jueves, 31 de octubre de 2024

Lo místico de las sospechas

Un hombre cualquiera se pierde por las calles del centro, atestadas de vampiros, brujas, esqueletos y fantasmas.

Las figuras terroríficas invaden las calles y es fácil confundir realidad y ficción. Los grupos de jóvenes ensangrentados de rostros pálidos se mezclan con familias con bolsas llenas de caramelos y adorables señoras cuyas mascotas llevan algún complemento de Halloween. En medio del tumulto destaca un hombre de edad indeterminada, de estatura media, barba espesa y mirada perdida. No parece llevar ningún rumbo, sino que su brújula sigue el norte de sus corazonadas. Sus ropas no definen un personaje reconocible. Lleva jubón rojizo, capa negra, gorguera plegada, calzas oscuras y botas con borcegui. Lo más curioso, aparte de su vestimenta, es el halo polvoriento de su cabellera y de sus ropajes por doquier.

Las campanadas de la medianoche resuenan por celdas, callejuelas y balcones, justo cuando el personaje alcanza la plazuela de la iglesia. Un rumor de conversaciones le pone en alerta y se resguarda entre las sombras y los resquicios de las puertas. Su sigilosa actitud no revela miedo, sino cálculo depredador. A la luz del tungsteno de las farolas varias decenas de hábitos forman una austera fila de monjas, quizá novicias por sus delgadas figuras y sus estilizados rostros, que esperan pecaminosamente el veredicto de las fatuas sotanas. Dentro el aroma a incienso y el ardiente haz de las velas otorgan misticismo a la búsqueda que dirige el cariacontecido cardenal. A escasos centímetros de sus pulcros mocasines la tierra humedecida ensucia las baldosas y profana la lápida. Tras el revelador silencio, las miradas confirman las sospechas. Lo que la literatura decía era cierto y el dueño de la lápida, ahora vacía, recobra la vitalidad de sus latidos y la sensibilidad de sus sentidos por una noche. Al instante, un alboroto de gritos se cuela en el templo con lo estremecedor de un carnal escalofrío. Afuera un huracanado viento arremolina a las curiosas que esperaban a la intemperie y que propicia la furtiva huida de una nerviosa Inés entre los brazos de su Don Juan.

Y así un hombre cualquiera se enfunda en la oscuridad de la noche con un oportuno antifaz colgado de la reja del convento.

lunes, 28 de octubre de 2024

Lo inconfundible de los extraordinarios

Un hombre cualquiera tiene la innata capacidad de toparse con humanos extraordinarios y hombres inconfundibles entre lo glorioso de los pórticos y lo festivo de Rovachol.

La búsqueda de la felicidad nos embarca en viajes sin mapa ni brújula. En ocasiones cambian la vida y en otras son un nuevo peldaño para observar nuevos horizontes. Sin duda, el viajero céltico ha rellenado su cuaderno de bitácora con cada destino que ha conquistado. Él viajó a Praga con la premisa de brindar con copas de cristales de Bohemia. Él viajó a Salamanca con la premisa de inmortalizarse en los medallones labrados por la Historia. Él viajó a Granada con la premisa de alcanzar lo estrellado de la Alhambra. Él viajó a Compostela con la premisa de descubrir los caminos que llevan hasta el fin del mundo. Él viajó a Nueva York para subirse a la azotea de la gran manzana y acariciar lo endiosado de los cielos con las yemas de los dedos. Él viajó a la tierra de los conquistadores para enamorarse de los latidos que se conjugan en futuro plural.

Pero él siempre volvió de sus incursiones a la tierra que se baña con lo vital del mar, a la tierra que se amarra con las raíces genealógicas y a la tierra que se cimenta con lo abrigado del hogar. Allí, en la boa vila, disfruta de la vida. Allí, las anécdotas surfean el giste de las copas para iluminar las sonrisas a la luz de las estrellas. Allí, las gradas se colorean de celeste para santificar los goles que bendice la Rianxeira. Allí, el cielo recuerda la finitud del tiempo y que todo pasa, pero todo queda. Allí, la franqueza se compra en las ferias, la suerte se adquiere en las herraduras y la heroicidad se talla en los teucros. Allí, el futuro crece entre abrazos, aprendizajes y experiencias vitales.

Y así un hombre cualquiera planea volver al lugar donde se encuentra la felicidad que caracteriza a lo inconfundible de los extraordinarios.


Y aquí se reúne lo inconfundible de los extraordinarios:

El mafioso polaco

El tertuliano de las antípodas

El buenhumorado sureño

El arquitecto de utopías

El sosegado rebelde

El dueño del bigote

El fan de los festivales

El compositor de los vuelos

El coleccionista de cómics 

El mañoso baturro

El concienciado rebelde





sábado, 12 de octubre de 2024

Lo disfrutado de los viajes

 Un hombre cualquiera asciende por el helio del globo aerostático para encontrar los caminos que dirigen a lo celebrado del calendario en octubre.

Algunas vueltas al mundo no solo duran 80 días, algunas vueltas no necesitan de escalas en Bombay, Hawai, Tijuana y Singapour. Tampoco necesitan de sellos en los pasaportes, porque las constelaciones tatuadas y las estrellas fugaces de Bagdad guían con la fiabilidad de una brújula. Y así las vivencias revolotean por siempre en los cuadernos de bitácora con la inconfundible estela de los pájaros rojos y los pentagramas de canciones desconocidas de los Beatles. Y, de repente, el brillo de la mirada se colorea por un manojo de globos que pintan recuerdos y anécdotas por transmitir al futuro.

Superando el vértigo, que te enseñan las horas de vuelo, la otoñada se descubre a cientos de pies sobre el suelo a bordo de un plegado avión de papel. En lo alto, junto a Bowie y Lennon, la grandeza se encuentra en los pequeños detalles. Allí abajo un desvergonzado 600 surca las postales en busca de la felicidad vivida, que se planea a ras de suelo entre los pliegues de los mapas. Y no importa el destino si los atardeceres se pintan de carmesí y las noches se duermen junto a la soñadora en pijama.

Y así un hombre cualquiera toma tierra, como cada 12 de octubre, para seguir disfrutando de la felicidad.