así un hombre cualquiera imagina las velas en la plaza del Ayuntamiento, recortando a golpe de guillotina las últimas horas de la semana grande.

Otro 14 de julio...