Un hombre cualquiera aprovecha el calmado instante tras la tormenta.
El sueño de una siesta de verano de la pequeña Anne le desperezó sedienta y empapada. ¡Menuda paradoja! Así que se deshizo de su camiseta y se fue al grifo de la cocina. Descalza y algo somnolienta consiguió acercar la silla a la pila y escalar hasta aquel manantial artificial. Desde su perspectiva, el grifo quedaba alineado con la montaña, que se veía a través de la ventana. Sonrió al recordar que su abuelo le había explicado que el agua venía de allí. Pero allá, en la montaña, las nubes oscuras impiden ver el horizonte. Rápida y sin perder tiempo llenó su vaso por miedo a que la oscuridad agotara el agua. De repente un húmedo aroma empezó a invadirlo todo. Era la calma antes de la tormenta. Era el aviso antes de las turbulencias. Era el petricor que acababa de descubrir, aunque aún tardaría varios años en conocer ese concepto.
Enmarcada, Carol Díez Once |
Aquel aroma embriagó a Anne hasta que unos rugidos y alaridos le sacaron de su éxtasis. Los mismos que cada noche salían de su armario, pero tras acercarse a su habitación descubrió que no provenían de alli. Los monstruos estaban fuera sobre las nubes. Entonces, la pequeña aprovechó para cerrar las ventanas para no dejarles entrar. Sus rugidos y alaridos metálicos atronaban todo el valle y aunque le infundían respeto, ya no le asustarían por las noches. Sus rayos y centellas dejaron de impresionarle, incluso le acabaron gustando como una especie de fuegos artificiales. Al otro lado de los cristales las primeras gotas salpicaron el alféizar y en unos segundos una cortina de agua lo mojó absolutamente todo. En un parpadeo las precipitaciones se frenaron, la tormenta se calmó y las nubes se disiparon. El sol devolvió la luz y lo reluciente del agua mostró una realidad nueva, limpia y colorida. El arco iris enmarcó la superación de Anne. Perdió algo de su inocencia, pero ganó valentía para enfrentarse a los monstruos imaginarios y, también, a los de carne y hueso..
Y así un hombre cualquiera descubre que los reflejos colorean la oscuridad.
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