Un hombre cualquiera
se despierta cada 13 de noviembre con un intenso y molesto olor a petróleo, que
le impregna de tristeza.
Costa da Morte, 13
de noviembre de 2002. La oscura sombra de la parca, una vez más, mancha con su
pena una costa harta de hundimientos, que le han acabado otorgando su mortífero
nombre. En esta ocasión la expiración fue de un petrolero monocasco que se desangró
durante una semana, litro a litro en pleno Atlántico, salpicándolo todo desde
el norte de Portugal hasta el sur de Francia. Los viscosos hilillos de plastilina,
que salían del corazón del barco, se escurrían entre las irresponsables soluciones
del gobierno de Aznar y, hoy en día, siguen inundando de petróleo las sábanas de
los fantasmas que deambulan en las estancias del Palacio de la Moncloa. De
entonces sólo queda el "prestigio" de los miles de voluntarios que
escribieron, blanco sobre negro, solidaridad para aminorar la tragedia sobre
playas, rocas y rías. ¡Nunca Máis!
Londres, 23 de junio
de 2016. David Cameron anuncia la victoria del referéndum para la salida del
Reino Unido de la Unión Europea. Las consecuencias del resultado pondrán en
práctica el efecto mariposa de Edward Lorenz y la moraleja de Babel de González
Iñarritu: "el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al
otro lado del mundo". El barco Prestige, inscrito en el registro naval
griego, fue botado en el mar de Japón por un dueño oriundo de Liberia. Las
bodegas del petrolero se cargaron por una compañía rusa, que navegaba, camino
de Singapur, bajo los colores de la bandera de Bahamas. Todo ello asegurado por
una empresa londinense. Años después, el aleteo del Brexit convierte en papel
mojado las directrices medioambientales de la Unión Europea y la aseguradora puede
eludir del pago de la indemnización por los daños (4.328 millones de euros) sobre
las playas y rías gallegas.
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