Un
hombre cualquiera se compra el primer fascículo de invasiones rusas
para dummies antes de hacerse las américas.
La
inteligencia post-sovietica de Vladimir Putin y la KGB barajaron la
posibilidad de invadir al máximo enemigo montados en un burro, cuya
máxima amenaza es soltar una coz; y, obviamente, decidieron tomar a
su antagonista subidos en un impresionante elefante, cómo Aníbal
entrando en Roma. Y así fue, a lomos del mastodóntico paquidermo y
a pecho descubierto, como se encaminó en busca de las mieses de la
victoria. El concentrado gesto del líder sólo se perturbó por el
pegadizo canturreo popular - "un elefante se balanceaba sobre la
tela de una araña, cómo veía que no se caía..." -. La
telaraña se tejió por millones de usuarios, desde la costa
atlántica a la costa oeste, a base de los #MeGusta que perfilaron la
llave para la Casa Blanca al patoso Donald. Mientras tanto, la bóveda
del Capitolio acogió la atropellada estampida de elefantes para
tomar sus escaños republicanos.
Y
Hilary sigue horrorizada, leyendo los gubernamentales tweets del
Presidente con el triste compás del saxofón de Bill de fondo. ¿Y
si Putin me hubiera apoyado? se pregunta. Quizás se habría
convertido en una matrioska al antojo del Kremlim o, incluso, Bill
habría optado por la balalaika para animar las vacaciones en Moscú.
Nadie se esperaba este espectáculo al abrirse el terciopelo del
telón de acero.
Y
así un hombre cualquiera le dibuja un shapka-ushanka al Tío Sam
para convertirlo en un auténtico dummie made in Rusia.