miércoles, 21 de marzo de 2018

Lo traficado de las injusticias


Un hombre cualquiera busca inspiración entre el amasijo de letras y papel de una oscura librería del centro.

El establecimiento no estaba muy concurrido. El librero con un aspecto ochentero despachaba con fruición, mientras recolocaba ejemplares por la tienda. Varios de los clientes, después de dar varias vueltas, se acercaban al dependiente al que le pedían sigilosamente - tabaco de batea -. Él les entregaba un paquete envuelto y ellos, tras pagar, se despedían, con un - Gracias, Sito -. Sorprendido levemente, pensé que eran conocidos o que les guardaba algún pedido. Sin más, salí de la librería y seguí paseando calle abajo.

Dos manzanas más cerca del mar, encontré otra librería. Me adentré por su portezuela de madera roja. Saludé a la dependienta y me quedé  frente al mostrador olisqueando una mesa con portadas de diversos ejemplares. Una pizpireta clienta se acercó con las manos vacías a la librera y, para mi asombro, le pidió - ¿tabaco de batea? -. Dejé que marchara y me acerqué sediento de curiosidad a la joven que atendía. - Perdone, quería tabaco de batea -. Se agachó y sacó un paquete envuelto en papel de estraza y con la cifra del precio a lápiz en el dorso. Pregunté - ¿Aceptan tarjeta? -. Ella hizo una mueca al decir - Para este producto no, sólo efectivo -. Rebusqué en el bolsillo y le aboné, torpemente, la pingüe cantidad. Cómo vio mi ansiedad por abrirlo, me alertó. - Aquí no lo abra, por favor -. Me despedí con un involuntario, - Gracias, Sito -. Ella me sonrió. Rápidamente me metí en el primer bar que encontré y me pedí, atropelladamente, un café con leche, mientras abría mi producto de estraperlo.

Y así un hombre cualquiera ayudó a liberar un ejemplar más de “Fariña” de Nacho Carretero del injusto secuestro judicial.

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