Un hombre cualquiera
encuentra las fotos de una peculiar tarde en el museo con la fílmica norteña.
Las fotografías son
dos. Un atípico paisaje soleado asturiano. Y un selfie de ambos dos y de Pícara.
La tercera protagonista del selfie es una inmaculada West Highland Terrier,
educada en la Mansión X. Y aprovechando la salida vespertina de la mascota por
el Parque de Ferrara, me pongo al día con la fílmica norteña. Obviamente, la
conversación deriva en una animada disertación sobre lo divino y lo humano. Mientras,
Picara, alimentada por un desbordado instinto animal, se dedica a retozar sobre
el prado y a investigar entre los floridos arbustos de los jardines. El blanco
pelaje queda más bien verde como un improvisado camuflaje zurcido con flores y
hojas por doquier.
Unos pasos más
adelante, Pícara cansada del ejercicio realizado, decide sentarse, de cara a
nosotros, en un banco de piedra del
parque. A su lado, ojiplático, le miraba un turista que descansaba, quizá tras
su particular búsqueda de Vicky o Cristina El hombre, impresionado por el
aspecto y el lugar de descanso elegido por el perro, no para de hacerle fotos.
Cuando llegamos al banco, la fílmica norteña ordenó a Pícara que se bajara del
banco, pero el turista se lo impidió. El motivo era que le recordaba a su
mascota que reside en Bilbao y que, además, había diseñado él mismo. ¿Diseñado?
Pensando que era un pirado trotamundos, ambos nos miramos y le devolvimos una
interrogativa mirada. El turista soltó una carcajada. Con un curioso acento
bilbaíno sobre su deje anglosajón, el turista comenzó a explicarse que si su Terrier
mide 13 metros sentado, que si el pelaje es verde, que si se llama Puppy y que
si trabaja como cancerbero del Guggenheim. Y allí descubrimos a Jeff Koons.
Y así un hombre cualquiera espera
ansioso una audioguía personalizada por la fílmica norteña para el Museo
Guggenheim.
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