Un hombre cualquiera
no usa cascos de música por la calle para reconocer el sonido que envuelve los
lugares por los que pasa.
"Aún quedan
levísimos atisbos de civilización en este brutal matadero, que en su día fue
conocido como humanidad", M. Gustave, recepcionista del Gran Hotel
Budapest. La humanidad es difícil de encontrar en la oscuridad de las cloacas,
ya sea en la ferocidad de la guerra o en el más cotidiano egoísmo del día a
día. Lo deshumanizado de las bestias obedece a la ausencia de los sentimientos,
que se esconden tras los avivados instintos. ¡Sólo queda encomendarse a Santa
Bárbara! Más allá de la música, que amansa a las fieras; el resto de artes
tienen la misma capacidad para apaciguarlas. A través de los sentimientos, la
materia prima de los artistas, se muestra la esencia de la humanidad.
'Lonely bird', cedida por Alicia Rey |
Un afinado violín
resuena por los pasillos subterráneos. El sonido emana de una anciana pareja de
músicos callejeros. Él toca el violín y ella, a su lado, le va pasando,
calladamente, las hojas de la partitura que descansan sobre el atril. Cuando
alguna moneda alcanza el estuche del prototipo de Antonio Stradivari, ella
asiente con una sonrisa y él, si la concentración sobre el pentagrama lo
permite, le acompaña con el mismo gesto. La escena sorprende al paso despistado
de los transeúntes aminorando su estrés, relajando su cabreo y rescatando su
humanidad. Así, el rítmico rasgado de la cinta sobre las cuerdas resucita un
levísimo atisbo de civilización.
Y así un hombre
cualquiera se crea un mapa de los sonidos de la ciudad para componer sus
recuerdos con una banda sonora.
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