domingo, 27 de marzo de 2022

Lo parisino de la cotidianidad

Un hombre cualquiera encuentra, tras el rodapié despegado del baño, una cajita con pequeños juguetes y el cromo de bahamontes de 1959.


La vida se construye por los pequeños detalles que suenan fugaces como estrellas de Bagdad en la radio. Por los campos de amapolas que tiñen de carmesí las instantáneas. Por el perfume sobre la almohada al despertar, que impregna los buenos días. Por las pecas de sésamo que adornan las hamburguesas. O por los vuelos de "bolboretas" que esparcen su alegría primaveral en pleno invierno.


Por la ventana, el rítmico acordeón acompasa el plisado de las cortinas, que mece la brisa del mediodía. Y el sonido se pierde entre las manos del aprendiz de frutero, que mima a las coles de Bruselas dentro de la bolsa de papel. Lo arrugado del envoltorio le avisan al vendedor de cupones que se encuentra en la frutería. Y el barrio se adereza con una elegante fragancia parisina en pleno barrio de Arganzuela.


Y así un hombre cualquiera se queda mirando a la soñadora en pijama y su irremediable parecido con Amélie.

domingo, 20 de marzo de 2022

Lo vergonzoso de la calima

Un hombre cualquiera dibuja un oasis sobre el enrojecido polvo del alfeizar

El tiempo avanza hacia cada centímetro que alcanza con la expansiva invasión de un desierto, que nunca retrocede. Grano a grano se vierte hasta rellenar el hemisferio inferior, desde un cielo enrojecido por la vergüenza. Abajo, la calima sedimenta inexorable sobre tejados, estatuas y conciencias. Entonces, las promesas se convierten en papel mojado, las esperanzas mutan en imposibles y el recuerdo se borra en olvido. Allá donde el desierto pierde la batalla frente al Atlántico, la nostalgia se ahoga con el salitre del naufragio y, al mismo tiempo, muere por la sed del espejismo.

En Madrid, el teñido sahariano embarra el asfalto, las ventanas y las huellas por la tristeza de una lluvia inconsolable entre Moncloa y ultramar. El capricho colonial y la aspiración imperial se abandonaron, desde los tiempos en blanco y negro con la descolorida esperanza de una oportunista marcha verde. No se pierde, lo que se habia abandonado. Una injusticia de décadas para devaluarse como moneda de cambio ante los gritos de auxilio.

Y así un hombre cualquiera se frota los llorosos ojos ante el espejismo 

martes, 15 de marzo de 2022

Lo esperanzador de los reflejos

Un hombre cualquiera levanta la vista al cielo al escuchar los motores de los aviones que sobrevuelan la ciudad.

La acuciante nubosidad impide ver los motorizados vuelos que emigran a la batalla y que ponen sonido a las pantallas del escaparate de la tienda de televisores. Cómo si se tratara de una película de Hollywood, los misiles y las bombas crean unos efectos nada especiales y, desgraciadamente, la sangre mancha de trepidante realidad el sensacionalismo de los noticieros.

Unos pasos más adelante, un músico callejero de barba, melena y símbolo de la paz en la guitarra alimenta los deseos del alma. Su voz implora: "Que la guerra no me sea indiferente. Es un monstruo grande y pisa fuerte." 

Y así un hombre cualquiera percibe el esperanzador reflejo de un hueco de sol entre los nublados.