Un
hombre cualquiera honra el 28 de febrero escuchando la "Andalucía" versada por un Kanka a corazón abierto.
El
lejano oriente no se antoja tan distante como mienten los mapas;
porque, más allá de Despeñaperros, hay un paraíso por descubrir
entre la enarbolada Sierra de Cazorla y la colonial Gibraltar del "God Save the Queen!". Incluso su envergadura cabe, de punta a punta, entre
los gitanos lunares del pañuelo que unen la salada Isla Cristina y
la arenosa ensenada de Taray. Una geografía salpicada por el salitre
de sus marismas donde se asentó la soñada Atlántida y los altos
vuelos sobre las columnas de Hércules para abrir el mundo al
occidente desconocido. Un mundo repleto de míticas leyendas que
siguen narrándose en los patios cordobeses, entre el aroma a geranio
y jazmín, por la morena Fuensanta de Julio Romero de Torres. Cuyas
historias relatan la vida desde el 'alhambrado' andar de los tristes a
las galácticas incursiones de los 'jedis' asombrados por la Giralda, al
ritmo de los universales quejidos de la tacita de plata.
Sus
poetas se inspiraron entre los rascacielos de la 'Fifth Avenue' de
Nueva York. Sus pintores retrataron la humanidad frente a los
bombardeos fascistas de Guernica. Y sus cantantes entonaron sus
letras "desde Algeciras a Estambul para pintar de azul las largas
noches de invierno". Y cuando despunta la primavera, una saeta rompe
al cantar el silencio de la madrugada entre los aplausos del Falla y
el jolgorio de las casetas del real de la feria. Hasta que los
romeros toman el amanecer con el rumor del vareo del mar y el oleaje
de los olivos. Justo en la hora a la que parten las tres carabelas
rumbo a ultramar hacia los mundos sutiles del pausado exilio de
Alberti.
Y así un hombre cualquiera siente en el viento del sur los susurrados
versos de Blas Infante y de Mariana Zambrano para seguir haciendo
camino al andar...