viernes, 26 de julio de 2024

Lo nocturno de los hechizos

Un hombre cualquiera imagina el sueño de una noche de julio en la meta del camino.

Las luces de las farolas acarician la piedra que eterniza la ciudad, sobreviviendo a irmandiños, profesores, sotanas y Marías. Entre la muchedumbre de turistas y peregrinos, el concienciado rebelde revive su juventud sin perder facultades y sin internarse en seminarios. Aprovecha la noche para colorear de rojo las estrellas del firmamento y abanderar el fluir de la Historia con el azul del Miño. Un discurrir que precipita, gota a gota, sobre la acuática postal de la ciudad que, por una noche, su cielo arde con los fuegos de artificio. Los mismos que se reflejan en su mirada. Una mirada ilusionada por conseguir lo luchado en cada conversación trasnochadora, en cada reunión vespertina y en cada voto depositado por el futuro.

El acolchado giste del lúpulo hace fermentar los recuerdos en la memoria con cada huella reencontrada por las festivas calles diseñadas por el Mestre Mateo. Lo mágico de la noche ahuyenta a la Santa Compaña por los sortilegios de las meigas, las ilegalidades de los trasgos y el bestial poder de la tarasca. Incluso los gatos negros se deshacen de la mala suerte y hasta las malas pecoras se convierten en las mejores compañias. El nocturno limbo sólo es gobernado por la Berenguela que avisa del inexorable paso del tiempo sobre la sombra del peregrino y entre las almas de la Quintana. Y el amanecer devuelve a la realidad, incluso a los hechizados por el licor café. Y el concienciado rebelde recupera con las primeras luces las raíces que le aferran a lo terrenal de la patria.

Y así un hombre cualquiera desea reencontrarse, más a menudo, con aquellos que dan significado al agarimo.

lunes, 22 de julio de 2024

Lo endiosado de los diablos

Un hombre cualquiera presencia televisivamente a un rico diablo alentando y enfureciendo a las masas para alcanzar el poder.

El sol le ilumina sobre el atril, la gorra roja le resalta sobre la escenografía y la verborrea incipiente concentra la atención mundial. El público enfervorizado se impregna del acalorado discurso. Una feria ganadera le sirve de excusa para mostrarse con la renacida fuerza de un fénix. Anaranjado, golpeado y superviviente. Todo ocurre rápido. Un metraje ensayado y calculado. El francotirador le enfoca. Los disparos le rozan. La trucada baraka le permite salvarse con un cuerpo a tierra. Los guardaespaldas le rodean responsables de su tarea. El caos. Y de entre las cenizas, las encuestas, ya favorables, impulsan una mayor distancia aparentemente insalvable… La sangre le aporta heroísmo. El grito le muestra superviviente. El puño izado le presenta victorioso. La bandera le acoge bajo palio. Ni los sesudos mensajes de un nutrido equipo de los mejores politólogos del planeta habrían conseguido tanto con tan poco.


Una imagen justifica el fin. Las portadas de periódicos y las imágenes de los informativos publicaban la proporción áurea del elefante republicano perfecto. Una artística mezcla de escultura clásica, representación pictórica e inmortalidad fotográfica al servicio del marketing político. La cercenada, pero gloriosa dureza del mármol de la Victoria de Samotracia. El desaliñado, pero imparable simbolismo de la Libertad guiando al pueblo Y la patriótica, pero facciosa escenificación del alzado de la bandera de Iwo Jima. Todo listo para alar al innombrable, quizás adelantándose al movimiento de su oponente. Si te haces con los mapas de tu enemigo podrás arrebatarle sus posiciones, arruinarle sus emboscadas y adelantarte a tus derrotas.


Y así un hombre cualquiera presencia televisivamente el blanqueamiento de un semidiós, ascendido de los infiernos.

domingo, 14 de julio de 2024

Lo olímpico de los humanos

Un hombre cualquiera observa los aros olímpicos que decoran el cerrado escaparate de la Estafeta sobre las fotos de los medallistas navarros: Indurain, Garralda, Esparza, Lacruz y Barnó.

El fuego olímpico está a punto de llegar a París, pero la ciudad ya brilla con luz propia. ¡Se nota que es 14 de julio! Y se admira radiante desde el parque de Belleville. Allí, Fermín y Margot han preparado un picnic familiar junto a Amélie y Edith con el parisino skyline de fondo para observar cómo la tricolor se iza sobre el cielo de los Campos Elíseos. Unos croissant rellenos, unos bastones de zanahoria con hummus, unos espárragos con jamón y una ensalada de patata. Un festivo festín para la famélica francachela afrancesada. Y en el horizonte la Patrouille de France comienza blandir la bandera y un rítmico rumor retumba con los acordes de la Marsellesa.


La portada de Libération une los dos acontecimientos del día. La marcha militar para la celebración del día de Francia y la cuenta atrás para la inauguración de los Juegos Olímpicos. De repente, Amélie le pregunta a su padre sobre los colores de los aros olímpicos. Entonces, Fermín, en unos pocos segundos, enrolla el periódico creando un artesanal catalejo para colorear la mirada de su hija hasta cada círculo olímpico. Primero le señala al cielo. Así le explica que el azul es Oceanía; un continente construido por islas entre las sirenas, los faros y las olas del mar. Después le dirige hacia el sol para enseñarle el amarillo de Asia. Un caluroso recurso inspirado en sus desérticos paisajes. En tercer lugar, le orienta la vista hacia el verde de las copas de los árboles, los pulmones del viejo continente europeo. Luego le pide a Margot que le tape el visor a su hija. Aquella misteriosa oscuridad africana le asombra como una noche sin estrellas en el Sáhara, un baño en las profundas aguas del Nilo o un imprevisto concierto con un violín de ébano de Madagascar. Y, por último, un Fermín de espaldas y con su pamplonica pañuelo rojo al cuello le sirvió de ejemplo para viajar al continente donde cada atardecer el cielo empieza arder. Donde el fuego se hace amor. Eso es América. La sonrisa de Margot, Amélie y Edith por la curiosa explicación se convirtió en un afectuoso abrazo, cuando Fermín les regaló a sus chicas tres pulseras de tela con los cinco aros de colores para recordar París 2024. Después recogieron su picnic libre, igualitario y fraterno. Y los cuatro partieron de las vistas del parque ataviados con el pañuelo al cuello, la tricolor en la mejilla y el catalejo amarrado a su mano para entonar el pobre de mí, tras los fuegos artificiales del 14 de julio.


Y así un hombre cualquiera recuerda que lo humano de lo olímpico es ser más rápido, más alto y más fuerte.


¿Y qué ocurrió otros 14 de julio?



domingo, 7 de julio de 2024

Lo acuñado de los caudillos

Un hombre cualquiera se despertó al alba y el dinosaurio seguía allí.

Allí seguía el dinosaurio. Grande, viscoso y aterrador. Las garras de sus pies estaban firmemente amarradas al suelo con una egoista posesión contra la gravedad y atrincherado en el frío metal de la frontera. Su plegada cola se enrollaba sobre sí misma con el enrevesado y mortecino nudo del ahorcado. Su respirar arcaico e irregular sonaba oxidado y cavernoso. Su espalda se izaba con la irracionalidad de los inflexibles mástiles a los cambios de aires. Y así seguía allí el dinosaurio.


Pero no seguía igual. La resaca de la noche le había hecho mutar. Más monstruoso todavía. Aún más endriagado y bestial. Una pesadilla real y terrorífica que asombra a plena luz del sol... Su grueso cuello se había dividido en dos cabezas autónomas e independientes, pero vinculadas a un mismo y oscuro corazón, que les envenenaba con cada desalmado latido. La verdosa molondra recostada sobre la diestra dormitaba ajena a su transformación. Altiva y peluda, la alumbrada testa escudriñaba a su siamesa para atacar primero. Aquella otra parecía enfundada con un antifaz de villano por lo coloreado y arbitrario de su pelaje. Y sin preámbulos se lanzó a dentelladas, comenzaba una simbiótica batalla por alcanzar la gracia divina que dicta lo acuñado de los caudillos.


Y así un hombre cualquiera observa atemorizado la marcialidad del reloj retrocediendo hacia la oscuridad.