Un hombre cualquiera recuerda el día
que descubrió lo moldeable de las nubes con la sola ayuda de la imaginación.
Los bocadillos dejaron de nutrir el
estómago para alimentar la mente con la lectura de los pensamientos dibujados
en los cómics. Y todo con la forma de un nube, porque cuando sobrevolamos nuestros
pensamientos, de alguna forma, estamos sobre altos cúmulos, cirros y estratos.
Allí, a miles de pies sobre el suelo somos capaces de habitar realidades
pasadas o, mejor aún, colonizar ficciones futuras.
Sexenio imaginado, un hombre cualquiera |
Y aún sin levantar ni medio palmo
sobre el suelo, un niño cualquiera, acostado sobre el césped, podía descifrar
las formas de las nubes hasta que el sueño le hacía volar sobre sus pensamientos
o, hasta que la hora para el bocadillo le despiertaba de la ensoñación. Aquello
sí que era estar en las nubes, mientras los pies solo rozaban levemente el
suelo.
Y así un hombre cualquiera moldea la
tarta de merengue sobre la que escribir las nuevas historias… para soplar las
velas de su sexto cumpleaños.
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