domingo, 24 de septiembre de 2017

Lo sensato de lo común


Un hombre cualquiera se plantea un problema de matemáticas: "si un tren sale de Barcelona a las 9:00 y otro de Madrid a la misma hora, ¿Dónde se produce el choque con tanta niebla?"

4 de diciembre de 1952, Londres. La ciudad del Támesis sufre un crónico ataque de smog, que provoca el malestar hasta de su majestad la reina Isabel. La combustión del carbón, la expulsión de altas dosis de dióxido de carbono y la lluvia ácida provocaron una situación límite junto con las inclemencias metereológicas. El grado de contaminación era tan elevado que se extendía a más de 30 kilómetros a la redonda. Se tardó siglos en solucionarlo y hasta Sherlock Holmes tuvo que encerrarse a cal y canto en el 221b de Baker Street. Al final se optó por liberar a la ciudad de la plaga bíblica con políticas medioambientales y de salud pública.

1 de octubre de 2017, Barcelona. La ciudad condal sufre una crónica visibilidad internacional, que provoca malestar a diestro y siniestro desde Canaletas hasta Buckingham Palace. La combustión de las locomotoras de la estación de Sants y de Atocha, las altas dosis de inquina por las declaraciones de unos y otros  y la lluvia mediática provoca una situación límite junto al cabreo monumental por la dejadez ante la corrupción y las políticas públicas. El grado de contaminación política es tan elevado que se extiende por la A-2 entre las garras de los leones del Congreso y el despacho del 'Molt Honorable'. Se tarda poco en sentar las bases del diálogo. Basta con sacar a Don Quijote de su ensoñación bajo el tricornio para que vea que los gigantes son castellers con fajín y barretina intentando superar la niebla. Al final sólo se puede optar por la puesta en marcha del diálogo político para resolver la "Res pública". 

Y así un hombre cualquiera resuelve el problema midiendo el combustible necesario para que los trenes alcancen la sensatez de los lugares comunes donde nunca hay niebla.

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