martes, 8 de marzo de 2016

Lo conformista de Europa




Un hombre cualquiera se para por un consciente ataque de insomnio en mitad de la asesina rutina, frente a la ría, cuando casi todos duermen.

Allí esta ella ajena a lo que le incómoda. La insensata Europa duerme tranquila una fría noche de invierno. El gas de Oriente Medio le calienta la estancia; las sábanas made in Vietnam le arropan su hipocresía; los plumones de una migratoria ave africana le hacen descansar una cabeza llena de pájaros; y las letras de un drama político latinoamericano dormitan sobre la mesita de noche. Pero la teñida rubia a lo Marilyn Monroe, ajena a las aparentemente lejanas realidades, sufre, como castigo, de incendiarias pesadillas que le queman la conciencia y el bienestar.


La oscuridad de Niemeyer, un hombre cualquiera

Las llamas de las hogueras de los exiliados sirios iluminan la desolación, al otro lado del frío metal de las fronteras. Los fusiles de los guardianes tiemblan ante las avalanchas y se cargan con el miedo a perder lo robado. Y mientras ella duerme, consiente el fragor de las batallas que siguen alimentando los bolsillos sin razón ni corazón. 

Y así un hombre cualquiera se acerca a la orilla del mar para soñar despierto con una forma de desanudar la compleja realidad.

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