viernes, 30 de junio de 2023

Lo filmado de los mimos

Un hombre cualquiera se engancha sin palomitas ni butaca de terciopelo a las historias que filma cada día la soñadora en pijama. 

Ella es la deidad de madera de encina en un templo descubierto por un arqueólogo cualquiera. Ella es el tesoro escondido en un arca buscado desde la antigüedad. Ella es la razón para enrolarse, como templario, en una cruzada. Ella es el arco iris que la luz refracta en el cristal de la eternidad de una calavera. Ella es el programa perfecto que encuentras en el radiofónico dial del destino. 

Si buscarán una Indiana Jones para sustituir a Harrison Ford, sin duda, sería una soñadora en pijama. Su periodística curiosidad le improvisa divertidas aventuras para escribir un libro. Sus cualidades culinarias te hacen viajar alrededor del mundo con sus universales y exquisitos menús. Su forma de contar la vida entretiene y enseña con la clarividencia de un viejo maestro de historia. Su instinto maternal consigue encontrar tesoros escondidos, un don fundamental para un arqueólogo de éxito. Y su atractivo innato se acentúa bajo el ala de un sombrero y con el poderío de un látigo a mano (incluir sonido de látigo reproducido por Chandler Bing)

Y así un hombre cualquiera descubre, cada 30 de junio, que la soñadora en pijama mima cada proyección para crear una obra maestra.

viernes, 16 de junio de 2023

Capitulo XV: Lo inconfundible de las extraordinarias

Un hombre cualquiera se encuentra con humanas extraordinarias y mujeres inconfundibles sobre lo homenajeado de los parques y bajo lo atesorado de las anécdotas.

La vida es una carta de Pantone que muestra las ideas, sentimientos y estados de cada persona, según la gama cromática que haya elegido. Sin duda, la venerable camarada colorea a propios y extraños con su colorista visión de la vida. Sus pensamientos se pintan en morado y se perfilan en un llamativo rojo para marcar los lugares seguros y las líneas fronterizas. El verde salpica sus conversaciones para enrojecer a sus conversadores y dibujarles una sonrisa. El rosa le recuerda que no se debe etiquetar y el amarillo tiñe de nostalgia los recuerdos de los álbumes. Siempre ha sido una firme defensora de la escala de grises, porque marca posiciones y evita los extremismos. Y utiliza el negro para ironizar sobre las injusticias y los inhumanos modos con su imperturbable humor de hierro. De hecho, sus chistes y chascarrillos revientan con una sonora carcajada y recubren el subconsciente con una perlada capa de reflexión.


Su hogar es fortaleza y museo. Las paredes son un lienzo de anécdotas y regalos que expone en forma de carteles, cuadros, fotografías y esculturas. Un artístico decorado para representar el Stendhal sin salir de casa. Y todas las mañanas abre feliz las ventanas para que el cierzo impulse sus sístoles y diástoles. Sin almenas ni torreones defiende a la pequeña Agustina de Alarcón contra las negras tormentas y las nubes oscuras.


Y así un hombre cualquiera mezcla colores para pintar lo que caracteriza a lo inconfundible de las extraordinarias.



¿Recuerda más extraordinarias inconfundibles?


Capítulo I: Fílmica norteña

Capítulo II: Mecenas del Quijote

Capítulo III: Forzuda equilibrista 

Capítulo IV: Alumbrante de historias 

Capítulo V: Soñadora en pijama

Capítulo VI: Aventurera de las siestas

Capítulo VII: Irónica politóloga

Capítulo VIII: Conversadora berciana

Capítulo IX: Sonriente comunicóloga

Capítulo X: Teniente con rizzo

Capítulo XI: mademoiselle del vestido burdeos.

Capítulo XII: Embajadora de la city

Capítulo XIII: Narradora de vivencias

Capítulo XIV: Guerrera de los Ancares

sábado, 10 de junio de 2023

Lo vacío de la opulencia

Un hombre cualquiera pasea por el barri de Pedralbes y se sienta en un banco a observar la vida sin números rojos.

La realidad la tamizan por el oscurecido cristal de sus gafas de sol. Las compras se empaquetan en minimalistas bolsas de cartón con asas de lazo para no lastimar las hidratadas manos adornadas con anillos y cuidadas manicuras. Aquí el tiempo se aferra con cuero a las muñecas con los engranajes de la puntualidad suiza. Los cuartos se plastifican para no mancharse con el dinero negro. Y El color de la piel se esconde bajo uniformes, cofias y guantes de látex. Al final las apariencias se compran, las realidades se alteran y la vida se cuantifica en los dígitos de la cuenta bancaria.

Las vistas de la calle se intercalan con el gran ventanal del edificio de enfrente. Allí un hombre de avanzada edad permanece sentado con la mirada perdida. Le rodean muebles tallados por maderas nobles, retratos ecuestres de gran boato y estanterías a rebosar de libros. A su espalda el espejo refleja su coronilla y muestra una estancia vacua del alma de un hogar. Impoluta de cicatrices infantiles, ausente de felicidades enmarcadas y silenciosa de conversaciones cotidianas. Se levanta y vierte otro trago de licor sobre la copa de balón. ¡Un día es un día! Se acerca al espejo y parece decirse algo hasta brindarse a sí mismo sobre su propio reflejo. Una solitaria escena sacada de un lienzo de Edward Hopper.

Y así un hombre cualquiera entiende que el dinero no es capaz de llenar lo vacío de la opulencia.