sábado, 26 de agosto de 2017

Lo asombrado de la conspiración



Un hombre cualquiera gusta de imaginar realidades alternativas, porque sin teorías conspiranoicas la literatura, el cine y las conversaciones de tertuliano y barra de bar se extinguirían.

La exposición del 'viajero inmóvil' de Chema Madoz en el Bellas Artes de Asturias navega cuidadosamente entre la realidad y la conspiración. La relación de la conspiración y la realidad se construye sobre el parasitismo y, en algunos casos, roza la sinecrosis (relación simbiótica que perjudica a ambas partes hasta destruirlas). Una conocida colección de Madoz fotografía un objeto y la sombra que se proyecta se convierte en algo distinto en uso, apariencia o en concepción. Esto es una máxima en la obra de Madoz, pero esta colección concreta es extremadamente pedagógica para explicar la relación entre la realidad y las teorías conspiranoicas; porque retrata a ambas en un mismo plano.

El asesinato de Kennedy en Dallas, el ataque al World Trade Center de Nueva York, el viaje a la Luna o, más cercano en el tiempo y en el espacio, el atentado del 11 de marzo en Madrid; todos son ejemplos de hechos con versiones oficiales tan conocidos como las explicaciones alternativas de sus teorías de la conspiración. Estas teorías serían las sombras proyectadas por Madoz, que muestran una construcción alternativa, distinta y hasta increíble, respecto al objeto fotografiado en primer plano. La conspiración, por definición, es un plan perfectamente articulado por una gran empresa o un gobierno para ocultar los verdaderos intereses espurios de un hecho. El razonamiento conspiranoico obvia el sesgo de confirmación de las explicaciones oficiales y utiliza los detalles y especulaciones para ensalzar la teoría secreta que, como diría Jorge Drexler, sólo se transforma. Una buena conclusión conspiranoica no puede terminar sin aquello de 'quizá nunca sabremos la verdad', pero las sombras de Madoz nos demuestran que detrás de una gran realidad puede haber una gran conspiración.

Y así un hombre cualquiera seguirá apoyando las teorías de la conspiración para salar los sinsabores de la insípida realidad.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Lo imperecedero de los nudos




Un hombre cualquiera advierte de la pérdida del sentido común, cuando el locutor de radio sentencia: "Este país está de psiquiátrico".

La sombra de la cruz del Valle de los Caídos es, más que alargada, eternamente oscura. Una oscuridad que tiznó el interior de los nudos que procuraron dejar todo "atado y bien atado". Pero la esperada putrefacción de la cuerda parece ser imperecedera y el ancla del Azor sigue amarrándose fuertemente a las negruzcas profundidades. Allí donde la amnesia de la transición se encalló y que hoy,  mejor tarde que nunca, necesita del diván de Freud para buscar un diagnóstico a los egocéntricos trastornos mentales.

El urgente consejo médico del locutor vino auspiciado por los titulares que avivan las ascuas del belicismo. Asombrados, cada día, nos despertamos con ridículas peticiones de borrado de poetas de las placas de las calles; o, afirmaciones rimbombantes de que el dictador no mandó asesinar a ninguna persona desde su despacho del Pardo; que fue la justicia, dicen. Llegados a estas alturas, ya deberíamos de saber que tergiversar o borrar la historia nos hunde más, profundamente, en un degenerativo alzheimer sin retorno y abocado al más absoluto de los olvidos.

Y así un hombre cualquiera pone la radio en la ventana para que el eco de las ondas propicie el izado del ancla.

viernes, 11 de agosto de 2017

Lo cinematográfico de la ciencia

Un hombre cualquiera acude al autocine para disfrutar del séptimo arte en descapotable y con versión original.

"No cuente nuestro final, es el único que tenemos", fue como se promocionó la mítica película de Psicosis. De esta forma, Hitchcock advirtió la importancia de los spoilers para seguir llenando las butacas frente al invento de Lumiere. Y, además, asegurarse la financiación por las productos de tinte rubio para sus actrices, que tanto lucen en la gran pantalla.

Además, el cine ha descubierto la ciencia que nutre la imaginación para soñar, la ciencia ficción. Una de sus principales herramientas son las máquinas del tiempo. Aún se han quedado al otro lado de la pantalla y, por ello, el único tiempo que podemos cambiar es el presente. La inexistencia real de viajes en el tiempo, no deben obviar la importante moraleja sobre el tiempo. Aquella moraleja que se vislumbraba cuando la arapienta bruja de Big Fish te decía el momento exacto de la muerte. Esa moraleja que el eslogan de Psicosis también contenía. Saber como acaba, nos descubre todo el guión.

Y así un hombre cualquiera disfruta de los segundos de negro tras el The End, mientras los fotogramas se archivan en la Filmoteca de nuestros recuerdos.