Un hombre cualquiera sufre el insomnio por culpa del
jet lag tras la investidura del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
La primera noche en la Casa Blanca no debe dormirla ningún
nuevo presidente. La alta seguridad debería ser un aliciente para dormir a
pierna suelta, pero toda una confluencia de motivos lo impide. El colchón no
está adaptado al cuerpo. Los nervios no permiten pegar ojo, siendo la fase Rem
solo un grupo de música. Además, la mente del presidente nunca duerme,
preocupada por las continuas amenazas al mundo libre. Y hasta el aislamiento
que impide que cualquier ruido turbe el sueño, de tan bueno resulta hasta
incómodo por no oírse, absolutamente, nada. Pero, la imposibilidad de dormir la
primera noche en la Casa Blanca es un problema que va más allá, mejor dicho, es
un problema del más allá. (La siguiente frase hay que leerla con voz de Iker
Jiménez). El sueño presidencial depende de los fantasmas de la Casa Blanca,
¿verdad Carmen?.
"Desmontando la Casa Blanca", un hombre cualquiera |
La madrugada del 21 de enero fue la primera noche del 45º
Presidente de Estados Unidos en su nuevo hogar. Una noche toledana, porque el cansancio provocado por los fastos
será un leve vahído frente al fantasmagórico insomnio que sufrió. Ni el
maquillaje difuminó el grisáceo de las ojeras al día siguiente, y, mucho menos,
el futuro que sigue balanceándose sobre la cuerda floja con cada nueva
declaración del comandante en jefe. Según un cercano miembro de la CIA, los
hechos ocurrieron así: tras el nombramiento oficial y los tristes festejos por
su presidencia, la caravana presidencial alcanzó el 1600 Pennsylvania Ave. Un
agotado mandatario se dirigió a los aposentos tambaleándose por el embriagado
sabor del poder, pero el descanso no estaba en agenda esa noche. Al apagarse
las luces, un enfurecido George Washington apareció, violentamente, para
desahuciar al nuevo presidente, como si fuera un invasor que quisiera volver a
quemar la residencia presidencial. De fondo, el violín de Jefferson
percutía la inquietante BSO de Psicosis erizando el vello del nuevo inquilino.
Los gritos y la música se calmaron con un aterrador silencio. Todo volvió a la
penumbra con una ojiplática estatua rubia sobre las sábanas de seda. En caída
libre desde el dosel apareció en escena Lincoln. Sin esperar a la
réplica, le dijo al republicano: 'No vayas al teatro' y apuntándole con la mano
soltó el sonido de un disparo. ¡PUM! Los forcejeos en la puerta dieron paso a
los fusiles de los guardias de seguridad, que entraron en la habitación con un
asustado e insomne presidente pidiendo la renuncia.
Y así un hombre cualquiera sueña con una escena de
ciencia ficción que titularía lo temeroso de los poderosos.