lunes, 27 de diciembre de 2021

Lo mutante de las tradiciones

Un hombre cualquiera se despierta contrariado, porque no le llega el aroma de los canelones de San Esteban desde la cocina.

Las tradiciones se aferran a los calendarios con la capacidad de perdurar con una adaptación a las circunstancias de cada tiempo. Las tradiciones cambian para que todo siga distinto. En plena jornada laboral de Nochebuena, el trineo de Papa Noel aprovecha el avituallamiento de su jornada maratoniana para tomarse una Coca Cola. Quizá sea su fórmula secreta lo que hizo mutar su vestimenta verde en el cálido rojo de la marca. Igual que en Japón otra marca, en este caso de comida rápida, consiguió que los nipones celebraran el 25 de diciembre con la receta del coronel Sanders. Así, desde mediados de los 70, él es el encargado del menú en el lejano Oriente, porque ¡En Navidad, Kentucky Fries Chicken!

Y todo comenzó en la antigua Roma con el renacimiento del Sol. ¡No estaban tan locos estos romanos! La llegada del invierno les hacía crecer sus días y menguar sus noches. Y lo celebraban con Saturnalia el 25 de diciembre. Justo la fecha que adoptó el  catolicismo para celebrar el nacimiento de su dios. Quizá por eso ahora son católicos, pero, también, apostólicos y, desde su más tierno plagio, romanos.

Y así un hombre cualquiera cambia los canelones por la lasaña congelada.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Lo vivo de los libros

Un hombre cualquiera viaja en bus de camino a los entresijos que se cuecen en la villa y corte 


A través de la ventana, la ciudad camina en su día a día. Las cortinas de la clínica del doctor García se abren para que el sol ilumine las estancias. Bajo los balcones, el tráfico ralentiza a un bus, cuyo paso se equipara a los andares de la muchacha rubia, que lleva en su mochila un llavero colgando con el nombre de Lulú.

Calle arriba, el semáforo en rojo provoca que sobre las cristaleras del autobús se refleje el escaparate con vestidos de novia de la tienda de Manolita. La misma que diseña los deseos de las prometidas sobre la tela de los cheques en blanco de la felicidad. Una de las clientas se prueba uno de los vestidos y simula unos pasos de tango para probar la celebración nupcial. Un par de locales más adelante, quizá el futuro marido de la clienta de Manolita se encuentra frente a los ventanales de la agencia de viajes para planear una vuelta al mundo bajo el pseudónimo de Philleas Fogg para la luna de miel. Tras retomar la marcha, una brisa fría se cuela por las ventanas abatibles del autobús, que siguen abiertas por recomendación sanitaria. Por ellas se cuela las campanadas del mediodía de la Almudena. Ella sigue latiendo a corazón chulapo y batiente a pesar de la orfandad que sufre la ciudad con su ausencia.

Y así un hombre cualquiera persigue el alma de la escritora a pesar de seguir con el corazón helado.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Lo incalculable de la suerte

Un hombre cualquiera se encamina a la administración de lotería para comprar suerte.

En su marcha va buscando cifras para marcar en el boleto. Suma el número de baldosas sueltas. Se fija en la nomenclatura de los buses urbanos que pasan por la calzada. Cuenta el número de patas de los perros que pasean a sus dueños en su misma dirección y les resta a los que vuelven. Divide los coches con matrícula par entre los automóviles de color azul. Calcula el número de turistas por su indumentaria 'made in Plaza Mayor con sabor a relaxing cup of café con leche'. Y, finalmente, detalla y recuenta en tres grupos a los seguidores de Melchor, Gaspar y Baltasar, que se cruzan en su camino.

En la cola de la administración le preceden una señora con chubasquero y bolso que está comprando sus primitivas semanales. Y, justo delante, un padre con su bebé en la mochila, que avanza hasta el mostrador tras la marcha de la longeva clienta habitual. El lotero, con una sonrisa que acentúa las arrugas del tiempo, saluda al bebé; mientras comprueba los boletos y emite una Bonoloto y unos Euromillones, cómo cada semana. Al despedirse, el lotero dice: "No le deseo suerte, ya la lleva en la mochila"

Y así un hombre cualquiera comienza a calcular la suerte en mililitros de biberón.