Un hombre cualquiera tiene la
innata capacidad de toparse con humanas extraordinarias y mujeres
inconfundibles entre las cinematográficas butacas del cine y el estrellado
cielo de Madrid.
El teatro de los
sueños sólo comienza a imaginarse cuando ella enciende el tungsteno y enfoca al
protagonista. Pero, no necesita de los inventos de Edison, ya que sabe iluminar
con su sola presencia. El caso más empático con esta afirmación se enciende con
la alumbrante de historias. En su día a día, mide las distancias en
pedaladas a 24 fotogramas por segundo, a pesar de que la lluvia le cale hasta
los huesos o que las tormentas apaguen la luz del proyector en mitad de la sesión.
En lo alto de su atalaya, el vapor del mate se condensa sobre la bombilla,
mientras Méliès le susurra el momento exacto para hacer soñar a los
espectadores.
A través del encuadre de sus gafas observa la vida y la
inmortaliza con el azulado cristal de su objetivo. Así, su memoria fotográfica
es un álbum de recuerdos sobre los detalles que construyen la cotidianidad y
que permanecen escondidos para el común
de los mortales. Al final del día, cuando llega a casa, se convierte en
protagonista de su propia historia en versión original con un caluroso acento
de allende los mares.
Y así un hombre cualquiera
aprovecha su potencial facultad para buscar la luz que caracterizan a lo
inconfundible de las extraordinarias.
¿Recuerda más extraordinarias
inconfundibles?
Capítulo I: Filmica norteña
Capítulo II: Mecenas del Quijote
Capítulo III: Forzuda equilibrista
Capítulo I: Filmica norteña
Capítulo II: Mecenas del Quijote
Capítulo III: Forzuda equilibrista
=.....)
ResponderEliminarAy, no sé qué decir; estoy conmocionada.
Gracias, tesoro.