domingo, 28 de marzo de 2021

Lo sutil de los homenajes

 Un hombre cualquiera observa extrañado el puente de los leones con un incesante ataque de nostalgia.


El cielo está encapotado, pero lo tiñe con el azul de sus cabellos al aire, camino de todos los lugares y de ningún sitio al mismo tiempo. La aventurera de las siestas camina acariciando los monárquicos adoquines de las aceras londinenses.  La brisa de la mañana parece hacerle levitar hasta que sus pupilas enmarcan lo sutil de los homenajes. Las sirenas de la torre de Londres avisan que el puente se está elevando y frente a ella, incluso los balcones parecen reverenciar su paseo. Sin corona, ni cetro se siente la heredera de un reino muy muy lejano a las orillas del Bernesga. Y quieta, en mitad de la calle fotografía su paseo triunfal.

"Paseo triunfal", imagen cedida por Ana AG 


Tras cruzar el Támesis, se da la vuelta y mira su casa al otro lado del río. Por los cascos comienza a sonar Jorge Drexler. A su frente se aparece la estatua de Guzmán coronando la fuente y se va construyendo Ordoño hasta rematar los gaudinianos torreones de Botines. Un arcoiris parece reflejarse desde las vidrieras para pintar el skyline, salpicando los tejados de San Marcelo, el Alfonso V y San Isidoro. Ella cierra los ojos, rescatando el afrutado perfume de las limonadas, y al abrirlos nuevamente su reino le devuelve a la perfida Albión 


Y así un hombre cualquiera se queda paralizado ante el espejismo londinense que devuelve, momentáneamente, a la aventurera de las siestas a la patria chica.

domingo, 21 de marzo de 2021

Lo musical de la felicidad

Un hombre cualquiera necesita oxígeno, alimento, amor y música para alcanzar la felicidad.


La música se recibe por el aire, alimenta el alma y te enamora a primera vista al llegar al corazón. La música conjuga las necesidades primarias de la felicidad. Y todo se ilumina desde la clave de sol. La misma que preside el pentagrama colmado de sentimientos, cómo cualquier composición cultural, y, en este caso, con la ordenación de las notas musicales y el silencio para tomar el ritmo y el compás. Y, a continuación, llegan los juglares y poetas para construir versos y estrofas y para revivir historias que a fuerza de repetirse se convierten en anécdotas propias. Estas repeticiones convierten a las canciones en oraciones que se aprenden sin un dios al que rogarle y con algún demonio al que mortificar. Y, con todo, los mares de músicas, que lo inundan todo, están repletos de cantos de sirenas que desguazan nuestras embarcaciones por unos minutos contra el constante temporal de la realidad. 


Sin duda, la música puede atesorarse en vinilos, MP3 o en cachitos de hierro y cromo, pero sabemos a ciencia cierta, que nunca se borra de la memoria. El mismo lugar por el que siempre paseará Ariel Rot acompañado con su voz en off por los paisajes que abarcan desde Finisterre al desierto de Tabernas. Él percutiendo su bajo para seguir las músicas que crecen de la tierra y fluyen como afluentes a un mar de músicas. Y, desde dónde, este Rodríguez de acento bonaerense nos ha demostrado que se puede cruzar la península de músico en músico sin perder nunca el ritmo; porque tenemos un país para escucharlo.


Y así un hombre cualquiera se sienta feliz y agotado de bailar hasta el último bis con el cartel de fin de película del oeste.

lunes, 15 de marzo de 2021

Lo robado del calendario

Un hombre cualquiera observa en el calendario el 15 de marzo, tras un año difuso en la memoria.

¿Quién, coño, nos ha robado el año 2020? 'En la posada del fracaso, donde no hay consuelo, ni ascensor. El desamparo y la humedad comparten colchón.' Y casi sin enterarnos el último año ha convertido lo cotidiano en extraordinario. Los deseos de las tartas de cumpleaños se quemaron sin soplar las velas y los brindis convirtieron en bocetos alzados sin alcanzar la tierra prometida de Bohemia. Y, es más, los abrazos se perdieron entre el corazón y el codo sin consolar a nadie y hasta los besos, ahora, sólo son reminiscencias de curas sin prescripción médica.


Los muertos se han ido enterrando en baldios cuarteados sin plañideras para regarlos. El calor de los encuentros se convirtió en tibios latidos a pantalla abierta. El más impertinente silencio se atrincheró en los enmudecidos karaokes. Y las emociones se paralizaron tras las deshumanizadas mascarillas de forajidos de westerns de serie B. Y la supervivencia seguirá sin hacernos mejores, porque las derrotas sólo endurecen las corazas de los latidos y tensionan los rostros hasta la inexpresión de la más básica humanidad.


Y así un hombre cualquiera sigue buscando la suerte de un trébol de cuatro hojas, de la cara acuñada de una moneda extraviada o del principiante ante una nueva partida un año después.

jueves, 11 de marzo de 2021

Lo anaranjado del moho

Un hombre cualquiera encuentra en TCM la reposición del Padrino, justo cuando Don Corleone cae abatido en el huerto.

Sobre la mesa del salón, unas naranjas brillantes comienzas a degradarse hasta un verde mohoso dentro del frutero. En la pantalla del televisor una naranja rueda camino de la muerte. Un viaje similar al de las cabezas de nobles entre la guillotina y el cadalso francés. Mientras, en el alféizar de la ventana, una decrépita gaviota observa con deseo el anaranjado cadáver exquisito.

Don Corleone agoniza en primer plano y la gaviota retoma renqueante el vuelo escorada a la derecha. La sombra de las águilas ensombrecen aún más el negro asfalto de la calle y los contenedores se llenan con la cartelería de Arrimadas y Aguado de las elecciones pasadas.

Y un hombre cualquiera apaga la televisión y saca la basura para alimentar a las ratas.