lunes, 22 de julio de 2024

Lo endiosado de los diablos

Un hombre cualquiera presencia televisivamente a un rico diablo alentando y enfureciendo a las masas para alcanzar el poder.

El sol le ilumina sobre el atril, la gorra roja le resalta sobre la escenografía y la verborrea incipiente concentra la atención mundial. El público enfervorizado se impregna del acalorado discurso. Una feria ganadera le sirve de excusa para mostrarse con la renacida fuerza de un fénix. Anaranjado, golpeado y superviviente. Todo ocurre rápido. Un metraje ensayado y calculado. El francotirador le enfoca. Los disparos le rozan. La trucada baraka le permite salvarse con un cuerpo a tierra. Los guardaespaldas le rodean responsables de su tarea. El caos. Y de entre las cenizas, las encuestas, ya favorables, impulsan una mayor distancia aparentemente insalvable… La sangre le aporta heroísmo. El grito le muestra superviviente. El puño izado le presenta victorioso. La bandera le acoge bajo palio. Ni los sesudos mensajes de un nutrido equipo de los mejores politólogos del planeta habrían conseguido tanto con tan poco.


Una imagen justifica el fin. Las portadas de periódicos y las imágenes de los informativos publicaban la proporción áurea del elefante republicano perfecto. Una artística mezcla de escultura clásica, representación pictórica e inmortalidad fotográfica al servicio del marketing político. La cercenada, pero gloriosa dureza del mármol de la Victoria de Samotracia. El desaliñado, pero imparable simbolismo de la Libertad guiando al pueblo Y la patriótica, pero facciosa escenificación del alzado de la bandera de Iwo Jima. Todo listo para alar al innombrable, quizás adelantándose al movimiento de su oponente. Si te haces con los mapas de tu enemigo podrás arrebatarle sus posiciones, arruinarle sus emboscadas y adelantarte a tus derrotas.


Y así un hombre cualquiera presencia televisivamente el blanqueamiento de un semidiós, ascendido de los infiernos.

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