miércoles, 25 de enero de 2017

Lo temeroso de los poderosos



Un hombre cualquiera sufre el insomnio por culpa del jet lag tras la investidura del nuevo inquilino de la Casa Blanca.

La primera noche en la Casa Blanca no debe dormirla ningún nuevo presidente. La alta seguridad debería ser un aliciente para dormir a pierna suelta, pero toda una confluencia de motivos lo impide. El colchón no está adaptado al cuerpo. Los nervios no permiten pegar ojo, siendo la fase Rem solo un grupo de música. Además, la mente del presidente nunca duerme, preocupada por las continuas amenazas al mundo libre. Y hasta el aislamiento que impide que cualquier ruido turbe el sueño, de tan bueno resulta hasta incómodo por no oírse, absolutamente, nada. Pero, la imposibilidad de dormir la primera noche en la Casa Blanca es un problema que va más allá, mejor dicho, es un problema del más allá. (La siguiente frase hay que leerla con voz de Iker Jiménez). El sueño presidencial depende de los fantasmas de la Casa Blanca, ¿verdad Carmen?.


"Desmontando la Casa Blanca", un hombre cualquiera

La madrugada del 21 de enero fue la primera noche del 45º Presidente de Estados Unidos en su nuevo hogar. Una noche toledana,  porque el cansancio provocado por los fastos será un leve vahído frente al fantasmagórico insomnio que sufrió. Ni el maquillaje difuminó el grisáceo de las ojeras al día siguiente, y, mucho menos, el futuro que sigue balanceándose sobre la cuerda floja con cada nueva declaración del comandante en jefe. Según un cercano miembro de la CIA, los hechos ocurrieron así: tras el nombramiento oficial y los tristes festejos por su presidencia, la caravana presidencial alcanzó el 1600 Pennsylvania Ave. Un agotado mandatario se dirigió a los aposentos tambaleándose por el embriagado sabor del poder, pero el descanso no estaba en agenda esa noche. Al apagarse las luces, un enfurecido George Washington apareció, violentamente, para desahuciar al nuevo presidente, como si fuera un invasor que quisiera volver a quemar la residencia presidencial. De fondo, el violín de Jefferson percutía la inquietante BSO de Psicosis erizando el vello del nuevo inquilino. Los gritos y la música se calmaron con un aterrador silencio. Todo volvió a la penumbra con una ojiplática estatua rubia sobre las sábanas de seda. En caída libre desde el dosel apareció en escena Lincoln. Sin esperar a la réplica, le dijo al republicano: 'No vayas al teatro' y apuntándole con la mano soltó el sonido de un disparo. ¡PUM! Los forcejeos en la puerta dieron paso a los fusiles de los guardias de seguridad, que entraron en la habitación con un asustado e insomne presidente pidiendo la renuncia.

Y así un hombre cualquiera sueña con una escena de ciencia ficción que titularía lo temeroso de los poderosos.




domingo, 8 de enero de 2017

Lo prolífico de la ilusión

Una soñadora en pijama permanece dormitando a pierna suelta sobre la isla de Langeoog, mientras, a su lado, un hombre cualquiera se despierta temprano la mañana de reyes.

Desde la ventana de la cocina, el aroma del café templaba la vista al mar del Norte, condensando el vapor sobre la ventana. El silencio de la casa sólo se perturbaba por el avance del segundero. Aún eran las 8:00 de la mañana. Bajo el árbol esperaban el oro, el incienso y la mirra. Dado la temprana hora y la calma de la casa, se enfundó el anorak y la bufanda para pasear unos minutos a pie de playa. El temporal de los días previos había hecho impracticables los alrededores del mar, la belleza del caos.

"Desayuno infantil", un hombre cualquiera

Justo antes de pisar la arena paró en seco. Una invasión multicolor había colonizado la orilla de la playa. La curiosidad le hizo acercarse, lentamente, hasta descubrir miles de recipientes de plástico de colores, de esos que laten de ilusión en el interior de los huevos Kinder. La soledad de la playa le sirvió para fotografiar la involuntaria invasión y, después confesaría, que llenó los bolsillos del anorak de regalos para la soñadora en pijama. Tras dar la voz de alarma, la playa se llenó de niños, viviendo su más prolífica mañana de reyes. Un artículo del diario local dulcificó el accidente marítimo adjudicando a los reyes magos las sorpresas de la chocolatera Kinder Ferrero, que habían naufragado la madrugada del seis de enero camino de Bremen en pleno mar del Norte.

Y así una soñadora en pijama aparta el oro, el incienso y la mirra para descubrir los juguetes que atesoran los dulces del repostero Ferrero.

Hundimiento de Langeoog: