martes, 31 de marzo de 2020

Lo repintado de las huellas


Un hombre cualquiera pone el tocadiscos sin observar que está puesto sobre el plato y sorprendido comienza a escuchar el vinilo de Abbey Road.

Solamente con cerrar los ojos puede recordar las zancadas de John Lennon, Ringo Star, Paul McCartney y George Harrison al cruzar el paso de cebra de Abbey Road aquella mañana del 8 de agosto de 1969. Cuándo la cámara Hasselblad de Iain Macmillan les inmortaliza para la posteridad hasta convertir la calle del estudio de grabación en un icono turístico de Londres. Seguramente los pies descalzos de Paul agradecieron el cambio de escenario para la fotografía. Porque el productor había organizado un viaje a Nepal para tomarles la instantánea en las nevadas cumbres del Everest.

El disco alcanza el ‘Come Together’ y un ataque de nostalgia londinense le hace visitar la webcam instalada en Abbey Road. La desértica estampa de la ciudad por mandato gubernamental resulta quebrantada por dos operarios municipales. Han rodeado el paso de cebra con conos naranjas para restaurar las líneas blancas y repintar el paradójico mensaje de ‘Look right’. Las huellas de los cantantes, turistas y vecinos quedan resguardadas bajo la pintura blanca, iluminada por los insólitos rayos de sol de marzo al ritmo del ‘Here comes the sun, and I say it's all right’.

Y así un hombre cualquiera le da la vuelta al disco junto a su improvisada ventana al Big Smoke.

sábado, 28 de marzo de 2020

Lo repleto de los vacíos


Un hombre cualquiera sincroniza el reloj para el cambio de hora tras el reportaje de Carlos del Amor en el Telediario.
  
“[…] Será una especie de agujero negro. Un lugar en el que descansar. Ojalá poder habitar más esos 3.600 segundos que no son y no serán”, narra el periodista hasta que el 'Sucede que a veces' de Ismael Serrano le toma el testigo. La vida a veces nos envuelve en una confabulación que nos lleva al año sin verano. Este juego de títulos sobre los vacíos debe hacer reflexionar sobre el aprovechamiento de los momentos que dejamos perder.

La trayectoria literaria de Carlos del Amor describe los agujeros negros para convertir los vacíos en espacios a rebosar. La temporada estival de ‘El año sin verano’ se llena de vidas, personajes y objetos que se agazapan en los espacios comunes de la rutina. Las memorias borradas de ‘Confabulación’ se escriben en cuadernos sin fechas de caducidad para no perderlos en el olvido. Y ‘La vida a veces’ narra como la falta de imaginación del escritor no necesita de una gran historia, sino que necesita de la grandeza de las pequeñas historias.

Y así un hombre cualquiera se conciencia contra las pérdidas de tiempo innecesarias y sin imposición horaria gubernamental.



Referencias bibliográficas de Carlos del Amor


domingo, 15 de marzo de 2020

Lo confinado de las restricciones



Un hombre cualquiera descubre con La Trinchera Infinita un curso intensivo de confinamiento casero.

El felpudo de la entrada advierte a propios y extraños de la forma de Estado: ‘La república independiente de mi casa’. Eso sí, todo está tapizado por el real gusto de la Princesa Carmesí. Y su perfume se entremezcla con los aromas de sus ideas al horno, acreditados por sus tatuadas  estrellas Michelín. Su arte culinario torna en un rítmico tintineo de cazuelas, platos y cubiertos, como un himno contra las famélicas legiones. Y no necesita de  banderas, porque los convierte en paños para secar los cacharros o en trapos para que le abrillante los cristales y entren los rayos del sol. Y con las bocanadas de luz leer aventuras e historias agazapadas en la biblioteca.

La biblioteca del salón está abarrotada de hombrecillos de Millás, del calor de las letras nórdicas de Marchamalo, de las hojas selladas del pasaporte de Robert Langdon, del humo de la pipa de Sherlock Holmes, de las naranjas proféticas de Mario Puzzo, de las conversaciones con Fermín Romero de Torres, de las recetas macerando para futuras comilonas, de los temores de hombres sabios con fórmulas secretas de arcanos, del grafito afilado del lápiz del carpintero, del suspense de Mary Higgins Clark;  y, sobre todo, del espacio para nuevos objetos, personajes y experiencias construidos negro sobre blanco.

Y así un hombre cualquiera sigue las restricciones del estado de alarma desde el hogar dulce hogar, compartido codo con codo con la soñadora en pijama.