Un hombre cualquiera
imagina a la trotamundos sureña, vestida con un lujoso sari, bajar de la bodega
del Airbus500 a lomos de un paquidermo indio (Elephas maximus indicus)
La celebración del final del Viaje a Darjeeling se extendió más de siete
leguas a la redonda. La alegría coloreaba a propios y extraños como el polvo
del Holi para recibir la primavera. Y el
calor de la felicidad en ebullición parecía haber convertido los bancos en
asientos de faquir, porque nadie quería sentarse. Y es que la felicidad es un mausoleo
de recuerdos, blanco e impresionante como el Taj Mahal. Tan impresionante como
nuestra celebración que se debió sentir hasta en la India, pacíficamente, eso
sí como nos enseñó Ghandi.
Mientras esperamos a las copas de después, la trotamundos sureña nos explica
que los británicos inventaron el gintonic contra la malaria, durante la decimonónica
colonización. Los soldados de su graciosa majestad, destinados a las Indias
orientales, caían como moscas ante dicha enfermedad. La quinina de la futura
tónica ayudaba a curarles, pero el amargo sabor era todo un suplicio. Así que,
bendecidos por Shiva, decidieron mezclarlo con ginebra. El final de la historia
acabo con un brindis por la trotamundos sureña, contra la malaria y, cómo no,
con un desbordante gintonic. Era el 9 de abril, el día internacional del gintonic.
Eso si removido, no agitado; parafraseando al británico agente 007 al servicio de
Helen Mirren (The Queen). La cuenta de los brindis fue creciendo inversamente
proporcional a las monedas y billetes de las carteras. Nos quedamos sin una
sola rupia en los bolsillos.
Y así un hombre
cualquiera busca un hogar amplio, luminoso y sin ratones para un apacible
elefante indio, sólo hasta su próxima aventura, bajo el sol de Algeciras, a
finales de julio de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario