domingo, 17 de junio de 2018

Lo reflejado de los espejos

Un hombre cualquiera se despierta en una barcaza en mitad del mar con una extraña sensación de vacío.

Alicante, un marzo de 1939. Ya no quedaban balas cuando embarcaron a tierra extraña. El puerto se alejaba borroso entre lágrimas y el azul del Mediterráneo esperaba a Serrat para componer las largas noches de invierno. El incierto futuro se velaba oscuro como las profundidades del mar que les hacía naufragar su presente cara al exilio. Y así, el Stanbrook desembarcaba su caminito a ultramar, en Orán, por debajo de la línea de flotación con 3.000 almas a bordo.

Valencia, un junio de 2018. Tras navegar a la deriva sin puerto ni meta, la tenue luz de un faro esgrimió la línea del horizonte. El nimio esbozo de la tierra prometida fue tomando las formas de sueños, esperanzas y, sobre todo, de futuro. El primer mundo hace aguas sobre tierra firme, cuando la conciencia encalla sobre el vil metal. El Aquarius toma puerto con 600 almas que han sobrevivido a una nueva Odisea.

Y así un hombre cualquiera observa una amplia llanura de lo que fue un mar; ahora, repleto de cadáveres, de naves naufragadas y, sobre todo, de vergüenza.

1 comentario:

  1. 1939 o 2018... la misma vergüenza, los mismos cadáveres, la misma indiferencia humana. Muy buena entrada, Argos Consiglere (como otras, aunque no te lo diga)

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