sábado, 28 de mayo de 2022

Lo literario de los bocetos

Un hombre cualquiera sufre el blanco de una flecha literaria de las dibujadas por Fernando Vicente, que siguen sobrevolando por la feria del libro.


En un lugar de El Retiro de cuyo nombre siempre quiero recordar, no ha mucho que paseaba un artista de los de lápiz en afiladero, alma renacentista, rocín trotamundos e imaginación desbordante. Entre lectores y escritores, Dulcinea se reconoce victoriosa entre el común de los mortales, ya que deambula con su halo de musa entre el enjambre de casetas. La primavera enverdece con su sola presencia y la sangre se altera con el tranquilo porte de su belleza. Lo florido de la estación se colorea con el cálido ambiente de la tarde y la fresca brisa que ondea sobre un banco, a salvo de los peces de ciudad y los tontos por ciento.


Él narra con sutiles pinceladas los caminos que le llevaron hasta aquellas coordenadas. Ella se describe como un libro abierto aún por escribir con la brújula palpitante. Se leen en acuarela y grafito y se dibujan en prosa y en verso. El murmullo de los curiosos acalla los lejanos pulsos del carrillón y los lontanos repiqueteos de la basílica. Solo el atardecer les recuerda que el resto del mundo ha seguido girando, cuando el oleaje, libre de salitre, refresca los petrificados pies de Alfonso XII


Y así un hombre cualquiera se enamora a primera lectura de las casetas, libros y firmas de la 81° feria del libro de Madrid.


domingo, 15 de mayo de 2022

Lo goyesco de los carteles

Un hombre cualquiera se encamina con chaleco, gorra, un clavel ajado en la solapa y un retoño en cochecito, junto a la soñadora en pijama a la pradera.

El autobús urbano avanza por la avenida con las alforjas llenas, tras dos años sin celebración. Los cuatro gatos se han multiplicado, ataviados con mascarilla, gel hidroalcohólico y lunares y pata de gallo. Al llegar a la parada de la plaza de Marqués de Vadillo, el alborozo se eleva sobre los adoquines al ritmo del desamordazado organillo y con el recuperado aroma de cerveza castiza y de importación. Lo ventoso de marzo y lo lluvioso de abril ha hecho brotar lo celebrado de los claveles, nardos, violetas y madroños sobre la engalanada pradera. El paseo sigue contando con un carril de ida y otro de vuelta para ordenar a propios, extraños, turistas y habituales. Entre ellos, Lili, tras sus gafas de sol y los lunares de su mascarilla, se agarra del tatuado brazo de Néstor, ataviado con gorra y clavel carmesí en la solapa. Vistos desde atrás podrían ser los protagonistas del cartel de 2022. Ambos son guiados por Rocín, y por Flaca, una galga adoptada para acompañar y aumentar la familia. Las dos mascotas lucen unas correas chulapas, rosa de topitos blancos, para él, y, de blanco y negro, para ella. Originalmente eran al revés, pero las medidas se cruzaron en la mesa de costura. Al alcanzar el primer resquicio de pradera con sombra, los cuatro se lanzan al verde, ya que el paseo desde su carabanchelera guarida del dragón ha sido largo. Bajo otra sombra y sobre otro césped, Victoria y Almudena han ideado una pradera vallecana en los jardines de la residencia de ancianos, aunque sin vistas al goyesco skyline madrileño. Mesas y sillas hacen las veces de toallas y manteles para celebrar junto a los residentes al ritmo de chotis y con algún exceso en la dieta. Todos los mayores van con una de las mascarillas con sonrisa, que Victoria diseñó contra la tristeza por la ausencia de los que no llegaron a la vacuna.

El rumor de las campanadas del mediodía se silencia por el traqueteo del carrito de Vera por el puente de Toledo, empujado por la alegría de Gloria y María. A diferencia del año pasado, ya se escucha el ambiente de la pradera. Las madres se encaminan al local de Izquierda Unida para inmortalizarse junto a Vera en el lugar donde se conocieron. Después se perderán entre el gentío en busca de una estampa goyesca con sombra, recuerdos y rosquillas. Y éstas las conseguirán en el puesto de Manuela, que lleva desde las ocho en la pradera. El ambiente de la fiesta parece rejuvenecerle de sus 74 vueltas al sol. Ajena a su edad, sin altavoz pone el grito en el cielo para llamar a curiosos y paseantes a la compra para de sus dulces. "¡Sabor a infanta, Cristina o Elena, para endulzar al niño y a la nena!" Al calor de los chascarrillos los paquetes de listas y tontas van vendiéndose entre el personal. Bajo la mesa, junto a ella, enrollado con sumo cuidado y dentro de su cilindro de cartón el cartel de San Isidro 2022. El nuevo ejemplar será parte de la exposición de Manuela: lo chulapo de los carteles; que prepara con una inusitada ilusión para el próximo año.    

Y así un hombre cualquiera brinda con la emperatriz berciana por volver a celebrar las fiestas sentados al lado de los amigos de siempre de la pradera bajo la sombra de los madroños; protagonistas de un cuadro de Goya.




Inspiración castiza con Mercedes deBellard

¿Te acuerdas de otros San Isidro?

2021: Lo abanicado de los carteles 

domingo, 1 de mayo de 2022

Lo indispensable de lo materno

Un hombre cualquiera recuerda que su primera palabra fue, indudablemente, mamá.


Cada madre esboza y dibuja la maternidad con las pinceladas con las que colorean la cotidianidad. Hay madres que inventan cuentos de hadas dentro de castillos de arena en su playa favorita. Hay madres que enseñan la cultura ancestral "da costa verdecente, ao raio transparente do prácido luar". Hay madres que se visten de violeta para igualar el rosa y el azul que estigmatiza la sociedad. Hay madres que encajan con fruición las piezas de los puzzles para enseñar que todo tiene su lugar y orden. Hay madres que suben a las murallas para otear el horizonte que conquistarán sus pequeños guerreros. Hay madres que imparten justicia equiparando los pesos en la balanza dorada de su despacho. Hay madres que remarcan el familiar acento de sus palabras para convertirlos en sabios consejos para compartir. Hay madres que imparten liberté, igualité y fraternité con la maestría de Delacroix. Hay madres que pintan flechas amarillas para señalar los caminos más allá del fin del mundo. Hay madres que economizan el paso marcial del tiempo para disfrutar de la felicidad.

 

Todas estas maternidades se sustentan en las prolijas enseñanzas de las madres que nos parieron. Las que nos enseñaron que las caricias sanan sin necesidad de una ilegible receta médica. Las que colorean de carmesí las plumas de las felices perdices. Las que idean platos horneados con la gloria del hogar. Las que disfrazan con soluciones de súper heroínas los imprevistos del día a día. Las que guardan el ingrediente secreto de la masa madre. Las que inmortalizan los recuerdos de los meses, que se escurren entre los manecillas del reloj. Las que inventan acolchados sueños en pijama sobre un cómodo rebaño de ovejas. Y que acaban definiendo lo materno que las hace indispensables.


Y así un hombre cualquiera recuerda que no solo el primer domingo de mayo es el día de la madre.