lunes, 18 de abril de 2016

Lo feliz de los brindis




Un hombre cualquiera imagina a la trotamundos sureña, vestida con un lujoso sari, bajar de la bodega del Airbus500 a lomos de un paquidermo indio (Elephas maximus indicus)


La celebración del final del Viaje a Darjeeling se extendió más de siete leguas a la redonda. La alegría coloreaba a propios y extraños como el polvo del Holi  para recibir la primavera. Y el calor de la felicidad en ebullición parecía haber convertido los bancos en asientos de faquir, porque nadie quería sentarse. Y es que la felicidad es un mausoleo de recuerdos, blanco e impresionante como el Taj Mahal. Tan impresionante como nuestra celebración que se debió sentir hasta en la India, pacíficamente, eso sí como nos enseñó Ghandi.


Mientras esperamos a las copas de después, la trotamundos sureña nos explica que los británicos inventaron el gintonic contra la malaria, durante la decimonónica colonización. Los soldados de su graciosa majestad, destinados a las Indias orientales, caían como moscas ante dicha enfermedad. La quinina de la futura tónica ayudaba a curarles, pero el amargo sabor era todo un suplicio. Así que, bendecidos por Shiva, decidieron mezclarlo con ginebra. El final de la historia acabo con un brindis por la trotamundos sureña, contra la malaria y, cómo no, con un desbordante gintonic. Era el 9 de abril, el día internacional del gintonic. Eso si removido, no agitado; parafraseando al británico agente 007 al servicio de Helen Mirren (The Queen). La cuenta de los brindis fue creciendo inversamente proporcional a las monedas y billetes de las carteras. Nos quedamos sin una sola rupia en los bolsillos.


Y así un hombre cualquiera busca un hogar amplio, luminoso y sin ratones para un apacible elefante indio, sólo hasta su próxima aventura, bajo el sol de Algeciras, a finales de julio de 2017.

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