viernes, 23 de junio de 2017

Lo deseado de los olivos



Un hombre cualquiera se pierde vestido de escocés por los cerros de Úbeda en plena noche de San Juan.

Sin GPS y con una brújula que ha perdido el norte, la única opción es guiarse por las primeras señales de humo a la caída de la noche. Los deseos se consumen en las hogueras y se volatilizan en el humo que embriaga los centenares de hectáreas de olivares a la redonda. Al fondo del campo se intuyen unas luces de fiesta y la brisa se envuelve parsimoniosa entorno a él, como la marcha nupcial camino del altar.

El sueño de una noche de verano se escribe sobre el vestido de la novia con los propósitos escritos en primera persona del plural. Los invitados sofocan el calor de la hoguera con los brindis por los recién casados. Y los deseos pedidos, por cada uno de ellos, se esconden en los destellos de las pupilas, antes de interiorizarse tras los párpados. Los novios, ya marido y mujer, extasiados por la magia del momento se miran conscientes de que comienza la primera noche del resto de sus vidas.

Y así un hombre cualquiera encuentra el camino de la felicidad al cuadrar la esfera de la brújula sobre el estampado de la falda escocesa.

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