domingo, 24 de enero de 2021

Lo oxidado de los abrazos

Un hombre cualquiera sale del metro en Antón Martín y se topa con el abrazo de Juan Genovés.


El óxido del tiempo recubre la estatua y el tiempo le dota de nuevos significados, que ni el propio autor habría pensado cuando la imaginó. La estatua de Antón Martín, donde hay más bares que en todo Noruega, se creó en homenaje a los abogados del bufete de la calle Atocha, que un grupo de terroristas de ultraderecha decidieron matar en pleno proceso de transición a la Democracia. En consecuencia, la sociedad les despidió en un abrazo histórico, que Juan Genovés logro colgar en las paredes del Congreso de los Diputados y esculpir cerca del lugar del atentado.


Décadas después, ese abrazo es un deseo común en una sociedad distinta y amordazada por esta plaga bíblica, que parece no tener antídoto. Quizá parte del efecto de la vacuna resida en nuestras manos, cuando volvamos a abrazar a familiares y amigos sin miedo. Aunque Genovés ya no pueda plasmar esos abrazos, cada uno de nosotros rememorará para siempre el primer abrazo a cada amigo y familiar al otro lado de la nube negra.


Y así un hombre cualquiera busca recuerdos, como si nunca hubiera dejado de abrazar.

domingo, 17 de enero de 2021

Lo tomado de la posesión

Un hombre cualquiera se sienta en las escaleras del monumento de Lincoln sobre el lugar soñado por Martín Luther King.

Frente a la escalinata, las pacíficas y frías aguas del estanque son turbadas por el reflejo de Jennifer llamando a Forrest Gump.   La realidad se revuelve con un rasgado de ojos y, de nuevo, un instante de vacío, mientras los turistas se van. Más allá, sobre un soleado fotograma del césped, Marilyn Monroe sonríe, rubia y despreocupada. Se despierta de una siesta soñándose, como la primera dama que salva a su presidente del tiroteo sobre el Lincoln descapotable. Negras tormentas agitan los aires, que encapotan el cielo de Washington hasta hacer esfumarse a la tentación rubia. 

El sonido de un helicóptero turba la calma del parque al alzarse sobre los cerezos. Abajo el helipuerto de la Casa Blanca es la última estancia que pisa Donald Trump, como Presidente de los Estados Unidos. Los rojos ojos de Washington siguen el vuelo que se pierde entre los torreones de Smithsonian Institution. El espejo del estanque invierte la figura del obelisco para convertir al desbocado elefante en un pacífico burro. El eco de los aplausos se propaga desde el Capitolio y abre un soleado haz de luz que consigue apagar las sombras del despacho oval.

Y así un hombre cualquiera sube frente la estatua de Lincoln para descubrir su esperanzadora mirada en el horizonte.

martes, 5 de enero de 2021

Lo monárquico de los naipes

Un hombre cualquiera descubre una timba de póker en plena noche de reyes.

El frío de la noche no consigue apagar la ilusión de los que esperan la sorpresa de la mañana. Mientras los nervios de los pequeños se apaciguan hasta alcanzar el sueño, aquellos hombres con sus túnicas y coronas esperan entorno a una mesa. Los naipes se reparten sobre el tapete y los jugadores comienzan a colocar sus cartas. Desde el roto de la cortina sus siluetas conforman un cuarteto de regias sombras chinescas alumbradas por el fuego de la chimenea y la tenue luz de las lámparas.

El trote tranquilo de unos camellos cargados de regalos repica frente a la ventana entre reflejos dorados y aromas a incienso y mirra. Dentro el póker de reyes sigue jugando, absorto ante la cabalgata, entre anécdotas de la Antigua Roma y afrutados recuerdos de Macedonia. Aún resuena el eco de la mágica recua con la siguiente mano, donde se rememoran la batalla contra Goliat o las luchas sajonas. Y la noche de reyes discurre entre amuralladas torres de fichas y las reales anécdotas de Julio César, el Rey David, Alejandro Magno y Carlomagno. Los mismos reyes que gobiernan los diamantes, las picas, los tréboles y los corazones entre moteados armiños y brillantes oropeles.

Y así un hombre cualquiera apuesta por las leyendas que colman de regalos la mañana de reyes.