Un hombre cualquiera le gusta celebrar los solsticios como mitades de un todo que cierra el círculo.
Veintitrés de junio. El solsticio de
verano se celebra con la noche más corta del año. Curiosamente una fiesta
relacionada con el sol que se celebra sin alevosía, pero con nocturnidad. El
calor del sol muta en la incandescencia de las hogueras y la celebración sirve
para redimir los pecados y ahuyentar los malos augurios. Cuando comienza a
amanecer, los fastos se agotan y los sueños comienzan a gestarse.
Treinta y uno de diciembre. El
solsticio de invierno, en rigor, se produce una semana antes, pero la
celebración aguarda al cambio de año. Curiosamente la fiesta comienza en la
Puerta del Sol con nocturnidad y alevosía, extendiéndose en todas
direcciones varias leguas a la redonda. El calor del sol se materializa en las
burbujas de las bebidas espirituosas que encauzan los deseos y los propósitos
para el nuevo año.
Y así un hombre cualquiera se compra
un compás para redondear los planes para el nuevo año. ¡Feliz 2017!
No hay comentarios:
Publicar un comentario