Un hombre cualquiera se sienta en el
sofá y el mando a distancia le traslada a 1986, mientras Miguel Ríos entona un
rockero Cuéntame.
Posiblemente fuera una de las
primeras clases de Historia cuando el profesor preguntó: "¿Hay alguna duda
sobre lo explicado?". Casi sin levantar la cabeza se puso a recoger, pero
su plan de huida quedó abortado por el alumno de la tercera fila: "¿Cuánto
tiempo tiene que pasar para que un acontecimiento se convierta en hecho
histórico?". El profesor siguió cabizbajo y situando la ubicación del
alumno a través de las ondas de su voz le replicó: "El tiempo que las
autoridades estimen oportuno; incluso hay hechos pasados que todavía, o peor
aún, nunca ocurrieron para el común de los mortales". Agarró su maletín de
color camel y salió del aula.
El pasado mes de noviembre, el Partido
Nacionalista Vasco presentó una moción en el Congreso para actualizar la Ley de
Secretos Oficiales, reformada por las postrimerías de mayo del 68. Sí, la
última versión de esta ley proviene de la dictadura franquista. Los dos
partidos mayoritarios (únicos hasta el momento en el gobierno del Estado) se
niegan a la reforma y han aplazado las enmiendas a la ley hasta en 14
ocasiones. Obviamente, por razones de seguridad, gestión gubernamental y otros
intereses más oscuros, un gobierno debe tener derecho a preservar materias
hasta pasado un tiempo prudencial. Pero, ¿Cuánto tiempo debe masticarse un secreto
hasta que estalle como una burbuja de chicle?. Al menos el PNV ha iniciado el
proceso para que las materias secretas se puedan desclasificar cada 25 años o
que cada 10 años se puedan publicar las materias reservadas. ¿Hasta cuándo
podrán acallar los secretos?
Y así un hombre cualquiera imagina
como cambiarían las tramas de Cuéntame con la desclasificación de los secretos
que duermen bajo las baldosas de la Moncloa y las alfombras del Salón de los
Pasos Perdidos.