jueves, 25 de mayo de 2017

Lo silenciado de los secretos




Un hombre cualquiera se sienta en el sofá y el mando a distancia le traslada a 1986, mientras Miguel Ríos entona un rockero Cuéntame.

Posiblemente fuera una de las primeras clases de Historia cuando el profesor preguntó: "¿Hay alguna duda sobre lo explicado?". Casi sin levantar la cabeza se puso a recoger, pero su plan de huida quedó abortado por el alumno de la tercera fila: "¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que un acontecimiento se convierta en hecho histórico?". El profesor siguió cabizbajo y situando la ubicación del alumno a través de las ondas de su voz le replicó: "El tiempo que las autoridades estimen oportuno; incluso hay hechos pasados que todavía, o peor aún, nunca ocurrieron para el común de los mortales". Agarró su maletín de color camel y salió del aula.

El pasado mes de noviembre, el Partido Nacionalista Vasco presentó una moción en el Congreso para actualizar la Ley de Secretos Oficiales, reformada por las postrimerías de mayo del 68. Sí, la última versión de esta ley proviene de la dictadura franquista. Los dos partidos mayoritarios (únicos hasta el momento en el gobierno del Estado) se niegan a la reforma y han aplazado las enmiendas a la ley hasta en 14 ocasiones. Obviamente, por razones de seguridad, gestión gubernamental y otros intereses más oscuros, un gobierno debe tener derecho a preservar materias hasta pasado un tiempo prudencial. Pero, ¿Cuánto tiempo debe masticarse un secreto hasta que estalle como una burbuja de chicle?. Al menos el PNV ha iniciado el proceso para que las materias secretas se puedan desclasificar cada 25 años o que cada 10 años se puedan publicar las materias reservadas. ¿Hasta cuándo podrán acallar los secretos?

Y así un hombre cualquiera imagina como cambiarían las tramas de Cuéntame con la desclasificación de los secretos que duermen bajo las baldosas de la Moncloa y las alfombras del Salón de los Pasos Perdidos.

martes, 9 de mayo de 2017

Lo improvisado de la nevera




Un hombre cualquiera encuentra un recetario francés de los tiempos de la resistencia en una antigua librería.

5 de mayo de 2017. Greenpeace, esa voz de Pepito Grillo por la defensa del medio ambiente, se moja a veinte metros sobre las urnas de París. En silencio gritan desde una gigantesca pancarta que valora el presente de la revolución francesa con los eternos: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Y mientras, el faro Eiffel ilumina el camino a los colegios electorales de cada francés para desfondar en la playa, antes de desguazar las naves frente al rocoso acantilado.

7 de mayo de 2017. Matthias Fekl, toma aire frente a la prensa en el centro de datos del Ministerio de Interior, antes de dar los resultados de la segunda vuelta de las presidenciales. La vástiga chovinista y el salvador liberal esperan la derrota de su oponente para tomar las riendas del Élysée. Y los jinetes de La Casa Blanca, El Kremlin, Downing Street o del propio Vaticano esperan que los herederos de De Gaulle apuestan por la carrera en el hipódromo frente al peligroso cuerpo a cuerpo en campo abierto.

Y así un hombre cualquiera apaña un improvisado menú gabacho con los restos que el festín dejó en las tres baldas de la nevera