lunes, 27 de diciembre de 2021

Lo mutante de las tradiciones

Un hombre cualquiera se despierta contrariado, porque no le llega el aroma de los canelones de San Esteban desde la cocina.

Las tradiciones se aferran a los calendarios con la capacidad de perdurar con una adaptación a las circunstancias de cada tiempo. Las tradiciones cambian para que todo siga distinto. En plena jornada laboral de Nochebuena, el trineo de Papa Noel aprovecha el avituallamiento de su jornada maratoniana para tomarse una Coca Cola. Quizá sea su fórmula secreta lo que hizo mutar su vestimenta verde en el cálido rojo de la marca. Igual que en Japón otra marca, en este caso de comida rápida, consiguió que los nipones celebraran el 25 de diciembre con la receta del coronel Sanders. Así, desde mediados de los 70, él es el encargado del menú en el lejano Oriente, porque ¡En Navidad, Kentucky Fries Chicken!

Y todo comenzó en la antigua Roma con el renacimiento del Sol. ¡No estaban tan locos estos romanos! La llegada del invierno les hacía crecer sus días y menguar sus noches. Y lo celebraban con Saturnalia el 25 de diciembre. Justo la fecha que adoptó el  catolicismo para celebrar el nacimiento de su dios. Quizá por eso ahora son católicos, pero, también, apostólicos y, desde su más tierno plagio, romanos.

Y así un hombre cualquiera cambia los canelones por la lasaña congelada.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Lo vivo de los libros

Un hombre cualquiera viaja en bus de camino a los entresijos que se cuecen en la villa y corte 


A través de la ventana, la ciudad camina en su día a día. Las cortinas de la clínica del doctor García se abren para que el sol ilumine las estancias. Bajo los balcones, el tráfico ralentiza a un bus, cuyo paso se equipara a los andares de la muchacha rubia, que lleva en su mochila un llavero colgando con el nombre de Lulú.

Calle arriba, el semáforo en rojo provoca que sobre las cristaleras del autobús se refleje el escaparate con vestidos de novia de la tienda de Manolita. La misma que diseña los deseos de las prometidas sobre la tela de los cheques en blanco de la felicidad. Una de las clientas se prueba uno de los vestidos y simula unos pasos de tango para probar la celebración nupcial. Un par de locales más adelante, quizá el futuro marido de la clienta de Manolita se encuentra frente a los ventanales de la agencia de viajes para planear una vuelta al mundo bajo el pseudónimo de Philleas Fogg para la luna de miel. Tras retomar la marcha, una brisa fría se cuela por las ventanas abatibles del autobús, que siguen abiertas por recomendación sanitaria. Por ellas se cuela las campanadas del mediodía de la Almudena. Ella sigue latiendo a corazón chulapo y batiente a pesar de la orfandad que sufre la ciudad con su ausencia.

Y así un hombre cualquiera persigue el alma de la escritora a pesar de seguir con el corazón helado.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Lo incalculable de la suerte

Un hombre cualquiera se encamina a la administración de lotería para comprar suerte.

En su marcha va buscando cifras para marcar en el boleto. Suma el número de baldosas sueltas. Se fija en la nomenclatura de los buses urbanos que pasan por la calzada. Cuenta el número de patas de los perros que pasean a sus dueños en su misma dirección y les resta a los que vuelven. Divide los coches con matrícula par entre los automóviles de color azul. Calcula el número de turistas por su indumentaria 'made in Plaza Mayor con sabor a relaxing cup of café con leche'. Y, finalmente, detalla y recuenta en tres grupos a los seguidores de Melchor, Gaspar y Baltasar, que se cruzan en su camino.

En la cola de la administración le preceden una señora con chubasquero y bolso que está comprando sus primitivas semanales. Y, justo delante, un padre con su bebé en la mochila, que avanza hasta el mostrador tras la marcha de la longeva clienta habitual. El lotero, con una sonrisa que acentúa las arrugas del tiempo, saluda al bebé; mientras comprueba los boletos y emite una Bonoloto y unos Euromillones, cómo cada semana. Al despedirse, el lotero dice: "No le deseo suerte, ya la lleva en la mochila"

Y así un hombre cualquiera comienza a calcular la suerte en mililitros de biberón.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Lo grande de Almudena

Un hombre cualquiera se entristece con lo enviudado de la literaria tinta de las historias por contar de Almudena.


Aquí quedamos los huérfanos, ojalá que heredemos su buena mano izquierda, su conciencia republicana y la circular cuadratura de sus historias. Su literatura inscribía con cuidada caligrafía vidas de otros tiempos que lucharon por un futuro que ahora es presente. La búsqueda de la justicia igualitaria y la igualdad justa. La narración de vidas sepultadas y la exhumación de narraciones amortajadas. En definitiva, describir para reescribir lo que sobreescribieron los dictados impuestos.

El poeta se queda viudo de amor y de la riqueza de la prosa marital, de la conversación del desayuno, de la inspiración entre lineas, de los aderezos con regusto de las sobremesas, de los callados comentarios de los invitados ante la silla vacía, de la última cena sin comunión ni Cristo. Y tristes los amigos por borrar su número de las agendas, por los capítulos contados de estraperlo, por las quedadas en calendarios que ahora se marchitan, por los brindis póstumos. Y solitarios los lectores que nos abrazamos a columnas decapitadas por guadañas sin sentimientos, por las páginas por escribir convertirás en papel mojado y por la maldita gota de tinta del punto y final.


Y así un hombre cualquiera se queda sin brújula de las raíces de un Madrid tricolor.  

domingo, 21 de noviembre de 2021

Lo inventado de las tramas

 Un hombre cualquiera siempre se acuerda de Walt Disney en la sección de congelados del supermercado.


Blancanieves enseña la vida de una mujer explotada por siete machistas a los que sirve y atiende; Pinocho presenta un claro perfil de niño que sufre de bullying; Cenicienta vive en una familia desestructurada con favoritismos maternales; Bella padece de un síndrome de Estocolmo por una bestia de maltratador; Pocahontas recibe la invasión de su cultura y la instauración del colonialismo; la Bella Durmiente sufre el abuso de un beso sin consentimiento por muy príncipe que sea; la ingeniosa suplantación de Aladin para conseguir su objetivo, demuestra que el fin justifica los medios; o, por ejemplo, Mulan se sube al techo de cristal, pero vestida de hombre con su catana de samurái transformista.


Las tremebundas historias que se tiñen de vistosos colores en los cuentos infantiles provienen de la calenturienta imaginación de Walt Disney. Quizá, por ello, permanece congelado para enfriar sus infernales ideas. Incluso se podría convertir en la trama de uno de sus propios cuentos. Un magnate de la fantasía y la imaginación se crioniza para resucitar años más tarde y volver a la vida. El humor negro de su equipo extiende el bulo por todo el mundo, apoyado en la riqueza del difunto, su capacidad de crear lo imposible y la serendipia de un visionario que inventa la crionización en las mismas fechas del fallecimiento de Walt Disney. Y, mientras tanto, el creador de Disneyland hecho cenizas en su tumba vive la eternidad ajeno a su recuerdo tras partir al más allá.


Y así un hombre cualquiera inventa unos rebozados de pollo con la forma del bigote de Walt Disney.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Lo trucado de los reflejos

Un hombre cualquiera se encuentra con el país de las maravillas en plena puerta del Sol.

La plaza empequeñece con una conejera blanca y gigante, que convierte al espacio en una madriguera con barrotes y cerrojos para definir su cautividad. Bajo el reloj que marca el tiempo negro sobre blanco, el reflejo al otro lado del cristal copia a la figura ingrávida de vestido azul cielo madrileño. Su intensa mirada se fija sobre lo mojado de los adoquines que proyecta las figuras iluminadas sobre el espejo de lluvia.




Lo encapotado de la noche impide atisbar la menguante sonrisa de Cheshire. Y esquivando los charcos con sus miopes y cortos pasos, el Sombrerero se escabulle entre el gentío hasta atrincherarse tras las puertas del palacio. Por los pasillos se van cuadrando a su paso la tropa de naipes descorazonados con afilada lanza de acero genovés. Al llegar al salón principal arrió el sombrero y entró. Las cortinas apagaron las luces de la plaza y las lámparas definieron el trono, el cetro y la máscara de Alicia desapareció tras teñir su vestimenta del rojo de la Reina de Corazones.

Y así un hombre cualquiera observa la mutación al país de los horrores al dar las doce.

domingo, 31 de octubre de 2021

Lo genial de las figuras

Un hombre cualquiera busca entre los epitafios la genialidad que se marmoliza para la eternidad.

La vida florece del pasado, cada uno de noviembre, entre siete crisantemos en el corazón, o, quizá en el aroma de trece rosas sin espinas, o puede que hasta en un ramito de violetas; eso sí, tras los fuegos fatuos de Doña Inés y Don Juan. Cuando el frío mármol se atempera con los cálidos latidos que devuelven a lo vivido a los que se volvieron a convertir en polvo. Y mientras el vivo vuelve al bollo, los pétalos y hojas se marchitan en el olvido tras el repentino y vivaracho ataque primaveral.

Cualquier vida es corta para prepararse para el descanso eterno, aunque hay quien intenta dejarlo todo milimétricamente preparado. Desde simples mortales hasta su graciosa majestad, Isabel II, quién ha dejado organizado sus exequias y funerales con puntualidad británica para que se cumpla aquello de "God save the Queen". Aunque Freddy Mercury ya está sentado sobre el divino regazo del altísimo y seguro, que también visita en ocasiones al innombrable por lo chamuscado del bigote. Y, hablando de bigotes, hay descansos eternos más movidos e imprevistos por falta de enjundia y abolengo. De hecho, los tiempos modernos de Charles Chaplin le aguardaban con el robo de su cadáver y, tras ser recuperado de una tumba de alquiler, la viuda decidió sepultarlo nuevamente en la tumba original a dos metros bajo un suelo rellenado de hormigón. Y en el campo de trigo, donde le enterraron los ladrones siempre será donde Charles Chaplin descansó brevemente. Un tétrico momento de impasse antes el premio eterno, cómo cuando los concursantes de la subasta del un, dos, tres se quedaban catatónicos tras oír: "y hasta aquí puedo leer". La frase que recogía el recordatorio del funeral de Jordi Estadella y que dejaba en el aire lo que esconde el más allá.

Y así un hombre cualquiera conseguirá la eternidad al mimetizarse con los personajes que le sobrevivirán en sus historias.

domingo, 24 de octubre de 2021

Lo caótico de los días

Un hombre cualquiera manipula el caos entre los dedos  sin guantes ni protección.

¡Boom! ¡boom! ¡boom! El campo de minas empieza a explosionar por un inesperado efecto dominó. Las detonaciones repiquetean el cuerpo en una danza mortiferamente improvisada. Y, cómo consecuencia, su caída al suelo, pero que consigue amortiguar por el lodo y la acolchada vegetación antes de apagarse los párpados.

El sonido de los dientes mordiendo la corteza del pan sirve de despertador a una merecida siesta de tarde de viernes. Los demás sentidos se desperezan progresivamente. El desenfoque recupera la nitidez con el sol de media tarde que calienta el salón. La suave textura de la manta, que abriga los sueños, se aparta con los estiramientos de las extremidades. Y el lácteo aroma de los quesos que se atemperan sobre la mesa, acaban por aguar las papilas gustativas. Los resortes se activan para volver a la conciencia despierta. Y, como un sueño hecho realidad, una soñadora en pijama le abraza para recargarle el corazón.

Y así un hombre cualquiera mira a su alrededor para observar el orden de los días en el calendario.

domingo, 17 de octubre de 2021

Lo veraniego de los recuerdos

Un hombre cualquiera se pinta la yema de los dedos del azul que tiñe las copas de los madroños.

El luscofusco de septiembre colorea de naranja las furtivas nubes sobre la azotea. Una isla en mitad del mar de antenas y de cables, que van camuflándose al enviudar el firmamento. A veinte metros sobre el suelo, ella ha colonizado su pedacito de cielo de Madrid, bañado por el sol e iluminado por las estrellas.

Los últimos coletazos de verano escalan por la pared en forma de lagartija. A su paso junto al foco, se asombra un dragón con atalaya propia y alejado de la olvidada imaginación entre las urbanitas prisas a pie del desierto de asfalto. Alguna osada sirena de ambulancia consigue devolver la realidad, espantando al urco, disipando a las meigas y paralizando a la santa compaña. En la atalaya de la embajadora de la city, la imaginación vuelve a camuflar la realidad al intuirse la vía láctea sobre un azul oscuro casi negro en su peregrinaje a Compostela.

Y así un hombre cualquiera observa como menguan las horas de sol que convierten en pardos a todos los osos en el albor de la otoñada.

lunes, 11 de octubre de 2021

Lo inmortalizado de los viajes

Un hombre cualquiera sobrevuela en globo aerostático la hoja de octubre del calendario, salpicada de un otoñal y festivo color granate.

Algunas vueltas al mundo no solo duran 80 días. El tungsteno de las bombillas y los bordados banderines convierten cada rincón en una nueva postal de recuerdos por latir en la maleta de madera. A vista de pájaro los deseos planean en plegados aviones de papel hasta teñirse en deseados pájaros rojos con almas de estrellas fugaces. Y de repente, un manojo de globos, reflejan sus destellos en mitad de la noche para estrellar el firmamento.

Superando el vértigo, que te enseñan las horas de vuelo, el paisaje adquiere un estampado otoñal entre castaños y viñedos. Allí abajo un encarnado 600 parece buscar las instantáneas de verano, al ritmo de Abba, en un plano consecuencia de la felicidad atesorada al calor de los años. Las coordenadas suman sus cifras sobre las anotaciones de los cuadernos de bitácoras y los pliegues de los mapas, porque la vida calcula rutas inescrutables hasta alcanzar una nueva meta sobre el horizonte junto a la soñadora en pijama.

Y así un hombre cualquiera toma tierra, como cada 12 de octubre, para inmortalizar la felicidad.

domingo, 3 de octubre de 2021

Lo arqueado de los triunfos

Un hombre cualquiera recubre muebles y lámparas con sábanas para repintar paredes y techos.

La tarde famélica de sol araña los últimos rayos que colorean las copas de los Campos Elíseos. Poco a poco, las sombras y la artificialidad de la noche toma la ciudad junto al Sena. Los personajes de Midnight in París resucitan para imprimir bohemia e intelectualidad a barras de bar y recónditos cafés, los gatos se vuelven pardos sobre los tejados de zinc y los síndromes de Napoleón se reproducen entre las Tullerias y el Arco del Triunfo. De hecho, éste último sigue empaquetado por arte e ingenio de Christo, hasta la improvisada mañana de Reyes del 4 de octubre, que devolverá el arqueado perfil al parisino circuito del Tour.

Turistas y paseantes admiran el baile de los pliegues y los juegos chinescos de las farolas. Un solitario vals a medianoche. Cámaras y móviles inmortalizan la textil estampa. Pero, a medida que avanza la madrugada, la soledad se refleja sobre los adoquines humedecidos. Varias patrullas de policía acordonan la plaza y furgonetas con operarios y camiones de transporte se preparan para desenvolver el regalo de Christo. Preparados con su traje de trabajo y arneses comienzan a desvestir al triunfo. Los primeros rayos despuntan al amanecer, cuando las telas dejan al descubierto la nada. El Arco del Triunfo se ha esfumado ante las caras de asombro y estupefacción de operarios y policías. Por el paseo de los Campos Elíseos, baja sonriente y satisfecho con chistera y levita, el increíble Arsene Lupin.

Y así un hombre cualquiera descubre a una decimonónica Nicole Kidman buscando bajo las sábanas que cubren los muebles del salón con un aroma a recién pintado.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Lo caótico de la lira

Un hombre cualquiera se queda con el corazón encogido al ver la portada de The Guardian.

Los acordes de una lira resuenan lejanos y escondidos desde lo profundo del bosque. Troncos, ramas y hojas ocultan el origen del eco instrumental, que se extiende vivaracho con la nerviosa y precoz carrera de una mecha. La ardiente velocidad va abrasando y quemando todo lo que se encuentra en su caótica huida a ninguna parte. Los crepitares y chisporroteos del agonizante bosque seguían el trepidante ritmo de la lira que no paraba de sonar.

Imagen de Konstantinos Tsakalidis para The Guardian
Imagen de Konstantinos Tsakalidis para The Guardian


A las puertas de la ciudad, enlutada por las oscuras cenizas del incendio, Ritsopi llora desconsolada sin conseguir apagar las llamaradas que les cercan. Entre sollozos farfulla e implora que encuentren la maldita lira y que le arranquen las cuerdas. Solo se calma al apretar los párpados sumidos en la negritud. Tras cerrarlos busca, en la oscuridad que tiñe el bosque, la figura de Nerón para arrebatarle sus pirómanos intenciones y la música que percuten sus dedos. Ni la más mínima rama quemada vale un imperio, piensa desconsolada. El vuelo del avión precipita la refrescante lluvia hasta intentar aguar las sádicas diversiones del emperador. Meses más tarde, los terrenos serán recalificados para construir una paradisiaca complejo denominado Domus Áurea por la promotora Nerón S.L.

Y así un hombre cualquiera recupera el aliento con un asqueroso olor a bosque quemado.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Lo batallado de las eras

Un hombre cualquiera se siente a campo abierto para imaginar tostadas  historias en soleadas eras.

La tarde segaba con sus manecillas una llanura mesetaria exhausta de sol. En mitad de la nada, las rectangulares alpacas amarillas se amontonaban desordenadas a la espera de establos por acolchar para cuando llegaran las vacas gordas. Mientras tanto, funcionaban de trincheras improvisadas en un campo, inevitablemente, de batalla. Allí resguardado, fusil en mano, observa el desierto esquilmado de hierbas secas. Y al fondo, un oasis sobrevive con un olmo huérfano de peras y un peral cansado de esperar, junto a un pozo lleno de deseos por cumplir.

El zumbido de los aviones se materializó en sombras chinescas por los soldaditos de plástico en paracaídas, que bombardean las inmediaciones de su posición. Agazapado con la munición preparada esperó a que sobrepasaran su guarida para atacarles por la retaguardia. Uno a uno, acabó con aquel falso enemigo de compatriotas que luchaban paradójicamente por lo mismo; un mendrugo de pan de ayer, una lata de dudosa carne y un futuro por descifrar. Una voz cansada y grave le llamó por su nombre. Asustado por el inesperado ataque por sorpresa, levantó sus manos y se dio la vuelta lentamente, tras dejar su arma de juguete sobre las alpacas. Canoso y arrugado por el paso del tiempo, su abuelo le gritó. "La merienda está preparada". El campo de batalla volvió a ser campo y la guerra nunca dejó de ser un juego de niños avariciosos y caprichosos.

Y así un hombre cualquiera observa la inmensidad del campo sin puertas a la imaginación de las tardes de verano..

sábado, 11 de septiembre de 2021

Lo esperado de la felicidad

Un hombre cualquiera aparece enfundado con traje gris y bombín frente a la Peregrina.


Septiembre otoña las postrimerías del verano y Ravachol se aferra a su plumaje ante un sol cada vez más lejano y más alto. Sobre los adoquines, la vida pasa como un huracán y coloca un punto y seguido, acompañado por propios y foráneos. El acento de los descendientes de Breogan se entremezcla con la sureña fala de los herederos de los conquistadores. Un mestizaje propio de los tiempos de las conquistas, pero sólo con afán festivo y de confraternidad. Esbozos materializados de mater España.


Los granos de arroz de las nupcias estrenadas se lanzan al firmamento convertidos en estrellas fugaces con estelas de deseos cumplidos. Lo esperado de la felicidad y lo feliz de lo esperado. La celebración se siente a siete leguas a la redonda y olvida a las manecillas que escalan a las diez, a las once, las doce y la una. Las dos y las tres. Y las noches de boda ponen de moda el corazón para que nunca se ponga la luna de miel.

Y así un hombre cualquiera se sorprende rodeado de réplicas con bombín y traje gris tras mudarse al barrio de la alegría.


domingo, 5 de septiembre de 2021

Lo asombroso de la luz

Un hombre cualquiera siempre mira hacia atrás en el cine para encontrar al proyeccionista.

Estas personas de luz habitan en las sombras entre el caótico ruido de las máquinas y los reflejos chinescos de las estrellas de cine. Son pintores que colorean el lienzo en blanco. Son músicos que componen diálogos altavoz en grito. Y, por encima de todo, son magos que crean universos luminosos por el pingüe precio de una entrada de cine. 

 

Sala Azcona, foto de la web de Cineteca Madrid

Abajo sobre el prado de terciopelo y madera, los espectadores boquiabiertos disfrutan de la lluvia de estrellas desde el suelo de Madrid al cielo azul oscuro casi negro. Y cuando termina la representación, los proyeccionistas encienden las luces de la sala. Una humana especie de dioses que convierten la negritud del techo y las paredes en una cesta gigante de mimbre en la que el sol anochece y amanece con cada sesión. 

Y así un hombre cualquiera se emociona ante el último fin de los finales.

viernes, 13 de agosto de 2021

Lo literario de los trayectos

Un hombre cualquiera se adentra en el andén del metro mascarilla mediante y con un libro en la mano.

Los impersonales rostros de los viajeros se camuflan por mascarillas, mayoritariamente, verdes y negras. Y, por extensión, el vagón parece un reemplazo de soldados amordazados camino de la guerra. Su silencio sobrecoge en esa primera hora del día, cuando la vida aún dormita escaleras arriba, a pie de calle. El motivo de la mudez reside en las huellas dactilares de los allí presentes, que intentan imprimirse sobre las hojas de los libros que sostienen. La estancia recuerda más a la sala de las Musas de la Biblioteca Nacional, que a un tren con ojeras al amanecer. Y su única expresividad se reduce al espejo del alma. Los ojos abiertos por la sorpresa de lo leído, en algunos casos, o lo entrecerrado por el esfuerzo de enfoque por la presbicia, en los de mayor edad. Absortos ante el pitido de las puertas al cerrarse comienza lo literario de sus trayectos.

La oscuridad del túnel enviuda de la luz que se colaba por las ventanas, que intuyo de reojo al estar de pie junto a la puerta. Un pegajoso ruido percute el cristal con el característico ruido acuático de unas ventosas accionándose. Ante la desidia del resto de viajeros, el tentáculo de un pulpo gigante se pega al vidrio en una intensa lucha contra la velocidad del tren. Más allá, sobre la inmensa oscuridad, bancos se peces nadan a contracorriente con formas imposibles. La extraordinaria situación seguía ajena a los mortales que habitaban el convoy, ensimismados en sus libros. Recordé el mío, que por poco se me escapa de la mano. Al recolocarlo, "Los asquerosos" de Santiago Lorenzo había mutado en "20.000 lenguas de viaje submarino". Sorprendido busco, instintivamente, entre las portadas del resto de lectores. Todos, cada uno con su edición y formato, estaba leyendo las aventuras del Nautilus narradas por Julio Verne. La megafonía interrumpe el sonido de oídos taponados por la inmersión con el anuncio de la siguiente parada. El fondo marino se fue difuminando en un azul oscuro casi negro y, en un abrir y cerrar de ojos, la luz de la siguiente estación lo inunda todo. De hecho, al abrirse las puertas, el agua del techo gotea por ventanas y paredes, mojando con su oleaje la orilla del andén. Se baja una pareja y sube un anciano y un hombre de traje. Nuevamente las puertas se cierran tras el pitido y el tren se sume en la oscuridad hasta el punto de apagarse durante un par de segundos todas las luces. El sonido de un disparo devuelve la luz a un vagón convertido en un tren de los años 30 y por los ventanales una tormenta de nieve copa las vistas. El Orient Express se había parado por causas meteorológicas.

Y así un hombre cualquiera imagina la puesta en práctica de la iniciativa de la Asociación de Editores para renombrar las paradas de metro con los títulos de obras literarias.

 

 ¿Quieres vivir lo literario de los trayectos?

Iniciativa de la Asociación de Editores de Madrid para renombrar las estaciones del Metro


sábado, 7 de agosto de 2021

Capítulo XI: Lo inconfundible de las extraordinarias

Un hombre cualquiera se encuentra con humanas extraordinarias y mujeres inconfundibles, iluminadas por las estrellas de Salamanca y bajo el azul que acaricia las copas de los madroños y las azoteas.

"La más tierna historia de amor que hubo y habrá" se abraza en un romántico baile de la victoria. Siempre siguiendo el ritmo de los acordes de una guitarra, enmarcada por un pentagrama al calor de la clave de sol de agosto. La protagonista de esta historia de idas y venidas a la Galia es la mademoiselle del vestido burdeos. Rimmel en las pestañas para admirar, tacones para romper el techo de cristal y un bolso grande, marca Poppins, para llenarlo de 'porsiacasos'. Aunque la verdadera belleza y fuerza está en el interior. Ella sola se basta para olvidar el vértigo del acantilado y zambullirse en el mar convertida en sirena. Acerca las antípodas al marcar el botón de una videollamada con la huella dactilar del corazón. Y compone con el tintineo de los brindis una improvisada melodía con los recuerdos compartidos.

Sus cálidos abrazos reconfortan como el humeante corazón de una tetera en las tardes frías. Sus risas se contagian para inmortalizar la felicidad encontrada en los positivos de las fotografías. Y sus lecciones enseñan con la perfecta pluralidad de los acentos mestizos. Y, además, atesora una pócima, mejor que la de Astérix y Obélix, con la que mantener el espíritu de la juventud, que el calendario no se cansa de intentar arrebatarnos.

Y así un hombre cualquiera descorcha un reserva de Burdeaux para degustar futuros recuerdos que caracteriza a lo inconfundible de las extraordinarias


¿Recuerda más extraordinarias inconfundibles?

Capítulo I: Fílmica norteña

Capítulo II: Mecenas del Quijote

Capítulo III: Forzuda equilibrista 

Capítulo IV: Alumbrante de historias 

Capítulo V: Soñadora en pijama

Capítulo VI: Aventurera de las siestas

Capítulo VII: Irónica politóloga

Capítulo VIII: Conversadora berciana

Capítulo IX: Sonriente comunicóloga

Capítulo X: Teniente con rizzo

domingo, 1 de agosto de 2021

Lo vengado de la leyendas

Un hombre cualquiera busca, frente a la puerta de San Juan, el trofeo del topo maligno que atormentaba a los canteros que construyeron la catedral de León.

El verano se resiste a invadir el gótico frescor de la catedral y la explosión de luz se convierte en un espectáculo de colores y reflejos. De hecho, las vidrieras tiñen los rayos del sol en combinaciones premeditadas por Velázquez o Rubens sobre la paleta de colores. A ras de suelo un par de sacristanes persiguen incansablemente a varios topos que han preparado un animado sindiós entre turistas en chanclas y confesores con alzacuellos. Las prisas y carreras se multiplican por el eco y el revuelo impropio del templo, que distrae del recogimiento y la calma libre del impuesto de bienes e inmuebles.

En un despiste de los sacristanes, enredados sus faldones entre los reclinatorios de los bancos, los topos se encaminan a toda prisa a las puertas de entrada a la catedral. Los despistados viandantes y curiosos de la itinerante exposición del Prado siguen sus vidas ajenos a los roedores. Los fugitivos se camuflan entre los marcos y pinceladas. Se pierden entre las delicias del jardín. Otros se esconden bajo las faldas de las Meninas. Y los más osados se subieron a los garrotes de los eternos duelos. Tras calmarse el campo de batalla, los roedores abandonaron sus camuflados escondrijos para perderse entre los adoquines del húmedo.

Y así un hombre cualquiera abandona apresurado la catedral por si los topos han excavado los cimientos de la leyenda para su venganza.

lunes, 26 de julio de 2021

Lo literario del Brexit

Un hombre cualquiera saca del congelador la terrorífica biografía del vampiro de Bram Stoker.

El carmesí pintalabios enmarca su sonrisa, su vestido mostaza aliña sus curvas y lo anaranjado del atardecer se refleja en sus gafas. Camino de la cita, la ciudad parece engalanada para la ocasión. El tungsteno de las bombillas le chisporrotean en el rabillo del ojo. Sin imposibilitarle fijarse en la pareja que conversa, ajena a su contraluz sobre el horizonte, en la cubierta de su barco. The little Mary I. Quizá deciden sobre su próximo viaje o hartos del vaivén de la vida marinera hablen sobre el precio del barco para poner los pies en la tierra. Por el paseo, el rítmico taconeo de sus zapatos de tacón se encamina a la Torre de Londres. Al pasar a la altura del beefeater, acciona una ridícula mueca para desconcentrarle. Nada, ni un leve respingo, le perturba su semblante inglés.

'Home', Ana Arias
'Home', Ana Arias


Una suave brisa refresca el atardecer Támesis arriba. Y los últimos rayos iluminan las últimas ramas del Sky Garden. Desde donde un grupo de turistas españoles se fotografían para la posteridad con una Polaroid comprada en el mercado de Camden. Ella sigue su camino cruzándose con una réplica de María Bolena, que le hace decidirse por la bebida que pedir al llegar al pub. Un blody Mary, por favor. Sentada en la mesa con su sangrienta bebida, saca su ejemplar de Drácula, entrando en el castillo con solo abrir por la página marcada. Frente a ella, el paso de una sonriente y pelirroja Lucy de pelo corto y vestido blanco impoluto le hace guardar el libro en el bolso de sopetón. Ella le sigue con la mirada, perdiendo de vista la puerta de entrada, desde la que se cuela sibilinamente un Gary Oldman sin chistera y sin mácula del tiempo. Ella disimula su sorpresa con una sonrisa nerviosa y tras una breve conversación protocolaria, intercambian firmas y cheques. Y acaban su tenso encuentro con despedidas negociadas, al estilo Brexit, y deseos de un buen viaje de vuelta a Rumanía.

Y así un hombre cualquiera ante el constante ataque de los sanguinarios mosquitos al anochecer devuelve el libro al fondo del congelador.

domingo, 18 de julio de 2021

Lo carmesí del acerico

Un hombre cualquiera busca en la cartelera películas de Tim Burton para refrescarse entre las sombras.

Tras pasarse media vida entre rotos y descosidos, se zurció un acerico con forma de corazón para clavarle agujas. Aquel vudú de andar por casa, le sirvió para pudrirle un órgano cansado de latir sin correspondencia. Incapaz de colorear su blanquecina tez, que acompañaba a su amortajada vestimenta de negro. Enlutada sin pésame, plañidera sin lágrimas. Un realista personaje de Tim Burton, al que le habrían venido de perlas las manostijeras para cortar patrones o la espada del jinete sin cabeza para igualar los bajos de los pantalones.

Ella, consciente de su sombría personalidad, aprovechaba la oscuridad de los templos, las horas enviudadas de sol y el terciopelo negro de las butacas para mimetizarse con la negritud. Y allí en la sala de cine era el lugar donde cambiaba el pálido de la pantalla por el Technicolor. Sin reanimación artificial descubrió sístoles y diástoles hasta entonces ensordecidas, que le enrojecieron las mejillas al cruzar miradas con el hombre del extremo de la fila de butacas. Al encenderse las luces, el hombre del colorido chaleco le regaló un pincel para pintarse de alegría la tristeza. Ella saco del bolsillo su acerico. Arrancó las puntiagudas agujas y alfileres y, tras enhebrar un hilo carmesí, cosió las cicatrices del tiempo.

Y así un hombre cualquiera consigue la palidez veraniega de Víctor Van Dort tras un ciclo de películas de Burton.

miércoles, 14 de julio de 2021

Lo parisino de los oasis

Un hombre cualquiera se sorprende dibujando un oasis sobre una imagen de la pirámide del Louvre.

La ya no tan pequeña Amélie posa con capa y chistera junto a la acristalada entrada del hogar de la Mona Lisa. Fermín y Margot le han inculcado la devoción por Arsene Lupin. Y aprovechando las vacaciones estivales se recorren el París de Maurice Leblanc para robar cientos de instantáneas para el recuerdo. Margot, convertida en directora de fotografía, coloca y dirige a la pequeña. A unos metros, Fermín sonríe y con silenciosas señas hace sus propias indicaciones para no despertar a la pequeña Edith, que duerme dentro del fular de porteo.

Sobre sus cabezas la aviación francesa desplegaba la tricolor con el lejano rumor de la marsellesa desde los campos Elíseos. Alzan la miranda para avistar los aviones que se pierden rumbo al norte. A ras de adoquines la familia parte hacia el metro con sus pañuelos de San Fermín al cuello, la chistera rebotando sobre la cabeza de la hermana mayor a cada salto y sus sombras borrando las huellas de sus zapatos para inspirar una nueva historia de Lupin.

Y así un hombre cualquiera termina su improvisado boceto al rellenar con palmeras la explanada que se extiende ante el reflejo de la pirámide.


¿Y qué ocurrió otros 14 de julio?


martes, 6 de julio de 2021

Capítulo X: Lo inconfundible de las extraordinarias

Un hombre cualquiera se encuentra con humanas extraordinarias y mujeres inconfundibles  entre los acordes del blues y el tintineo de las varillas.

Lo inconfundible de las extraordinarias se encuentra en los pasos firmes del batallón de la teniente con rizzo. Su estética marcial se intuye en su mirada coloreada de verde camuflaje, su hoyuelo en la barbilla esculpido en el fragor de la batalla y su cuidada instrucción en campos de entrenamiento sembrados de mandrágora. Sus estrategias militares las escribe de su puño y letra, cómo metraje de novelas por conquistar, y los presupuestos de las emboscadas los cuadra con complicados cálculos matemáticos.

Las victorias las brinda con un Ribera del Duero de confianza de su sumiller personal y sus incursiones de reconocimiento han llegado hasta la misma puerta de la casa de Björk y, también, a las gradas imperiales del Coliseum. Su corazón enrojecido palpita vivaracho bajo sus galones, que en nada envidian en altura y brillo a los del propio Napoleón. Nacida de la masa madre, tiene arraigadas sus raíces y tomada la medida de los fusiles para cargarlos con pacíficos claveles.

Y así un hombre cualquiera espera seguir firmemente la corneta que marca a lo inconfundible de las extraordinarias.


¿Recuerda más extraordinarias inconfundibles?

Capítulo I: Fílmica norteña

Capítulo II: Mecenas del Quijote

Capítulo III: Forzuda equilibrista 

Capítulo IV: Alumbrante de historias 

Capítulo V: Soñadora en pijama

Capítulo VI: Aventurera de las siestas

Capítulo VII: Irónica politóloga

Capítulo VIII: Conversadora berciana

Capítulo IX: Sonriente comunicóloga

miércoles, 30 de junio de 2021

Lo salmantino de las ciudades

Un hombre cualquiera se empadrona entre los brazos de una soñadora en pijama para siempre habitar sus días y sus noches.

Las ciudades se construyen con los recuerdos de aquellos que las han habitado y éstos encuentran reflejos y trampantojos con otras lugares que han visitado y hecho suyos. En mitad de la plaza Mayor, dos corazones sincronizan sus enamorados latidos, mientras los habitantes de los medallones se convierten en cronistas de su historia. Balcones hacia dentro la salmantina estampa se teletransporta al Village, sin vistas al Empire State ni a la estatua de la Libertad. Pero, los inquilinos de los pisos guardan un curioso parecido con Chaendler, Mónica y Phoebe al ritmo de "I'll Be There for You." Al volver a pie de calle, un olor a carbayones te convierte en un personaje más de la Regenta; en un decimonónico Oviedo con chistera y ahuecados vestidos color cielo del paraíso natural. Del vestido cuelga un cordón azul que siguiéndolo llega hasta la cafetería de Amélie. El parisino aroma a crepes recién hechos se intuye detrás de la fotografía de un enano de jardín.

Y en un recóndito jardín con vistas al Tormes, unos versos en italiano se cuelan entre ramas, rosas y rincones. Entonces, Calixto se convierte en Romeo y Melibea en Julieta. Allí, el amor veronés revolotea armónico, cómo una bolboreta carmesí, de flor en flor, brindando entre pétalos con la delicadeza de una fina copa de champán. Que como el amor puede hacerse añicos al dejarla caer al suelo. Por eso, "si hay que pisar cristales. Que sean de bohemia, corazón", le digo a la soñadora en pijama al conquistar Praga reflejados en la Casa Lis. La llegada de la noche tiñe el cielo en un azul oscuro casi negro, justo al llegar al cielo de Salamanca, donde los deseos se cumplen fugaces, cómo estrellas de Bagdad.

Y así un hombre cualquiera espera que los deseos de la tarta de la soñadora en pijama sigan planeando viajes en globo, en elefante o en tren.

viernes, 25 de junio de 2021

Lo chiquito de Málaga

Un hombre cualquiera pasea por Málaga de buena mañana.

Sombrero, camisa blanca, botella de agua, bermudas, teléfono móvil, chanclas y, obviamente, pai pai; el uniforme de turista le define a siete leguas de distancia. Un oleaje de risas va y viene con un rumor marítimo que refresca los sofocados mercurios. Y lo hace desde cualquier rincón: unas brasas incandescentes con aroma de espetos, las mesas de un chiringuito de la Malagueta, las pinceladas picassianas, la ventana en verso del Kanka, las butacas aplaudiendo con un acento de Banderas, la sacristía de la Encarnación, los corrillos de Larios, el quién da la vez del Atarazanas, las taquillas del Pompidou, a la luz de la bombilla de la Farola, el mirador del Gibralfaro, las almenas de la Alcazaba, los muelles salados del puerto y, sobre todo, cada rincón del Huelin, donde todavía resuenan los chistes de Chiquito de la Calzada.

Las huellas acarician las aceras para calcar el ritmo y el paso de la ciudad, hasta clavarse frente al paso de cebra de Tomás de Echevarría. Un inconfundible ¡Quietor! ordena pararse en seco ante el tráfico de bicicletas, algún seiscientos despistado, taxis, autobuses urbanos, repartidores y matriculados autóctonos y de importación. Las sonrisas se dibujan entre los viandantes, que al ponerse en verde la luz de los peatones comienzan a cruzar carcajada mediante, tras escuchar la señal sonora ¡Al ataquer, siete caballos vienen de Bonanza!. El buen humor de Chiquito inunda la ciudad con iniciativas de murales, festivales cómicos, esculturas y hasta rutas con los lugares habituales del humorista.

Y así un hombre cualquiera se convierte en un pecador de la pradera que sigue echando de menos al singular y universal vecino de la calzada de la Trinidad.

viernes, 18 de junio de 2021

Lo inconfundible de los extraordinarios (8º caso práctico)

Un hombre cualquiera tiene la innata capacidad de toparse con humanos extraordinarios y hombres inconfundibles entre el aroma de la tacita de plata y el azulado cielo capitalino.

El rítmico vuelo de las varas sobre las aceitunas precipita el oro líquido por caminos y encrucijadas, hasta encontrarse perdido por los cerros de Úbeda. Allí, donde suele habitar el compositor de los vuelos. Aquel que es capaz de imaginar las acrobacias a ras del cielo, que calcula con los pies firmemente anclados en la tierra. La misma en la que crecieron sus antepasados para convertirse en árboles genealógicos de profundas raíces con un orgulloso acento para proclamar su nombre. Y que él esquivó, contra todo pronóstico, con el suyo propio sin que le colonizara la tradición familiar al séptimo día. Así su partida bautismal se rubricó con el abolengo del nombre de un rey cristiano. Una reconquista más en la tierra de los califas, cuyas leyendas se pierden entre las líneas de fuga de los olivares.

El pentagrama se ilumina con el amarillo de la clave de sol manchega que describe el horizonte entre las aspas de los molinos. Y el rojo palpitar de su corazón le devuelve frente al piano de su mítico concierto entre las rojizas Médulas, versionando al eterno Bowie. Y al abrir los ojos tras su ensoñación, un hombre con bombín, chaleco y voz ajada le recuerda su origen al escucharle cantar aquello de pongamos que hablo de Madrid.

Y así un hombre cualquiera aprovecha la potencial facultad para esquivar las nubes de giste diseñadas por Gambrinus que caracteriza a lo inconfundible de los extraordinarios


Y aquí se reúne lo inconfundible de los extraordinarios:

El mafioso polaco

El tertuliano de las antípodas

El buenhumorado sureño

El arquitecto de utopías

El sosegado rebelde

El dueño del bigote

El fan de los festivales


domingo, 30 de mayo de 2021

Lo agazapado del jardín

Un hombre cualquiera se topa con decenas de viandantes vestidos con camisetas y jerséis de rayas horizontales alrededor del Prado.


La visita comienza frente a la estatua de Felipe II, al ser primera hora aún tiene las arrugas de las sábanas marcadas en el majestuoso rostro. El ruido de las aguas del Lavatorio por la concurrencia de la mañana resuenan por el eco de la galería central. Y el murmullo de risas de las Meninas se notan por la ausencia de Velázquez, que se ha perdido más allá del reflejo del espejo para desayunar. Hay pocos visitantes, pero entre ellos destaca, entre marcos y pasillos, el hombre del jersey de rayas y las gafas de pasta.


El hombre de pie, frente al único cuadro que quería admirar, perpetuo e impasible, ya ha encontrado lo que busca. La media sonrisa que se esboza entre las comisuras de sus labios es resultado de su acertada búsqueda. El resto de visitantes y curiosos cambian de cuadro, vencidos sin encontrar el motivo del síndrome de Stendhal que ha tomado a aquel hombre. Pero allí estaba. Allí se encontraba semiescondido tras el árbol de la ciencia; alrededor del que florecen deliciosamente todos y cada uno de los brotes del jardín. Wally sonriente con sus gafas de pasta, su jersey de rayas rojas y blancas y su gorro  se agazapa entre las pinceladas del Bosco.


Y así un hombre cualquiera se siente sorprendido por ser parte de una de las viñetas de ¿Dónde está Wally?

sábado, 15 de mayo de 2021

Lo abanicado de los carteles

Un hombre cualquiera se encamina  a la ventana, por segundo año consecutivo, con chaleco, gorra y un clavel ajado en la solapa de la mano de la soñadora en pijama.

El autobús urbano avanza por la avenida con la soledad vagando aún entre los asientos y asideros, pero, este año no es la única, le acompañan cuatro gatos con mascarilla, gel hidroalcohólico y los nuevos bonometros estampados con cuadros de Goya. Al llegar a la parada de la plaza de Marqués de Vadillo un enmascarado organillo ameniza la vida a dos metros de distancia sobre los adoquines, aunque falta el aroma de cerveza castiza y de importación. Lo comedido de las celebraciones brota tímido entre claveles, nardos, violetas y madroños sobre la encintada y pandémica pradera. El paseo cuenta con un carril de ida y otro de vuelta para ordenar a los  atrevidos visitantes que se llegaron a la ermita. Entre ellos, Lili, armada con abanico, y su latino Néstor, ataviado con gorra y clavel carmesí, que son guiados por Rocín, un galgo adoptado, que les convirtió en familia una mañana de verano; juntos han creado una cálida guarida de dragón con unos colorados farolillos, made in Usera, en pleno Carabanchel. Desde la guarida de Victoria y Almudena, en Villa de Vallecas, no hay vistas al palacio Real, pero celebran desde la distancia el día del santo, abanico en mano. La pequeña ataviada de chulapa, junto a sus amigas del barrio, pasea por el bulevar, hasta la hora de la comida. Justo cuando llega su madre de la residencia de mayores. Almudena acude junto a ellos, día a día, con las sonrisas dibujadas por Victoria en las mascarillas. Su forma de luchar contra la tristeza de los que no llegaron a la vacuna.

El rumor de las campanadas del mediodía se silencia por el traqueteo del carrito de Vera por el puente de Toledo, empujado por la felicidad de Gloria y María. Desde allí ya se puede  intuir el verdor de San Isidro por la ausencia de manteles y mantas tendidos sobre la hierba. Las madres primerizas han preparado un par de bocadillos, abanicos y el biberón de la pequeña para celebrar su primer 15 de mayo. Eso sí, sin rosquillas, ni chotis y, mucho menos, con la  pancarta reivindicativa del atestado local de Izquierda Unida donde se conocieron. A pesar de todos los inconvenientes, alzan entre sus brazos a la pequeña, que está ya en el quinto sueño, para inmortalizarse con un selfie para su orgulloso álbum de recuerdos chulapos. Y, calle arriba, donde la mesonera Latina se colorea de Lavapiés, Manuela se asoma a su engalanada corrala para celebrar con cuidado y distancia la fiesta desde casa. Y, todo ello, a pesar de haber recibido la Michelle Pfeiffer, como llama ella a la vacuna de Pfizer, para regocijo y guasa del equipo de sanitarios del Martín Vargas. El mismo centro de salud en el que trabaja como limpiadora su nueva vecina, recién llegada del lejano Perú con su hijo. Ambos salen al encuentro de su entrañable vecina que les obsequia con un paquete de listas y tontas para que celebren el día. Ellos le agradecen el detalle y le dan un rato de palique vecinal. Manuela, cerrando su abanico dramáticamente, les cuenta que hasta la pandemia siempre colocaba su puesto en la pradera para endulzar a chulapos y visitantes y que siempre se guardaba un cartel de las fiestas para su colección. Los nuevos vecinos le prometen que le traerán el cartel de 2021 y ella les habla de su sueño de hacer una exposición con todos sus carteles. Se despiden con un ‘¡Viva San Isidro!’, que se amplifica por el eco de la corrala y los vítores de los demás vecinos asomados a la casera celebración. De fondo, el ritmo de un popular chotis surge festivo desde el tecnológico altavoz de Youtube. ¡Ay, los tiempos modernos!    

Y así un hombre cualquiera brinda con la emperatriz berciana por volver a celebrar las fiestas sentados al lado de los amigos de la pradera bajo la sombra de los madroños.


Inspiración castiza con Mercedes deBellard

¿Te acuerdas de otros San Isidro?


domingo, 2 de mayo de 2021

Lo imprescindible de lo materno

Un hombre cualquiera recuerda que su primera palabra fue, indudablemente, mamá.

Cada madre esboza y dibuja la maternidad con el acolchado amor que encierran sus abrazos. Hay madres que elaboran brebajes para convertir a sus hijas en reales hadas de cuento. Hay madres que enseñan en lenguas maternas para arraigar sus frutos a la tierra. Hay madres que tiñen sus vidas con el violeta de la igualdad.  Hay madres que habitan islas paradisíacas para encontrar los tesoros encarcelados en los mapas. Hay madres que esculpen guerreros de terracota para entrenarles ante las continúas batallas de la vida. Hay madres que defienden con todas las de la ley el futuro de sus pequeñas. Hay madres que escancian su cariño cada día en un manual de consejos para encontrar la felicidad. Hay madres que desarrollan un familiar "savoir-fair" de anécdotas, fotos y recuerdos. Hay madres...
 
Todas estas recetas de la maternidad se complementan con los indispensables trucos de las madres que nos parieron. Las que nos enseñaron que los mandiles se convierten en capas de heroína. Las que tiñen sus besos en el color carmesí de las princesas. Las que hornean las ideas hasta dorarlas de felicidad. Las que hilvanan los disfraces de todos los personajes que siempre quisimos ser. Las que preparan el pan de cada día con el ingrediente fundamental de la masa madre. Las que fotografían los recuerdos de infancia con el colorido efecto de una lomo y la instantaneidad de una Polaroid. Las que inventan historias para dormir y soñar en pijama. Y que acaban definiendo lo materno que las hace imprescindibles.

Y así un hombre cualquiera recuerda que no solo el primer domingo de mayo es el día de la madre.

viernes, 23 de abril de 2021

Lo imaginado de los cuentos

Un hombre cualquiera encuentra una señal en Ordoño que reza 'aquí hay dragones'.

La calle alcanza las postrimerías de la sobremesa, convertida en un desierto encapotado y salpicado de espejismos, que reflejan, gota a gota, la regia cota de mallas. Los charcos se petrifican con las inmortalizadas fachadas y el frio metal de los candados, que encierran la vida a cal y canto. Una brisa templada azuza los toldos y plantas, hasta erizar el vello del caballero bajo su reluciente armadura, que se apagó unos segundos, en un azul oscuro casi negro.  La sombra se extiende calle adelante y la mirada del hombre atrapa al vuelo al inquietante dragón, que atemoriza a la ciudad.

Botines, Ana Arias
Botines, Ana Arias

Tras los tejados de la plaza, la bestia aterriza con su infierno encendido para la batalla. Y, de pronto, fuego, gritos y humo. El silencio marca un punto y aparte. El paso acelerado y metálico del caballero alcanza el final de la batalla y en piedra San Jorge sobre la boca del dragón celebra la victoria. Las garras se metalizaron en el entramado de la verja y las fauces se entrelazaron en picaporte, bornes y dintel. Las escamas tomaron el color de la pizarra, que sin tiza dibujaron el horizonte entre chimeneas, cubiertas y faldones. Y las 365 puñaladas que acabaron con la bestia se cristalizaron en ventanas para iluminar cada día la oscuridad que encerraba el monstruo en su interior. Los rayos del sol perforaron el mar de nubes en un empedrado gaudiniano que el arquitecto dibuja por la eternidad, sentado plácidamente frente a su Casa de Botines.

Y así un hombre cualquiera vuelve a creer en los dragones que se agazapan petrificados en la realidad.

miércoles, 14 de abril de 2021

Lo tricolor de la barraca

Un hombre cualquiera adquiere en la cuesta de Moyano un ejemplar de 'La Barraca: Teatro Universitario' de Luis Sáenz de la Calzada.

Las ganas de lectura conquistan el primer banco libre bajo el primaveral sol de abril. Los rayos inciden sobre las hojas con el reflejo de un caleidoscopio y los personajes y actores comienzan a vagar por el paseo. Desde unas maletas amontonadas, Federico, sentado entre libros y papeles, dirige al Comendador de 'Fuenteovejuna', a Fabia del 'Caballero de Olmedo' o a Benito Repollo del 'Retablo de las Maravillas'. El teatro de la Barraca resucita en las calles de Madrid con el antojo de un calendario coloreado por la tricolor.

Un par de paseantes con sombrero, bigote y bajo el brazo el Diluvio del 14 de abril de 1936 se encuentran entre las casetas. El hombre con borsalino gris ojea la sección de cultura, donde se anuncia la representación del 'Caballero de Olmedo' por la Barraca. Ambos comienzan a comentar la noticia y comparten pareceres sobre la figura de Lorca y la última ocasión que disfrutaron de una representación de la Barraca. El más bajo con acento levantino comenta que ojalá hubiera existido el grupo de teatro en su infancia y que hubieran llegado a su pueblo, bañado por el Mediterráneo, con las misiones pedagógicas. Las mismas que humanizan el teatro y reivindican el oro de los textos clásicos para culturalizar a las clases populares. De repente, las negras tormentas que abrigan los aires hacen volar las hojas del periódico y apagan el caledoscopio, que cierra para siempre el telón de la Barraca con el carmesí del terciopelo, cómo premonición del rojo agonizar que acabará, a mediados de julio, con el irrepetible Federico.

Y así un hombre cualquiera recuerda la obra 'Federico Hacia Lorca' con la que la Joven Compañía resucitó al poeta granadino y reconstruyó la teatralizada Barraca.

domingo, 28 de marzo de 2021

Lo sutil de los homenajes

 Un hombre cualquiera observa extrañado el puente de los leones con un incesante ataque de nostalgia.


El cielo está encapotado, pero lo tiñe con el azul de sus cabellos al aire, camino de todos los lugares y de ningún sitio al mismo tiempo. La aventurera de las siestas camina acariciando los monárquicos adoquines de las aceras londinenses.  La brisa de la mañana parece hacerle levitar hasta que sus pupilas enmarcan lo sutil de los homenajes. Las sirenas de la torre de Londres avisan que el puente se está elevando y frente a ella, incluso los balcones parecen reverenciar su paseo. Sin corona, ni cetro se siente la heredera de un reino muy muy lejano a las orillas del Bernesga. Y quieta, en mitad de la calle fotografía su paseo triunfal.

"Paseo triunfal", imagen cedida por Ana AG 


Tras cruzar el Támesis, se da la vuelta y mira su casa al otro lado del río. Por los cascos comienza a sonar Jorge Drexler. A su frente se aparece la estatua de Guzmán coronando la fuente y se va construyendo Ordoño hasta rematar los gaudinianos torreones de Botines. Un arcoiris parece reflejarse desde las vidrieras para pintar el skyline, salpicando los tejados de San Marcelo, el Alfonso V y San Isidoro. Ella cierra los ojos, rescatando el afrutado perfume de las limonadas, y al abrirlos nuevamente su reino le devuelve a la perfida Albión 


Y así un hombre cualquiera se queda paralizado ante el espejismo londinense que devuelve, momentáneamente, a la aventurera de las siestas a la patria chica.

domingo, 21 de marzo de 2021

Lo musical de la felicidad

Un hombre cualquiera necesita oxígeno, alimento, amor y música para alcanzar la felicidad.


La música se recibe por el aire, alimenta el alma y te enamora a primera vista al llegar al corazón. La música conjuga las necesidades primarias de la felicidad. Y todo se ilumina desde la clave de sol. La misma que preside el pentagrama colmado de sentimientos, cómo cualquier composición cultural, y, en este caso, con la ordenación de las notas musicales y el silencio para tomar el ritmo y el compás. Y, a continuación, llegan los juglares y poetas para construir versos y estrofas y para revivir historias que a fuerza de repetirse se convierten en anécdotas propias. Estas repeticiones convierten a las canciones en oraciones que se aprenden sin un dios al que rogarle y con algún demonio al que mortificar. Y, con todo, los mares de músicas, que lo inundan todo, están repletos de cantos de sirenas que desguazan nuestras embarcaciones por unos minutos contra el constante temporal de la realidad. 


Sin duda, la música puede atesorarse en vinilos, MP3 o en cachitos de hierro y cromo, pero sabemos a ciencia cierta, que nunca se borra de la memoria. El mismo lugar por el que siempre paseará Ariel Rot acompañado con su voz en off por los paisajes que abarcan desde Finisterre al desierto de Tabernas. Él percutiendo su bajo para seguir las músicas que crecen de la tierra y fluyen como afluentes a un mar de músicas. Y, desde dónde, este Rodríguez de acento bonaerense nos ha demostrado que se puede cruzar la península de músico en músico sin perder nunca el ritmo; porque tenemos un país para escucharlo.


Y así un hombre cualquiera se sienta feliz y agotado de bailar hasta el último bis con el cartel de fin de película del oeste.