Un
hombre cualquiera aprende la nueva lista de reinas y reyes godos que
compondrán el estrenado Gobierno.
Hasta
los leones del Congreso se dieron la vuelta para curiosear lo que
ocurría en el hemiciclo el pasado 1 de junio. La cara de absoluta
incredulidad que se les puso ha durado hasta el nombramiento del
nuevo Consejo de Gobierno. Una nueva nomenclatura que debería
aplicarse para adaptarse a su nueva composición y a sus
características de género. Una sociedad que ha clamado como si
todos los días fueran ocho de marzo, que debe luchar contra la
homofobia, que necesita patentar la laicidad sin biblias ni
crucifijos; y, en consecuencia, que necesita un gobierno ejemplar y
ejemplarizante, como el diseñado por el superviviente, Pedro
Sánchez.
El
carácter mediático de los acontecimientos ha colocado un listón
muy elevado y un punto de crítica que no perderá detalle. La luz y
los taquígrafos servirán para mostrar y determinar los grandes
retos: recomposición de los recortes sociales; medirá
milimétricamente la vara de la corrupción; proclamará la
independencia periodística de Torrespaña; redefinirá la concepción
del diálogo; formulará la conjugación de la inversión en un
futuro condicional; y la lista se irá ampliando a cada minuto. La
complicada vida política escuchará cada latido para conocer su
estado cardíaco, eso sí, desde su insuficiencia parlamentaria. Los
fármacos deberán ajustarse al presupuesto heredado y a los
sobresaltos que puedan echar por tierra el diagnóstico.
Y
así un hombre cualquiera espera que la hemofilia no haga de las
suyas, como diría Nieves Concostrina, que con las monarquías ya se
sabe...
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