jueves, 30 de junio de 2016

Lo incalculable del carmín




Un hombre cualquiera se despierta sonriente, otro 30 de junio, con la fechada pelota de béisbol en la mano tras el vuelo que evito el tercer strike.

Era el último día de junio cuando la hoja del calendario contaba las horas para estrenar un veraniego julio. Habíamos llegado con tiempo al estadio, tras aparcar el chevrolet en el parking aledaño. Un burlón saludo de los aficionados de los Philadelphia Pillies nos hizo reír de camino a la puerta. La soñadora en pijama vestía unos vaqueros azules y la camiseta de los Brooklin Dodgers. En su bolso el pintalabios esperaba celebrarme con sus besos las carreras de Billy Herman. Al entrar a la grada, las cámaras de la WNBC tomaba imágenes de los asistentes, mientras los comentaristas leían las alineaciones de ambos equipos.

Aprovechamos el descanso para compartir un merecido sándwich de pastrami con mostaza y pepinillos picados. Y, mientras, la WNBC emitía el primer anuncio televisado. "Estados Unidos corre en el tiempo de Bulova" servía para animar a los estadounidenses a medir su tiempo con los relojes de la marca. Tras el descanso,  el partido continuó. Un tiro forzado acabó en el guante del catcher y el árbitro marcó el primer strike. La afición alentó al bateador que golpeó la bola duramente. El vuelo proyecto una parábola perfecta hasta nuestros asientos en la grada. Al unísono recogimos la pequeña esfera maleada a retazos por cada punto batallado. Y Billy consiguió el homerum y el carmín de la soñadora en pijama me firmó aquella victoria por debajo del bigote. 

Y así un hombre cualquiera guarda, como un tesoro, la pelota con un 31 marcado a carmín sobre la cubierta con un valor sentimentalmente incalculable y subiendo

domingo, 19 de junio de 2016

Lo achicado de las patrias



Un hombre cualquiera observa su reflejo en el Bernesga desde el puente de los leones, antes de mezclar su rostro con los de sus paisanos por la calle de Ordoño.


Incluso los apátridas tiene una inconfesable y oculta patria chica donde poder refugiarse ante las inclemencias del destino. Allí, en mitad del camino, acampa la Legio VII Gemina a la espera, entre otros muchos, de su Genarín, sus Quijano y nuestro Durruti. Tantas miradas como vidas con sus personales interpretaciones de la Ley Campoamor. Todos y cada uno de los hijos de la ciudad colorean la historia según la visión particular del cristal por el que miran. Y todos conforman una multicolor vidriera que se conjuga en primera persona del plural. La fugacidad del tiempo se sigue midiendo por las indicaciones del mensario del Panteón de los Reyes; independientemente de ser simples plebeyos, revolucionarios o hasta el mismo imperator.

 
"Catedral Vidrieras XII", cedido por https://www.flickr.com/photos/athelass85/


El peregrino descansa en el crucero de San Marcos, soñando con la libertad de Quevedo y la de todos aquellos cautivos que defendieron sus ideas entre  rejas sin poder ver los tejados que recortan el azul del cielo. Una silueta de la ciudad que dibujó Gaudí, plácidamente sentado, frente a Botines. Un skyline que comienza a 68 metros sobre el suelo en lo alto de la torre del reloj de la catedral, serpentea por los tejados y buhardillas del barrio húmedo y se colorea sobre la azotea del Musac, terminando en el gallo de la veleta de San Isidoro, que señala más allá del horizonte hasta dónde puede llegar un leonés cualquiera. Y, cada 23 de junio, el humo de las hogueras de San Juan esparcen la celebración sin límites ni fronteras.


Y así hombre cualquiera degusta, placenteramente, la cecina y la morcilla, mientras el cancerbero Guzmán vigila la ciudad y aconseja con su dedo índice que "si no te gusta León, por ahí se va a la estación "

lunes, 6 de junio de 2016

Lo indefenso del arte




Un hombre cualquiera es alertado por el avistamiento del arca de Noé y del holandés errante en mitad de un improvisado y marítimo París.


París, junio de 2016. El desbordamiento del rio Sena ahoga la vida de la ciudad entre la torre Eiffel y la pirámide invertida de Ieoh Ming Pei. La subida del nivel del agua amenaza con oxidar los románticos candados del Ponts des Arts. Y ni siquiera los adoquines de la puerta del Louvre sirven de dique para impedir que la Gioconda o la Venus de Milo se empapen con la crecida. ¡Al rescate!, gritan un grupo de 100 voluntarios, que por amor al arte, acuden a socorrer a los enmarcados y cincelados habitantes de la pinacoteca parisina. Sin duda, lo indefenso del arte necesita cobijo, contra viento y marea,  ante las amenazas meteorológicas y naturales.

Sin título, cedida por https://www.flickr.com/photos/athelass85/



Madrid, julio de 1936. El desbordamiento de las ideas acaban anegando la razón. El conflicto civil que se proclamó el 18 de julio de 1936 supuso una lucha fratricida contra todo y sobre todos. Entre otros millones de damnificados, los Velázquez, Goya y demás almas artísticas del Prado se vieron naufragando en mitad de un mar de barbarie y bombas. ¡Al rescate!. La Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico atrincheró las estatuas de los pintores para que vigilarán las puertas de la casa y embalaron sus obras para partir en una caravana de convoyes camino de un pacífico Mediterráneo. Sin duda, lo indefenso del arte necesita amparo ante los ataques de la enajenada munición de las armas y las ideas sin destino ni cordura.   


Y así un hombre cualquiera se hace con un bote salvavidas contra los desconocidos diluvios universales y los ataques piratas.