jueves, 25 de abril de 2024

Lo sembrado de la primavera

Un hombre cualquiera le pide consejo de jardinería a su vecino, que le tiene cogido el punto a la primavera por lo florido de su balcón 

El hombre gasta bigote setentero, siempre va uniformado de paisano y su acento atlántico le delata tras sus silencios. Su amabilidad desbordante invita a pasar a su casa. Lo austero de la vivienda no desmerece a un hogar con el aroma a cocina casera, instantáneas en blanco y negro y libros de historia para recordar el paso del tiempo sobre lo estático de las estanterías. Los neutros colores del interior chocan con los vivos pétalos de las macetas de la terraza. Lo pacífico de los blancos, lo reivindicativo de los rosas y lo épico de los rojos.


El improvisado profesor de jardinería tiene preparado sobre la pequeña mesa una muestra de sustrato, semillas y recipientes para su revolucionaria técnica. Primero explica la importancia de una tierra fértil y preparada para hacer progresar la futura germinación. En segundo lugar, abraza entre sus manos las semillas con la delicadeza con la que un padre siembra los cuidados y conocimientos sobre sus hijos. Y, en tercer lugar, dispara lo fecundo de la tierra sobre los estrechos maceteros y dispara con sus dedos sobre el cañón las simientes. Una pequeña regadera vierte el agua necesaria desde el cáliz para la eterna juventud. Y a esperar que la primavera haga agonizar lo marcial del invierno. El esperanzador alumbramiento se acompaña con el inesperado himno de la Vila Morena, que resuena desde el móvil de Joao para felicitarle por el 50 aniversario por la consecución de tener en casa esquina un amigo en la tierra de la fraternidad.


Y así un hombre cualquiera aprende a sembrar la primavera a la sombra de una encina.

jueves, 18 de abril de 2024

Lo ilustrado de los maños

Un hombre cualquiera descubre el elixir de la eterna juventud que atesora el maño ilustrado.

Aún estaban floreciendo los claveles en la Vila Morena y una fragancia de rosas invadía Suresnes para agonizar a los oxidados dictadores. Desde el Ebro un intenso arco iris enmarcaba Aragón entre las lluvias de abril. A buen resguardo, lo puro de los lienzos esperaban imaginarse con brillante nobleza. A través de la construcción de geométricas inspiraciones petrificadas en la arquitectura de la Aljafería. A través de la intercesión de una literaria musa acunada en el morrión de Alonso de Quijano. A través de la pedagógica herencia transmitida al futuro con la maestría gremial del artesano.

La alumbrada realidad se materializa en una tremolina de pinceladas de brochas, tinteros y pantones. El nórdico azul de Waterloo le imagina cielos y mares por surcar. El feriado verdor del Retiro le brinda la perspectiva desde las copas de cipreses, madroños y sauces. Lo oriundo de las piñas le aporta lo pardusco, tostado y cafetero de los goyescos paisajes. El amarillo de las instantáneas le ilumina con la veraniega fuerza del playero sol de Salou. El espirituoso rosado de las garnachas le tiñe las mejillas ante los agradecidos reconocimientos. El morado de las banderas se blande por el cierzo para enseñar la importancia de la memoria, la fraternidad y la igualdad. Lo guerniqués de Belchite le enseña la importancia de las sombras que se ocultan en lo afilado del grafito. Y el alma de Labordeta le encarna los valores y las ideas para ilustrar lo concienciado de la cultura.

Y así un hombre cualquiera imagina al maño ilustrado como un personaje atemporal e irremplazable de Cuéntame.

domingo, 14 de abril de 2024

Lo insomne de los canarios

Un hombre cualquiera pasea de madrugada junto al Palacio Real; solo los cantos de los canarios rompen el silencio.

Aún faltaba para que se alumbrara el día, pero el palacio había madrugado con lo morado de las ojeras por un insomnio plebiscitario. El trajín de los pasillos, las urgentes prisas y las encendidas bombillas no permitían pegar ojo a ninguno de los habitantes palaciegos. El vaivén mareaba, como un barco naufragando en mitad del Campo del Moro. Los espejos duplicaban los bostezos, las camas vaciaban los sueños y las maletas arrastraban los cansancios. Y el incesante sonido de los canarios acompañaba las idas y venidas, iluminados por lo despierto de las lámparas.


Aún no acechaba el sol del Oriente. Y sin magia los reyes chamuscaban el incienso, apaciguaban la mirra y rapiñaban el oro. El eco del motor del Duesemberg era un sonido inapreciable entre el festivo tumulto de las calles. La descoronada corte preparaba atillos, despedía las estancias y comulgaban hacia el purgatorio. La vaporosa niebla del rápido de Irún ocultaba la tierra perdida. Los espejos duplicaban las lágrimas, las camas desahuciaban las tristezas y las maletas arrastraban los suspiros.Y el incesante sonido de los canarios acompañaba las despedidas, iluminados por lo diurno de los ventanales.


Y así un hombre cualquiera grita un ‘Viva la República’, como un canto esperanzador de un canario hacia el futuro.

domingo, 24 de marzo de 2024

Lo tejido de la eternidad

Un hombre cualquiera se para ante un escaparate de una mercería que acoge, desde el sonido de su campanilla hasta el “gracias” inscrito en el ticket de compra.

Más allá de los calcetines, los ovillos y la ropa interior, la luz sobre el mostrador ilumina a la tendera enseñando bañadores a una clienta en pleno marzo. Un esperanzador optimismo veraniego en las postrimerías del invierno. El vaivén de izquierda a derecha de la cabeza de la compradora responde a cada propuesta de ropa de baño. En un momento, la vendedora apartó todos los bikinis y bañadores y le colocó una cuartilla y un lapicero rojo con la punta desgastada y una goma blanca en el extremo. La inspirada mujer comenzó a dibujar negro sobre blanco un sesentero torso femenino ávido de crema solar, salitre y una sonrisa con sabor a sandía. Sus trazos se transmitían en trepidantes transparencias y entretelas entrelazadas por un trampantojo estival.


La idea se plasmó en boceto. El boceto se despedazó en patrones. Los patrones se texturizaron en poliéster. El poliéster se tejió en bañador. El bañador se animó en histrionisa. La histrionisa se convirtió en veraneante. La veraneante se filmó en celuloide. Y el celuloide se proyectó en eternidad.


Y así un hombre cualquiera se decide a entrar al establecimiento al calor de un nuevo verano por adquirir.


(Historia inspirada en el bañador de la película "Entre vivir y soñar" de Alfonso Albacete y David Menkes)


domingo, 17 de marzo de 2024

Lo irlandés de marzo

Un hombre cualquiera se planta frente al espejo a lo Russian Doll, después de apagar el dejavu y tratar de izar los párpados mínimamente.

De repente, se queda ojiplático al observar su cabellera y su prominente barba teñida de un llamativo color pelirrojo. Pinta en mano y danzando por la música del pub se vuelve a la mesa, rodeada de sillones, en la que se ha empadronado. Sin pasaporte, ni brújula ha llegado allí bajo un cielo color algodón con un nuboso giste irlandés. Un álbum de fotos amarillentas por la malta y lúpulo brinda por los recuerdos compartidos.


"Descanse en pub", de A. Arias Gallego

Una sonrisa le ilumina la cara y sus papilas gustativas rememoran el frío sabor de la cerveza a medida que van llegando los de siempre. La elegante señora victoriana del pelo azul, el hombre con alma de lord con gabardina y paraguas, el pirata cojo sin parche en el ojo y pendiente con loro y la princesa carmesí de mechón morado y corona almenada. Algunos acuden con kilt, otras con pashmina esperanza, hay a quien le brota una camisa por debajo del jersey y hasta se han atrevido con algún corsé para cortar la respiración y quitar el hipo. Una elegancia sobredimensionado como excusa para rellenar con instantáneas vitalicias el cuaderno de bitácoras. Lo reverdecido de lo irlandés lo invade todo, en honor al patrón de las cañas, las pintas y los botellines.


Y así un hombre cualquiera vuelve a su estado físico habitual al sufrir lo innegociable de la resaca

viernes, 8 de marzo de 2024

Lo necesario de la igualdad

Un hombre cualquiera intenta aprender cada día sobre lo necesario de la igualdad.

El avergonzado encarnado de las banderas se tiñe de morado nuevamente para confraternizar hombres y mujeres por la igualdad. Las calles republican el femenino plural amarradas a pancartas, a voz en grito y con la cara pintada de violeta esperanza. Entre la multitud, Rosa avanza con paso lento y firme en plena manifestación. Acude por las convicciones que su abuela le infundió en el calor hogareño de la cocina. Acude por las batallas que su madre guerreó en el frío machismo de la oficina. Acude por las fronteras que ella misma traspasó en el rancio mundo de la corbata. Acude por las metas que la futura pequeña alcanzará en la carrera de la vida.

Las sonrisas se contagian, las consignas se multiplican y las manos se alzan. El feminismo es igualdad, con claridad y pedagogía el mensaje se interioriza. Entre la multitud, Rosa siente una ilusionante patadita rápida y firme en plena manifestación. Acuden por las reivindicaciones que a la bisabuela le quedaron por verbalizar. Acuden por las trincheras que a la abuela le quedaron por estabilizar. Acuden por las techumbres que a la madre le quedaron por romper. Acuden por las victorias que a ella misma le quedan por celebrar.

Y así un hombre cualquiera comprende que la igualdad es una necesidad.

viernes, 23 de febrero de 2024

Lo telefoneado de la historia

Un hombre cualquiera sembraría en los cañones de las armas del ejército las mieses del antibelicismo democrático.

Las inescrutables casualidades de la vida pueden evitar que estés presente en cualquier hecho que pueda rellenar los libros de texto de Historia; o te pueden situar en todos los eventos históricos contemporáneos, como a la familia Alcántara de Cuéntame. Claudio Rodrígues contabiliza la caja de taquilla. Absorto en el conteo de escudos y entradas de la sesión de tarde, este portugués vive ajeno a lo que iba a presenciar. El teléfono resuena en el vacío del hall del cine de Lisboa. Su concentración y el tono del timbre de llamada le asusta sobremanera. Un acento extranjero le pregunta por un tal Don Juan de Borbón. Claudio repite sorprendido el nombre en voz alta y un hombre con gafas de sol y con periódico bajo el brazo se levanta de uno de los bancos y se dirige a la taquilla. Le arrebata el teléfono y comienza a hablar en un atropellado español. Le pide al taquillero que no cuelgue el teléfono, le toma prestada la linterna y se adentra en la sala de proyección.


Aquel 23 de febrero, treinta y tres minutos después de la llegada de los tricornios al Congreso, Claudio Rodrígues escucha, al otro lado del teléfono, conversaciones y ajetreos que no entiende. Son las 17:55, hora local. Al cabo de unos minutos, la puerta de la sala se abre con el misterioso hombre que había puesto en espera el teléfono y un trajeado espectador con aspecto circunspecto y regia mirada. Sin mediar palabra, el segundo individuo toma el teléfono. Claudio, que apenas siete años antes había sembrado claveles en los rifles de la Vila Morena, presencia la conversación entre el exiliado padre del rey de España y el susodicho monarca, tras el intento de golpe de estado en el, también ibérico, país vecino.


Y así un hombre cualquiera se camuflaría entre los claveles rojos para agazaparse de las puntiagudas flores de lis.

domingo, 18 de febrero de 2024

Lo seguro del puerto

Un hombre cualquiera se sobrecoge ante la inmensidad del mar.


Vivir en la sombra para asombrar en la vida’. Con esta declaración se despide la conversación. El interlocutor cuelga de inmediato. El silencio le deja absorto mirando al océano. Ni los cantos de sirena le distraen en su maestría para no enredarse en alta mar. De hecho, sus ojos obvian los tenebrosos hilos que encasillan la realidad. Por ello, siempre se sumerge en la variada transparencia de las casillas. Esos escaques sobre los que se batalla en el polarizado enfrentamiento entre negras y blancas.


"En redes", M.G.L.

Se ahogan las realidades imposibles en los pensamientos de los días raros. Cuando el oleaje acaricia las huellas de la playa para atrapar el camino hacia lo seguro del puerto. Allí los mástiles se izan con un vaivén acompasado que recuerda a las lanzas de Breda. Honores y reconocimientos. Al volver a sentir los pies en tierra firme, su mirada se sitúa nuevamente sobre el tablero. El teléfono vuelve a sonar. Entonces, los trebejos se recolocan sobre las posiciones de partida.


Y así un hombre cualquiera se refugia en lo firme de lo terrenal.

miércoles, 14 de febrero de 2024

Lo atornillado de los besos

Un hombre cualquiera se acerca al centro para recorrer el museo del Romanticismo y visitar su decimonónica cafetería.

Los escaparates están repletos de corazones, las floristerías se pintan de rosas y de lilas y una furgoneta de reparto ameniza la mañana con el “love is in the  air”. Ya se siente palpitar el catorce de febrero en los calendarios, que se tiñe de rojo a pesar de ser un miércoles cualquiera. Por la misma acera un joven de pelo rizado, cariacontecido y con un carcaj parece llevar prisa. Se para ante un portal y, tras dudar, llama al telefonillo. Toma aire, mira la placa del despacho de abogados matrimonialistas y accede al edificio.


Su visita es rápida. En menos de 10 minutos vuelve a estar a pie de calle de nuevo. La tristeza le pesa en el rostro y le agacha los hombros. Quizás el carcaj, ahora cargado de flechas devueltas, le empequeñece aún más. El lastre de la carga le impide despegar los pies de los adoquines. Y su figura de arquero medieval despunta en mitad de la calle por las batallas perdidas que lleva a cuestas. Algunas flechas con el culatín roto, otras desplumadas, algún astil cercenado y, también, unas cuantas puntas descabezadas que habían perdido el norte. Unas risas inesperadas le alzan la mirada hasta un balcón. Allí un abrazo y unos arrumacos esbozan la esperanza, el carmín que perfilan ambas bocas se encarna en un beso atornillado. Cupido ilumina su cara con una sonrisa, se deshace de las ruinas en un contenedor y despliega sus alas hasta perderse sobre el tejado del Museo del Romanticismo.


Y así un hombre cualquiera inspirado por la escena, se imagina en el salón de baile del museo abrazado a la soñadora en pijama al ritmo de “Till there was you”.

domingo, 4 de febrero de 2024

Lo hogareño de los sueños

Un hombre cualquiera se asoma a cada ventana que encuentra para viajar a los mundos sutiles.

Aquella noche el sueño fue escueto, escuálido y hasta escurridizo. Al alcanzarlo su cuerpo se relajó, por fin, después de una lucha titánica por dormirse. Y el subconsciente por inescrutables caminos llegó a la ensoñación. Hacía calor y el olor a tarta de cumpleaños embriagaba la casa. Su cabeza era un ir y venir de deseos por soplar sobre lo encendido de las velas. Su sonrisa era la felicidad inconsciente de lo infantil de los recuerdos. Y sus ojos eran el destello de la ilusión por compartir lo valioso de la vida. Un instante. Toma aire y cierra los ojos. 


"Hogar", Carol Diez Once

Al despertarse ya era invierno. Ya no había nadie, pero ella le siente, nuevamente, allí. En lo acolchado del hogar que le abraza entre las mantas. En los enmarcados momentos inmortalizados para la posteridad. En lo cocinado del libro de recetas familiares sobre la mesilla. En lo perfilado del horizonte que muestra las cumbres pendientes de conquistar. En la incalculable herencia que se atesora a corazón abierto. De muchas formas, ella seguía allí, como siempre.


Y así un hombre cualquiera se fija en las pompas de jabón que vuelan más allá de la ventana.

domingo, 28 de enero de 2024

Lo mágico de los pijamas

Un hombre cualquiera acude a un espectáculo de magia para creer que lo extraordinario es posible.

En la primera fila con los ojos lo más abiertos posibles y sin pestañear para no perderse absolutamente nada, Leo, un chaval de casi diez años ocupa su butaca. El espectáculo está dirigido a adultos, pero el mago cuida su vocabulario, se esfuerza por conectar con la gente menuda que ha visto entre el público y usa humor blanco, que da las mejores carcajadas sin caries, algunas con tesoros expoliados por el ratoncito Pérez y, claro, con el patrocinio de Profident


El espectáculo se articula con los clásicos juegos con naipes, una misteriosa desaparición de un espectador, una chistera con alma de madriguera para un conejo blanco y, obviamente, la segmentación en tronco y piernas de una mujer elegida al azar. El ticket de la entrada estaba prácticamente caducando en los bolsillos de los asistentes, cuando el mago empezó a bostezar y a decir que un cansancio tremendo le estaba invadiendo. Tras una palmada y una explosión de humo, apareció en pijama con dibujos de superhéroes, pantuflas y un orinal bajo el brazo. Leo maravillado, reía sorprendido. El adormilado ilusionista señaló entre los asistentes al último voluntario para el truco de la hipnosis. Y fue elegido el ocupante de la butaca contigua a Leo, su padre. El pequeño estaba entre sorprendido por la elección y preocupado por lo que le podían hacer. Claro, aquel hombre era capaz de cortar a alguien por la mitad y hasta hacerles desaparecer. El último número comenzó y el vaivén del reloj de bolsillo durmió a su padre casi instantáneamente. En ese momento, el mago se dirigió al público para decirles que lo que realmente dormía era el pijama. Total que el mago siguió con preguntas al voluntario, le convirtió en una gallina y, por último, le pidió que representará su sueño de cuando era un niño. El padre de Leo se sentó en el suelo y empezó a mover objetos invisibles para todos los presentes. A la pregunta sobre lo que hacía contestó. “Estoy preparando todos mis Playmobil para pasar una tarde jugando con mi hijo”. El mago contó uno, dos, tres y le despertó. Una ovación arrancó con Leo de pie en la butaca, orgulloso de ser el sueño cumplido de su padre.


Y así un hombre cualquiera siempre cree en la magia que acciona los pequeños detalles del día a día.

domingo, 14 de enero de 2024

Lo divino de lo urbano

Un hombre cualquiera aprovecha un día de asueto para admirar la cotidianidad de la ciudad.

La cotidianidad de la ciudad obvia los detalles que reconstruyen a diario su inmortalidad. La admiración de los turistas ocasionales descubren lo extraordinario de lo diario. Por ejemplo, los juegos de palabras de los carteles de los negocios. Algunos irónicos, como el que recuerda al pirómano Nerón para nombrar a un almacén de extintores. O, más literarios, como la agencia de viajes, que apadrinó el mismísimo Phileas Fogg en su última apuesta para dar la vuelta al mundo. En las intersecciones, las placas de las calles pasan desapercibidas por los sobrenombres que invisibilizan la oficialidad del callejero. Así la plaza de la Cruz Roja obvia al corrupto Borbón por mucha gracia de Dios, que le otorgue a su graciosa majestad su trono y su cetro. Y, sin necesidad de reconocimientos, las huellas del pasado se petrifican sobre los adoquines y el blanco y negro de las fotos se colorea por las anécdotas y vivencias de los que antes habitaron sus edificios, pasearon sus aceras y brindaron por la eternidad.


Las estatuas de los poetas encuadran sus versos al rodear lo circular de las rotondas que presiden. El eco de los aplausos de los teatros se camuflan en el viento de cara para refrescar lo adormilado de las mentes. Y el aroma a recién pintado de las fachadas se derrama por las pituitarias a través de lo coloreado de las brochas. Las mismas que sostienen unos pintores con alma de artista, desde sus salpicados zapatos hasta sus artísticos bigotes a lo Dalí. El perfume a nuevo de lo reformado es la ducha reparadora de las ciudades para rejuvenecerse a pesar de las arrugas.


Y así un hombre cualquiera inmortaliza la cotidianidad para admirar lo urbano y lo divino.